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La respiración de una sonata de Scarlatti
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▲ El músico turco Fazil Say al piano.Foto tomada de la página de Internet del artista
 
Periódico La Jornada
Sábado 10 de junio de 2023, p. a12

¿A qué suena el anhelo?

Pongamos a sonar la Sonata en Fa mayor K 466, de Domenico Scarlatti, con el pianista turco Fazil Say y hallaremos la respuesta.

Suena como la personificación misma de la belleza, como la delicadeza de las primeras gotas de lluvia en una tarde apacible, como un ramo de laurel, como un rumor de lluvia sobre las hojas de los árboles.

Esa sonata de Scarlatti forma parte del repertorio de grandes pianistas y cada uno de ellos la interpreta a su manera. La mayoría intenta imitar el sonido, ritmo y velocidad de un clavecín, instrumento original para el que fue escrito, pero ninguno de esos pianistas ha logrado capturar el espíritu poético que la habita, hazaña que sí logra Fazil Say.

Estamos frente a una de las grabaciones discográficas más hermosas y pocas veces logradas.

Una manera muy directa y sencilla de analizar música es por comparación: pongamos el ejemplo comparativo más a la mano: mientras el gigante del piano Vladimir Horowitz (1903-1989) imprime velocidad, ligereza y ritmo, Fazil Say se solaza en detener el tiempo mediante técnicas asentadas en culturas milenarias, cuyo secreto máximo estriba en hacer sonar el silencio.

Vladimir Horowitz y el resto de los pianistas que han grabado esta sonata ahogan los silencios en busca del estrépito de hoja de lata característico del clavecín, mientras Fazil Say acurruca entre sus toscas manos turcas pequeños racimos de notas que acerca lentamente hasta sus labios y, oso gigantesco, las besa como los modelos de Gustav Klimt se besaron para lograr uno de los cuadros más celebrados de la historia.

Además de disminuir la velocidad hasta llegar casi a lo estatuario, Fazil Say imprime su tonelaje cada vez que uno de sus dedos hiende teclas, y esa sensación de pesantez se traduce en vapor, humo, esferas en ascenso, porque uno de los secretos de la poesía es la apariencia y lo que era pesado se vuelve muy ligero, sin llegar a lo intrascendente, sino al contrario: hay un consecuente sentido de profundidad en el sonido de esta sonata que arrebata.

Lo que suena entonces es la sonrisa de una mujer escapada de un fresco de Botticelli: Floria en el mural La primavera o Venus en El nacimiento de Venus.

La sucesión ordenada de notas, la secuencia en ritornelo, nos otorga la sensación de flor mecida por el viento; nuestro movimiento parece repetirse, pero nunca es el mismo, pues ahora es inclinar el torso mientras en la frase anterior era voltear despacio para mirar crecer un laurel, así de imperceptible y así de mágico.

Esta grabación se puede disfrutar en Spotify o en la plataforma digital de su preferencia, hermosa lectora, amable lector. En YouTube está el video donde Fazil Say interpreta esta sonata de Scarlatti con su particular elegancia y si en la escucha sin imagen no llegamos a apreciarlo, en el video resulta más que evidente su costumbre de cantar las notas, como lo hacía Glenn Gould (1932-1982), su igual.

Fazil Say canta las notas al mismo tiempo que las extrae del teclado. Las susurra, las canta quedo, las musita, las lanza al viento que mece las ortigas, los cuencos tibetanos que suenan al contacto del viento, los helechos, los trinos de las aves, los cantares del aire y sus misterios.

Esta grabación de Fazil Say aparece como la número 17 en su listado personal en Spotify, de acuerdo con las nuevas maneras de escuchar música que surgieron con la aparición de los recursos digitales.

Ahora ya no necesitamos reseñar álbumes enteros, sino piezas sueltas porque los artistas se encierran en los estudios de grabación para ir desgranando sus oficios.

