César Ruiz: toreo para complacerme y complacer al público, que paga por emocionarse, no por divertirse
ientras aficionados pensantes se preguntan qué sucedió con una tradición taurina de casi 500 años de antigüedad en la Ciudad de México, donde autoridades y ciudadanía aún no miden el despojo de que han sido objeto por parte de propietario, empresa, grupúsculo seudoambientalista y juececito que confundió ecología con demagogia, la fiesta de los toros intenta, como mal va pudiendo, esquivar las descompuestas embestidas, de dentro y de fuera, que hace tiempo buscan desaparecerla o convertirla en enclave colonial taurino de España, sea con toreros, ediciones de lujo u otras inversiones, por lo que apostar, en serio, por lo nuestro es la última opción que le queda a la fiesta brava de México.
César Ruiz pasó de precoz torero bufo a prometedor novillero de excepcionales cualidades. Nacido en Aguascalientes hace 20 años, en principio quería ser futbolista y con su equipo obtuvo varios trofeos y medallas, pero a la postre acabó seducido por la magia del toreo. Empecé en la puerta, de boletero, detrás del telón de los enanitos toreros y como me pagaban todo lo que hacía, más me gustó, hasta que me dieron las tres en un festival. Luego me vestí de chirote o torero bufo y anduve toreando los fines de semana. Enfrentaba animales toreados y aprendí a caminarles, a tomarles la distancia y a banderillear en todos los terrenos, incluso con banderillas cortas, lo que me producen una emoción doble: a mí y al público. Salgo a torear para complacerme y para complacer a los que pagan por emocionarse, no por divertirse
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Con una elocuencia que ya quisieran varios de los metidos a políticos, Ruiz añade: Ese ¡aaah! del público me emociona y estimula tanto como los oles largos característicos del toreo a la mexicana, que es el que me interesa hacer pero sin copiar a nadie de aquí o de allá, consciente de que hay que dar espectáculo pero desde la verdad de la tauromaquia no del efectismo. Me gusta conmover y asombrar. Por eso, incluso se acercan niños y me dicen que les gustó lo que les hice a los novillos. Eso vale mucho porque ellos no tienen formación taurina pero poseen sensibilidad para apreciar o rechazar lo que ven
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Poseedor de un original repertorio capotero, César abunda: “Prefiero recibir de rodillas con el farol a dos manos al hilo de las tablas o con la marquecina, de Nacho Márquez El Sereno, que El Pana rebautizó como la tlaxcalteca. Este gusto por rescatar suertes antiguas es por identificarme y distinguirme. La gente siempre agradece quites desusados porque le sorprende y alegra comprobar que la tauromaquia no se reduce a derechazos y naturales. No pretendo descubrir el hilo negro, sólo recordar lo que se había olvidado.
Con las banderillas transmito sentimiento porque me gusta torear a cuerpo limpio y emocionar antes de dejar los palos en lo alto y en cualquier terreno. Igualmente con la muleta disfruto la variedad, procurando mantener continuidad y ritmo, intercalando e improvisando adornos. Más que cantidad busco calidad con intensidad. Con la espada me tiro en corto y haciendo que descubran, yéndome por derecho y volcándome sobre la cruz. Con mi estilo ya he inspirado a fotógrafos y a pintores; a ver si inspiro un pasodoble
, remata entre broma y de veras.
En sólo cuatro novilladas con picadores y cuatro orejas cortadas, César Ruiz entrena con el matador Manolo Mejía en la ganadería de Pedro Haces e hijos, donde ha recibido todo el apoyo, mientras espera paciente a que las empresas se acuerden de que existe, emociona y triunfa como el novillero fuera de serie que es.