Tlatelolco: el gobierno no estaba preparado para la democracia
a represión del 2 de octubre de 1968 fue antecedida por muchas formas de represión de los gobiernos que se llamaban a sí mismos revolucionarios. No hay duda de que el sistema notable por su originalidad y habilidad para negociar y obtener la estabilidad no sólo pacificó a un país acostumbrado a disputas sangrientas, sino que también logró un índice de crecimiento y estabilidad económica notable.
Esto no quiere decir que el PRI-gobierno haya sido una estructura política moderna; empleó la mano dura contra los trabajadores y se permitió usar al Ejército para suprimir los movimientos que se salían del control oficial. Existen evidencias de la represión en los regímenes de Miguel Alemán Valdés, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, pero sin duda el campeón
de la represión fue Gustavo Díaz Ordaz. El PRI no podía comprender ni autorizar los comportamientos de movimientos que se salieran del margen. La mayor represión fue la que se dirigió al movimiento estudiantil, que concretó sus peticiones en seis puntos que expresaban sobre todo una demanda de democracia elemental.
La matanza de Tlatelolco no fue respuesta a un golpe subversivo que llevara a México a convertirse en otra república socialista. Existen muchas señales del pensamiento paranoico de Díaz Ordaz y ninguna de un intento de cambio de régimen. El Partido Comunista tuvo un papel muy secundario, apenas algunos de sus miembros estuvieron en las marchas.
Conforme ha pasado el tiempo se han ido esclareciendo algunos hechos verdaderos del movimiento estudiantil-popular y también la existencia de una trampa infame para hacer creer a la opinión pública, totalmente influida por los medios, que se trató de un combate entre estudiantes radicales- comunistas y el Ejército. No hubo ningún combate, ni siquiera una escaramuza. El cuerpo de Ejército que entró a Tlatelolco no sabía que francotiradores del gobierno iban a disparar contra los asistentes al mitin y contra los soldados que avanzaban para disolverlo.
Es muy significativo que no se olvide el 2 de octubre, que los jóvenes de hoy sigan interesados en saber qué pasó y expresen su repudio. Aunque finalmente se impuso el gobierno y aplastó la rebeldía juvenil, el efecto que generó la tragedia de Tlatelolco es antecedente muy poderoso en la transición hacia la democracia. Tuvimos que esperar 30 años, y así pudimos madurar nuestra convicción y aprender a hacer política.