Jueves 6 de octubre de 2022, p. 5
Qué bueno que en 2019 la Feria del Libro de Guadalajara (FIL) le concedió el Premio FIL de Lenguas Romances 2019 de Guadalajara al poeta David Huerta, cuya obra a todos nos enorgullece. Su editorial Era (también la mía) publicó varios de sus grandes libros de poemas, como Incurable en 1987, Cuaderno de Noviembre y Versión, mientras el Fondo de Cultura Económica lanzó los dos volúmenes de La mancha en el espejo.
A David Huerta, poeta y maestro universitario, siempre lo quisieron los jóvenes, siempre lo consultaron porque irradiaba bondad. Recuerdo que en el año de Ayotzinapa
, 2014, a cada hora, en los pasillos de la Feria del Libro de Guadalajara protestamos por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y repetíamos todos enojados en voz alta, en una marcha dentro de la misma Feria, el poema de indignación y rabia de David Huerta que nos llegaba hasta el alma.
Después de contar hasta el número 43 y dar el nombre de cada uno de los estudiantes, permanecíamos callados y dolidos, de pie en los pasillos, y la voz de David resonaba entre los muros de libros en una de las protestas más conmovedoras contra la desaparición de jóvenes estudiantes.
También recuerdo que hace más de 40 años, cuando Julieta Campos dirigió el Pen Club Mexicano (que en nuestro país no hacía nada hasta que ella llegó), organizó una serie de conferencias en torno a la presentación de dos poetas que leerían frente al público: un poeta reconocido y un principiante. El laureado Octavio Paz escogió leer al lado de David Huerta. En voz muy alta y con palabras claras y contundentes, Paz explicó que no había escogido a David por ser hijo de su amigo Efraín Huerta, sino por mérito propio.
Por eso y por muchas razones más, la desaparición de David Huerta es un golpe artero que nos atañe a todos y atenta contra lo que podríamos llamar la comunidad intelectual mexicana. Su muerte afecta a los jóvenes universitarios y a quienes admiramos su obra y su actitud en la vida. Para los estudiantes, la pérdida es enorme y lo es con mayor razón para su hija, Paloma, y para su esposa, la escritora Verónica Murguía, quien fue una colaboradora dominguera del suplemento La Jornada Semanal y la persona, tal como lo declaró David, que más quería en el mundo.