Opinión
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Aprender a morir

Una carta a la muerte

D

ante De Luna, licenciado en filosofía por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, logra una sana distancia entre los remilgos ancestrales y la evitación posmoderna al escribir:

“Muerte, ¡qué graciosa eres! No me malinterpretes, no me río de la idea de morir, pero me parece divertida la forma en que los humanos te tratamos. Es como si todos fuéramos partícipes de un gran secreto del que nadie quiere hablar… Todos hablamos de sexo, drogas y rock (bueno, todos menos tu tía la panista), y no pasa nada, pero si te mencionamos es como si apagaran las luces en un cuarto oscuro; no debería tener sentido molestarse por ello.

“En serio, siempre trato de decirles a los demás que, sin importar cómo te enfrentemos, seguirás existiendo. Eres como el PRI, pero sin tanta burocracia. Entonces, ¿por qué batallar contigo? ¿Será que apareces en los momentos más inoportunos o que haces huelga cuando no deberías? En cualquier caso, eres lo único que está garantizado en la vida (los impuestos también, pero ese es otro tema más lúgubre). Así que quizá deberíamos relajarnos un poco y aprender a aceptar el hecho de que todos vamos a estirar la pata algún día.

“Luego está la forma en que afrontamos tu llegada. Algunas personas se emocionan y lloran, mientras otras se cierran como almejas. Algunos se gastan una fortuna en un funeral, mientras otros optan por una cremación sin lujos. También están los que se niegan a reconocer la muerte por completo, y algunos más que en realidad sólo queremos que alguien borre nuestro historial de búsqueda. En fin, tal vez deberíamos empezar a celebrar fiestas de la muerte en lugar de funerales. Ya sabes, una gran celebración de la vida en la que todo el mundo se emborrache y cuente historias divertidas sobre el difunto. O quizá deberíamos ver a la muerte como parte final de la vida. A menos de que haya algo después, la verdad sí me enojaría tener que lidiar por la eternidad con estos dolores de rodillas y espalda.

En cualquier caso, muerte, no pretendo ridiculizarte. Eres un asunto serio y lo respeto. Pero a veces un poco de risa es la mejor medicina. Así que brindemos por ti, que eres la mejor comediante, porque la vida es demasiado corta, pero también muy divertida, y aunque llegues temprano a la verbena, así nos arrancas de la tediosa tarea de tener que lidiar con crédulos desmesurados, gente impuntual y escritores de columnas periodísticas.