ntre el año 2000 y 2020 se notan persistencias y cambios relevantes en el panorama general de la emigración mexicana a Estados Unidos.
A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, tres estados del occidente de México – Jalisco, Michoacán y Guanajuato– siempre se han alternado en los tres primeros lugares en cuanto a su aporte a la emigración hacia Estados Unidos.
De acuerdo con el censo de 1980, los tres estados mencionados representaban más de la mitad (51.29 por ciento) del total del contingente migrante. Veinte años después, el censo de 2000 reporta que el aporte agregado de Jalisco, Michoacán y Guanajuato no llega a ser una tercera parte (31.39 por ciento). Y en 2020, la participación de los tres estados sólo alcanzó a representar la cuarta parte del flujo total (22.96 por ciento).
Las cifras ponen en evidencia una tendencia decreciente de la participación proporcional de esas tres entidades en el panorama nacional, sin embargo, los tres persisten en ocupar los tres primeros lugares en 2020: Guanajuato, con 9.23 por ciento, en primer puesto; Jalisco, en segundo, con 7.48, y Michoacán, con 7.37, en tercero.
En las últimas décadas se nota la relevancia de la región histórica de la migración, pero, al mismo tiempo, la emergencia de otras entidades y la participación de todos los estados y municipios del país, en el proceso migratorio hacia Estados Unidos.
La continuidad y la persistencia de la migración en determinadas comunidades ha sido explicada y comprobada empíricamente por la teoría de la causalidad acumulativa. A medida que se consolidan las redes sociales en una comunidad de emigrantes, crecen las posibilidades de que otros miembros de la familia, del barrio o de la comunidad se incorporen al proceso. Se pueden rastrear varias generaciones de migrantes, donde abuelo, hijo y nieto tienen experiencia migratoria, al igual que se acumulan experiencias migrantes en una localidad, asunto que no necesariamente sucede en otra.
Pero todo tiene fin, eso parece haber sucedido en Los Altos de Jalisco, una de las regiones más prolíficas del país. En efecto, hace unos años pude entrevistar a una señora que tuvo 18 hijos y otra 15, y muchos de ellos radicaban en Estados Unidos. Esta región, que tenía índices muy altos de intensidad migratoria, se ha transformado y en la actualidad ha pasado de la transición demográfica (de siete a dos hijos por mujer en promedio) a la transición migratoria, con un decrecimiento importante de nuevas salidas de paisanos al extranjero y la llegada, cada vez más notoria, de migrantes internos, en su mayoría indígenas de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Veracruz. A esto hay que añadir un desarrollo económico importante y diversificado en la región, que otorga oportunidades a los locales y requiere mano de obra abundante que viene de otras entidades.
El caso de Zacatecas es diferente, pero tiene semejanzas, ya que en 1980 ocupaba el cuarto lugar a nivel nacional, con una participación emigratoria de 8.29 por ciento, lo que resultaba muy relevante dado que, comparativamente, tenía menos población que otros estados emigrantes. Pero ya para el año 2000 pierde lugares y pasa a ocupar el noveno con 4.12 por ciento, y en 2020 su participación decrece a 3.56 por ciento y ocupa el lugar 13; superado por Hidalgo, que tiene menor tradición migratoria. El censo de 2000 reporta la salida de 46 mil emigrantes zacatecanos, mientras en 2020 sólo salieron 17 mil.
No obstante, habría que analizar con más cuidado el caso de Zacatecas, dado que se nota un proceso de transición demográfica, que lleva a una transición migratoria, pero no es tan evidente el desarrollo económico, como sí se da en el caso de Los Altos de Jalisco. Por otra parte, la violencia sería otro factor que habría que tomar en cuenta, al igual que el despoblamiento y el crecimiento negativo de muchos municipios.
En la actualidad y a nivel nacional, destacan los estados con importante población indígena emigrante, como Oaxaca (cuarto lugar), Guerrero (quinto), Veracruz (séptimo) y Puebla (décimo). En este último caso se da un cambio relevante, al pasar del tercer lugar en 2010, con 52 mil emigrantes, al décimo en 2020, con sólo 20 mil.
Las cifras claramente reflejan una disminución del flujo migratorio a nivel nacional, que se percibe en casi todos los estados. Por ejemplo, el censo registra que de Guanajuato salieron 120 mil migrantes en el año 2000, en 2010 fueron 85 mil y en 2020 sólo 44 mil. Y a pesar de este decrecimiento, en números absolutos, ocupa el primer lugar.
En síntesis, se confirma una clara tendencia nacional a la transición migratoria, salvo en estados con importante población indígena, como Oaxaca, Chiapas Quintana Roo y Yucatán, donde la caída no es tan significativa y tampoco se ha completado la transición demográfica.