uizá sea por los tiempos políticos que corren. Tal vez obedezcan a intenciones de afectar la marcha normal del gobierno. Quizá intenten dañar la imagen presidencial que tanto preocupa a los conservadores. El hecho es que los corredores del poder opositor se han desbordado. Sus intrigas y pulsiones salen a la calle disfrazadas de verdades
Lo malo es que portan tan frágiles atuendos de carnaval electorero que pronto muestran el cobre. Es en verdad notable cómo los medios de comunicación aportan su elevada cuota de noticias falsas. Y más que eso, dan cabida a sus voceros para que puedan seguir rutas y solidificar lo que, en el fondo, son una hilera de supuestos sobrepuestos. Pero, al encimarlos, pretenden hacerlos pasar por realidades probadas.
No lograrán, por tan endeble ruta, arribar al puerto pretendido. Sus machincuepas ilógicas sólo inciden en la atención de aquellos que reciben, con beneplácito hasta morboso, lo que desean escuchar. Su sed de palabras se une a la oferta que les llega desde los altavoces de la oposición a ultranza.
Suposiciones como las intenciones del Presidente para relegirse abundaron desde el mero inicio de su gobierno. Siguieron, aunque algo mermadas, por un largo trecho y han quedado incrustadas en el imaginario de no pocas personas. Y ahí siguen en espera de convertirse en alarmantes, como posibles, hechos por ocurrir. A esas multitudes se dirigen los sonidos del rumor contagiado. A ellos son a los que afectan hasta copar sus capacidades de juicio crítico. Sólo ven y oyen lo que les cae en su entorno que, por cierto, también atraen similares o idénticas posturas. No parece haber remedio para esta minoritaria capa social. Aunque, en verdad, hace el ruido suficiente como para que no pase desapercibida. Y lo peor es que, de esta enredada manera, afecta, con sus actitudes y desplantes, otros aspectos de la vida organizada del país.
Es un tratamiento periodístico regular configurar alternativas de supuestos sucesos por ocurrir. Saben que desde un principio tienen muy pocas oportunidades de que se concreten. Pero siguen sin detenerse hasta configurar duras consecuencias negativas que se tendrán. Un ejemplo repetido desde cenáculos de prestigio: empiezan por aceptar la mejoría del crecimiento del PIB en un mes o un trimestre (3.7 por ciento, Inegi), pero de inmediato agregan un factible escenario inflacionario en EU, tildado de peligroso. Le agregan una entrevista –aunque pronosticada por expertos– desaceleración de la economía estadunidenese. Y, claro, se afirma entonces que sus repercusiones en México son seguras, inevitables. Se agrega que lo venidero es una caída más que factible del PIB nacional y, por tanto, su consecuente daño al bienestar y el empleo. Sin duda, concluyen, los electores futuros resentirán tales daños en su capacidad de compra, en empleo y votarán en concordancia. La victoria opositora se robustece hasta llegar al éxito asegurado.
En cuanto a los rumores desprendidos de las promociones de legislación, salidas de Palacio Nacional, siempre terminan o se contaminan, mejor dicho, con las verdaderas intenciones morenistas de alterar los resultados electorales. Como AMLO está empeñado en la continuidad de su mando, se quiere anticipar a los posibles escenarios donde, se vaticina con certeza, perderá los comicios (2024); por ello está haciendo hasta lo imposible por salvar el pellejo de su modelo fracasado. Y no sólo se mueve él, sino que, con respaldo del Ejército, está decidido a cambiar en su favor los resultados. Es por eso, continúan los visionarios razonamientos opositores, hay que prepararse para evitar lo que podría llegar a ser un autogolpe de Estado. Si AMLO, en su afán de perpetuarse, no como presidente (endeble salud), pero sí como caudillo mayor, está dispuesto, aseguran sin titubeos, a todo. Trampeará las elecciones que tiene perdidas. La desconfianza y las ilusiones desmedidas del Presidente, según sus críticos, están sembradas.
Ahora, si por casualidad no fueran acertadas y terminales las predicciones de los oráculos conservadores, hay adicionales ayudas y apoyos válidos. Un par de críticos ya consagrados en el universo conocido hacen su trabajo de zapa. Refugiados en un periódico, vehículo más que propicio, les abre sus páginas centrales al inicio de la semana. Uno, académico versado en literatura y otras derivaciones. La otra ya es paradigma de independiente voz entre sus creyentes. Juntos, vierten en el espacio común una cadena interminable de adjetivos e insultos sin límite para la persona y la función presidencial. Hablan y escriben, desde sus inasibles y múltiples púlpitos, enseñoreados de su verdad. Parapetados en sus derechos inalienables, no pierden ocasión de contaminar el ambiente que es de todos y dan por finiquitadas las ambiciones del que asumen tirano. ¡Vaya arrogancia torpe!