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Larrea: un caso perdido
D

urante las últimas semanas, la opinión pública fue capturada por una supuesta querella entre el presidente Andrés Manuel López Obrador y el segundo hombre más rico de México, Germán Larrea Mota. Quizá convenga comenzar este artículo destacando que el desacuerdo no vino del Ejecutivo, sino de un berrinche del empresario que no quería soltar una concesión de 140 kilómetros de vías ferroviarias. Este suceso resalta, una vez más, el modus operandi de Larrea: esquivo, ambicioso, vengativo, falto absolutamente de solidaridad y sentido de patria y humanidad. De otro modo, ¿cómo lograr coronarse como el supuesto rey del cobre, si no es a través de saquear el territorio nacional?

El asunto comenzó cuando el gobierno mexicano retiró, a través de un decreto, la concesión de 140 kilómetros de vías ferroviarias, ubicados en el Istmo de Tehuantepec, pues se la considera una zona de seguridad nacional e interés para la República. La respuesta del dueño de Grupo México, enorme empresa que se dedica a la minería, al transporte y a la infraestructura, fue sumamente negativa; en principio solicitó la exorbitante suma de 9.5 mil millones de pesos a cambio de entregar la concesión. Esta petición no sólo es absurda, pues ese territorio estaba concesionado, a saber, no es de su propiedad, sino del Estado; también es irrespetuosa con el pueblo de México: ¿de dónde pensó Larrea que saldrían estos miles de millones? Evidentemente de los bolsillos de los mexicanos.

Aunado al atrevimiento de pedir dinero a cambio de entregar un territorio que nos pertenece a todos, este decreto suscitó una serie de críticas a la Cuarta Transformación, argumentando que la recuperación de una vía de comunicación de interés nacional representa inseguridad para los inversionistas. Esa postura tiene en cuenta sólo algunos intereses y coloca al empresario como una víctima del gobierno que sufre la incertidumbre. Sin embargo, durante toda la administración de López Obrador, hemos hecho hincapié en que esos esquemas abusivos son insostenibles y violentos para los mexicanos. Es inadmisible que la iniciativa privada pretenda ocupar, lucrar y predar los recursos que nos pertenecen como país y que serán heredados a las generaciones futuras. Definitivamente, y considerando estas opiniones, resulta claro que este modo de pensar no nos conviene, si lo que queremos es proteger nuestras riquezas y tener prosperidad compartida.

Y si bien el Ejecutivo logró acordar la recuperación de ese tramo con una extensión de concesión en otra zona para Grupo México, todo este proceso deja una sensación de que Larrea se percibe como intocable y con privilegios únicos. Queda pendiente ver cómo se desenvuelve la negociación de la compra de Banamex, la cual lo dejó fuera, y el Presidente aclaró que, de no ser adquirido por alguien más, el Estado podría intervenir. Lo que sí es evidente es que los sucios modos de proceder que tiene este empresario han quedado impunes por años, de ahí que se sienta merecedor de, incluso, del territorio y los recursos nacionales.

El recuento de los abusos y violaciones a los derechos humanos que ha cometido Germán Feliciano Larrea tomaría muchas más páginas de las que dispone mi columna. Es inaudito que una persona tan vil no se haya enfrentado a ninguna represalia a pesar de todas sus acciones. Sólo basta recordar aquel día funesto hace 17 años, el 19 de febrero de 2006, en el que Grupo México cometió el homicidio industrial de 65 mineros en Pasta de Conchos, Coahuila. No sólo eso, sino que evitaron el rescate de los mineros para evadir su responsabilidad sobre el derrumbe: era de su conocimiento que las condiciones de seguridad de la mina eran pésimas y que un accidente de dicha magnitud era más que probable. La negligencia de Larrea y el cinismo que ha empleado para no lidiar con las consecuencias de sus actos sólo han provocado más dolor a las familias. Pero, le pese a quien le pese, lo que sucedió en Pasta de Conchos es un acto criminal y, por tanto, hace del dueño de la empresa negligente e irresponsable.

Empero, sus delitos no terminan aquí. Se considera que sus empresas mineras cargan la responsabilidad de, al menos, 22 desastres ambientales, siendo los más importantes el del mar de Cortés y los ríos Bacanuchi y Sonora. En dichos mantos acuíferos, la mina Buenavista del Cobre que pertenece a Grupo México, derramó cerca de 40 mil millones de litros de sulfato de cobre y otras sustancias tóxicas, produciendo afectaciones irreversibles y gravísimas no sólo en la flora y fauna de la región, sino en las aproximadamente 24 mil personas que habitan los alrededores de dichos ríos. La población sigue padeciendo las secuelas de la contaminación irresponsable y mortífera de 270 kilómetros de arroyos y ríos (casi el doble de extensión territorial que la que peleaba en el istmo), donde los efectos se relacionan con cáncer, alergias y enfermedades crónico-degenerativas.

Asimismo, el 9 de julio de 2019, Metalúrgica de Cobre, otra empresa de Grupo México, derramó 3 mil litros de ácido sulfúrico al Mar de Cortés, lo cual también dejará consecuencias graves e irreversibles para la flora y fauna de esta importante región ecológica.

Frente a estas innombrables acciones que han resultado en la pérdida del medio ambiente y de muchas vidas humanas, me parece un atrevimiento osado pedir dinero y negarse a entregar la concesión del Istmo. En lugar de pedir recursos a cambio de desocupar territorio estratégico, Germán Larrea debería pagar por sus crímenes. Es un villano hecho y derecho que abusa de los trabajadores, de la naturaleza y de la ciudadanía para enriquecerse indiscriminadamente. Y que, además, persigue a toda persona que le pretende poner un alto, como fueron sus injustas acusaciones en mi contra y su participación en la persecución política que mi familia y yo vivimos hace unos años.

En definitiva, Larrea es un caso perdido, de esos que se producen cuando la corrupción y la avaricia permean hasta lo más profundo del corazón humano. Sin embargo, frente a la maldad e injusticia, quienes defendemos los derechos de los trabajadores, y laboramos fuertemente en pro de la ciudadanía, el ambiente y el futuro de los mexicanos, no le daremos tregua a personajes así.

Nunca, ni frente a los obstáculos ni amenazas más grandes, dejaremos de hablar con la verdad y defender la dignidad y el bienestar de la población mexicana.