se es el título del ciclo de conferencias que imparte el Colegio de Cronistas de la Ciudad de México sobre casonas emblemáticas que guardan parte de la memoria de la capital.
Se llevan a cabo los domingos del 4 de junio al 24 de septiembre a las 12 del día en la hermosa Casa de la Bola, en la avenida Parque Lira 136, Tacubaya, y en otras sedes significativas.
El domingo pasado la arquitecta María Bustamante Harfush dio una interesante plática sobre ese sitio anfitrión y hoy, en ese sitio, el cronista Jorge Pedro Uribe va a platicar sobre la Casa Xochiquetzal, enorme y bella del siglo XVII que se encuentra en la zona de la Merced.
Es un original proyecto humanitario que impulsó la Asociación Civil Semillas en 2006, con el apoyo del entonces gobierno del Distrito Federal que donó la residencia. Su labor beneficia a un sector vulnerable de la sociedad: las trabajadoras sexuales de la tercera edad que se encuentran en situación de calle. El lugar fue rehabilitado por el programa de Jóvenes Constructores, en colaboración con diversas instituciones.
Va a ser una charla de enorme interés, tanto por la historia del inmueble como por la labor que desarrollan y la plática amena del conferencista.
Vamos a recordar nuevamente la historia de la Casa de la Bola, que dirige con gran talento la maestra Lourdes Monges y que vale la pena visitar, ya que es un museo único, tanto por su contenido como por sus jardines.
Fue edificada a mediados del siglo XVI en medio de un vasto terreno donde se sembraron árboles frutales, magueyes y olivos que producían aceite; en las habitaciones de la planta baja quedan vestigios del molino y las tinajas donde lo almacenaban. A lo largo de los siglos cambió de propietario en diversas ocasiones y tuvo varios usos. Por sus dimensiones y características, pertenecía a la categoría de casas de campo conocidas como casas de placer
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A principios del siglo XX el arquitecto Manuel Cortina remodeló la fachada en estilo neocolonial, y al empezar la década de los 40 la adquirió don Antonio Haghenbeck de la Lama, quien consolidó su estructura, le agregó algunos elementos, entre éstos una hermosa terraza, que procedía de la residencia de sus padres en la avenida Juárez, que se convirtió en el cine Variedades.
Una vez realizadas las modificaciones, la convirtió en su hogar, la amuebló y decoró con suntuosos muebles, tapices, cortinajes, enormes espejos, candiles, e innumerables obras de arte de procedencia europea y mexicana. Así, la convirtió en una mansión ecléctica, mezcla de estilos que prevalecieron a fines del siglo XIX entre la alta burguesía y la aristocracia de nuestro país.
Haghenbeck adquirió muchas casonas en el Centro Histórico y tres haciendas virreinales. En 1984 donó tres inmuebles a la fundación cultural que lleva su nombre, con el fin de que se dedicaran a museos. Estableció la obligación de que la Casa de la Bola se conservara como la dejó y al mismo tiempo ofreciera servicios educativos y actividades culturales.
La visita nos permite ingresar a la intimidad de un personaje muy especial y representativo de la mentalidad, gustos y valores de la clase alta mexicana del ocaso del porfiriato. Es fácil imaginarlo comiendo en el gran comedor, solitario como era, de ahí pasar a la biblioteca con sus libros y fotos de familia que lo hacen cercano. Asomarnos a su suntuosa recámara con la impresionante cama con dosel –que recuerda las de los palacios europeos–; deambular por los distintos salones, el rosa, el verde, todos igual de lujosos, y concluir en su baño, con el moderno aparato de ejercicio de fina madera. Otro atractivo de la mansión es el vasto jardín medio selvático con bellas fuentes y esculturas que nos traslada a la época del porfiriato.
A unas cuadras está La Poblanita, en Gobernador Antonio Diez de Bonilla 20, San Miguel Chapultepec. En los alrededores hay otros restaurantes con el mismo nombre, pero desde 1947 éste es el bueno. De entrada, lo recibe un gran comal donde fríen las famosas chalupas verdes y rojas, botana imperdible. El mole es de los mejores de la ciudad y se acompaña con tortillas esponjositas hechas a mano. Otras delicias: la sopa azteca, las enchiladas, los tacos de sesos y los de guacamole y chicharrón. De postre son tradicionales sus fresas con crema.