l primer cdebate por la gubernatura del estado de México fue un ejercicio fallido. El formato fue rígido ante cuatro grandes temas, el tiempo fue escaso para desarrollarlos. No hubo la posibilidad de confrontar propuestas ni proyectos.
Alejandra del Moral y Delfina Gómez leían los guiones elaborados por sus casas de campaña. La moderación, muy cuestionada, pues faltó a una regla básica: equidad. El Instituto Electoral del Estado de México (IEEM) ha quedado bajo la sospecha del sesgo. Sombra que arrastra desde hace lustros.
Los debates son una herramienta política para que el elector conozca las propuestas y los programas de gobierno de los candidatos. Así como su personalidad y empaque para conducir con dominio los destinos de la sociedad.
Todas las encuestas daban, hasta el momento del debate, una ventaja a la candidata morenista de más de dos dígitos, es decir, de 10 a 20 puntos de distancia respecto a Alejandra del Moral. Por ello, la coalición Va por el Estado de México tenía gran expectativa por los debates. De hecho, propuso cinco. Visualizaban a la maestra Delfina con poco carisma, sin empaque oratorio y menos para sostener una discusión bajo presión. El debate como oportunidad de oro para mejorar el posicionamiento de Alejandra y remontar la ventaja.
El código electoral mexiquense establece en su artículo 73 que el IEEM está obligado ha organizar dos debates. Sin embargo, no obliga a que los partidos ni candidatos participen. Por ello, cuando Horacio Duarte solicitó aplazar el primer debate al 28 de abril, los miembros de la coalición estallaron. La maestra tiene miedo, dijeron; agregaron que no quería dar la cara a la ciudadanía.
A la postre, el debate se llevó a cabo el jueves 20. Por primera vez en la historia de la entidad, sólo dos debatientes y las dos, mujeres. Delfina, cuidó su amplia ventaja. Entró relajada, con nuevo corte de cabello y bien maquillada. No se enganchó con las provocaciones de Alejandra. Quizá le faltó más énfasis en el tema de corrupción, la mayor vulnerabilidad de su contrincante priísta. Por cierto, desapareció del debate el llamado Grupo Atlacomulco. Tampoco tuvo contundencia cuando le reprocharon Alejandra del Moral y Ana Paula Ordorica los diezmos de Texcoco. Pero remató muy bien, ante la imprudente pregunta de Ordorica al abordar la cuestión indígena, ante las sonrisas complacientes del bloque priísta, gran parte de ellos son descendientes de mazahuas y otomíes.
Extrañó que Delfina no utilizara el video comprometedor contra Alejandra. Aquel que le dice a sus operadores: Valientes, tomen su lugar en la batalla y hagan lo que saben hacer, para bien o para mal, queremos constancia de mayoría, no de buena conducta, salgan y ganen la elección
. Es un llamado a violar las leyes electorales y recurrir a la práctica del fraude que ha caracterizado al PRI en 94 años en el poder.
Alejandra del Moral no tuvo el punch que todos ansiaban, a pesar de todos sus misiles utilizados. Ni zarandeó ni noqueó a la maestra, como sus correligionarios esperaban. Con habilidad eludió la corrupción. De manera ramplona dijo que ese fenómeno es de las personas y no de las instituciones, planteamiento que amerita un debate serio. De inmediato, descorchó por enésima ocasión el diezmo de Texcoco. Para reprochar: Delfina, ¿con qué autoridad moral vienes hablar de corrupción?
Remarcó que, en todo su servicio público de 20 años jamás ha sido sancionada.
En términos de género, Alejandra fue muy agresiva contra Delfina. Le dijo que era manipulada por hombres. Que se desistiera de sus titiriteros para ya no ser la calladita te ves más bonita
. No tener hijos ni una familia tradicional y no poseer la capacidad ni la preparación para gobernar. Poca sororidad de la candidata de la coalición.
Fue un debate aburrido. La mayor parte de los opinadores destacan la mediocridad del ejercicio. La discusión en el posdebate se ha centrado en el supuesto sesgo contra Delfina de la moderadora Ana Paula Ordorica. Al grado que la representación de Morena ya levantó un procedimiento sancionador especial (PES) contra la conductora de Televisa.
Cuando el contenido de los debates es aburrido o insustancial surgen elementos aleatorios como relevantes. Usted recordará el caso de la edecán Julia Orayén. En el debate presidencial de 2012, la edecán con su atuendo ajustado acaparó las miradas de los televidentes y desató aquella contemplación libidinosa, captada en cámaras, de Gabriel Quadri. La BBC tituló así su noticia: El escote que ganó un debate presidencial
. Un año antes, seguro lo recuerda, en 2011, el exagerado maquillaje de Eruviel Ávila, las Chapitas de Eruviel
, llamaron más la atención sobre sus anodinas propuestas.
El IEEM quedó señalado ante la opinión pública. Ayer en sesión extraordinaria del Consejo General, el tema se abordó. La consejera Karina Vaquera llamó a la autocrítica ante un instituto electoral que está en entredicho, exaltó la colegialidad, ya que se dijo excluida de la toma de decisiones. El consejero Francisco Bello reconoció errores y prometió corregirlos ante el escándalo que el debate ha causado. Amalia Pulido, autocomplaciente, quiso tapar el sol con un dedo citando una encuesta que calificó de muy bueno el ejercicio. Para mí, la responsabilidad del accidentado debate, que ha dejado al IEEM vulnerable, recae en la consejera Patricia Lozano, presidenta del Comité de Debates, quien no sabe distinguir entre conducir, moderar un debate ni su híbrido: moderación activa.