De manera que la Sonata en Fa mayor K 466, de Domenico Scarlatti, en la interpretación de Fazil Say, aparece en la modalidad de sencillo y aparece la carátula del álbum titulado Morning piano, que se va grabando y apareciendo al público conforme lo va editando Fazil Say, quien al mismo tiempo va desarrollando otros álbumes, uno de ellos titulado Evening piano, con partituras cuya poética es más nocturna en comparación con la luminosidad de las incluidas como Morning piano.

Fazil Say es un viejo conocido del Disquero. En este espacio hemos reseñado sus distintos discos, conciertos y momentos memorables, como cuando apareció en el escenario de la Sala Nezahualcóyotl de la Ciudad de México y causó un furor inusitado, sentado al piano como solista de la Ofunam en el Concierto para piano no. 3, de Beethoven, dirigiendo a la orquesta a pesar de que había un director sobre el podio, con batuta, luego de que su colega, la moldava Patricia Kopatchinskaja, hiciera lo propio con el Concierto para violín no. 4, de Mozart, descalza, ante el asombro e incredulidad de las buenas conciencias en la sala.

El impacto de la personalidad de Fazil Say es extenso. Ha escrito más de cien partituras, todas ellas nacidas del misterio, hondura y magia que envuelve a la música turca, que es su música.

En su listado personal en Spotify, la entrega más reciente pertenece precisamente a la serie Morning piano y consiste en la ejecución de la Sonata 35 de Haydn, y enseguida aparece en el listado otro episodio de la serie Evening piano, la versión de Say a la misteriosa Gnossiene no. 1, de Erik Satie, y la terneza del checo Leos Janaceck con su mohín titulado Good night!

El siguiente sencillo en el listado de Fazil Say se titula 100. Yil Marsi, un vendaval de la música turca que tiene su pináculo en la obra titulada Goldberg Istanbul, el opus 94 de Fazil Say, el cual irradia incandescencia con su muy particular versión de una de las obras fundamentales de la cultura occidental: las Variaciones Goldberg, de Johann Sebastian Bach.

Curiosamente, esta composición de Fazil Say dura lo mismo que la bellísima sonata de Scarlatti: en menos de ocho minutos compendia los alrededor de 32 minutos que dura la partitura original de Bach (las grabaciones que hizo Glenn Gould de esta obra son la demostración de la relatividad del tiempo: hay eternidades de diferencia entre lo que dura la segunda versión que la primera) y nos transporta a la antigua Constantinopla en una secuencia de danzas turcas milenarias, anteriores en edad a las danzas que reprodujo Bach en todas sus obras, en toda su vida.

Las variaciones Goldberg en Estambul de Fazil Say se pueden disfrutar en un video disponible en YouTube, donde la tecladista turca Iklim Tamkan hace sonar esa obra en un bellísimo, enorme y moderno clavecín, instrumento para el que escribió Fazil Say este prodigio de música que por momentos nos traslada a su versión del Mozart turco.

Y como el arte de escuchar música es el arte de la transformación, de la asociación de ideas, del llamado y respuesta, del principio físico de causa-efecto y la demostración de que no existen las casualidades, sino las causalidades, pongamos a sonar ahora el Mozart turco de Fazil Say, cuando suelta sus variaciones increíbles al interpretar el tercer movimiento de la Sonata no. 11, Marcha turca, de Mozart.

En su lista personal en Spotify, Fazil Say pone la versión de Maki Namekawa a su composición titulada Alla Turca Jazz, donde Volfi Mozart suena como es: juguetón, bailarín, sonriente.

Como sonriente es siempre la música de Fazil Say, y para comprobarlo volvamos a poner a sonar esa música que uno no se cansa jamás de repetir cuando termina: su grabación de la Sonata en Fa mayor K 466, de Domenico Scarlatti.

Suena entonces el anhelo.

En Twitter: @PabloEspinosaB

disquerolajornada@gmail.com