ran historiador, cuya obra amerita ser difundida. Gastón García Cantú (3 de noviembre 1917-3 de abril 2004) dio importantes batallas políticas y culturales para rescatar legados de generaciones anteriores que visualizaron un país libre de los poderes colonizadores.
Resultado de la pasión y meticulosidad del profesor García Cantú son sus libros El pensamiento de la reacción mexicana. Historia documental, 1810-1962 (1965); El socialismo en México. Siglo XIX (1969); Las invasiones norteamericanas en México (1971). Acerca de cómo fueron gestados, el autor dejó pistas y comentarios en un volumen que leí ávidamente hace unos días. Lleva por título Gastón García Cantú, recuerdo en breves trazos (Centro de Estudios Filosóficos, Políticos y Sociales Vicente Lombardo Toledano, 2007). La obra es el resultado de las conversaciones grabadas que tuvo Guillermo Fuentes García (nieto de don Gastón) con el historiador. El entrevistador, al escuchar las respuestas del escritor, tuvo meses de intenso aprendizaje. Una suerte de seminario sobre historia de México
(https://rb.gy/0xkyy). Don Gastón conjuntó en siete volúmenes, publicados por el Fondo de Cultura Económica, gran parte de su obra histórica y periodística. Son tomos que llevan por título general Idea de México. El estudio de estos libros adquiere mayor riqueza al conocer las conversaciones que tuvo con su nieto.
García Cantú recorre su historia intelectual, en cuyo inicio fue central su abuela materna. Gracias a quien, dice, leí desde niño. Ella me enseñó en libros en los cuales yo podía aprender lo que, en su juicio, era la vida misma. Me hizo leer a Tolstoi, Gorki, Chejov y a españoles como Galdós y Cervantes
. También confía detalles de su labor en la codirección, junto con Fernando Benítez, del suplemento México en la Cultura, y más tarde al frente de los primeros 22 números de La Cultura en México. Ambos suplementos fueron semilleros de nuevos autores. Aporta pormenores de los años como director de Difusión Cultural de la UNAM (1966-70, bajo el rectorado del gran Javier Barros Sierra), y del sexenio al frente del Instituto Nacional de Antropología e Historia (1976-82).
Es muy valiosa la narración hecha por García Cantú de su relación laboral y personal con el rector Javier Barros Sierra, sobre todo del año que Octavio Paz llamó axial: 1968. Las presiones del presidente Gustavo Díaz Ordaz no tuvieron el efecto deseado por su autoritarismo, y no lo tuvieron por la entereza de Barrios Sierra para defender la autonomía universitaria. Don Gastón acompañó solidariamente al rector en esa batalla desigual. Fue testigo de la incólume postura de don Javier ante el criminal acoso de Díaz Ordaz: Lo que más profundamente molesta a los enemigos de la universidad es el ejercicio de las libertades democráticas de reunión, de pensamiento y de expresión dentro de nuestra comunidad. Ciertamente, la universidad aún no ha dado al pueblo todo lo que debe darle, pero su marcha es ascendente y eso no sólo se dice sino que se comprueba diariamente. ¡Viva la discrepancia, porque es el espíritu de la universidad! ¡Viva la discrepancia, porque es lo mejor para servir!
A la par de la obra historiográfica del personaje, resulta necesario revalorar su labor como defensor del patrimonio nacional y creador de centros para fortalecer la memoria histórica de momentos cruciales para la nación mexicana. A García Cantú se debe la confección de un instrumento legal protector de lugares históricos que funcionarios gubernamentales, o sus familiares, usaban para efectuar fiestas de todo tipo. Carmen Romano, esposa del presidente José López Portillo, era dada a organizar convites en el Castillo de Chapultepec. Como director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, don Gastón, rememora Luis Hernández Navarro, se entrevistó con López Portillo para solicitarle que impidiera las fiestas de su esposa. El presidente le respondió que el cuerpo diplomático ya había sido convocado y, por tanto, no podía cancelar el acto. El historiador (al que habría que organizarle un gran reconocimiento nacional) insistió en que el castillo estaba en peligro y le propuso que el Ejecutivo federal expidiera un acuerdo prohibiendo que los centros históricos o prehispánicos fueran sitios de reuniones sociales. Finalmente, el mandatario aceptó, aunque la francachela de su consorte no fue cancelada. El decreto contó con el aval de la comunidad científica, académica y laboral del instituto
(https://rb.gy/cm03h).
Por dos inolvidables años formé parte de un pequeño grupo al que Gastón García Cantú impartió un seminario de historia de México. Cada clase era deslumbrante. En una ocasión citó al grupo en el Museo Nacional de las Intervenciones, que él fundó, e hizo un recorrido explicando el contenido de cada sección. Esto aconteció días antes de que el museo fuera inaugurado y abierto al público.