En El invencible verano de Liliana, la escritora profundiza en su cruzada contra el olvido y defiende las herramientas del presente
Domingo 18 de septiembre de 2022, p. 8
Faltan poco menos de 30 minutos para las cinco de la tarde. Caminamos por un costado de la plaza y le pregunto a Cristina Rivera Garza si las constantes miradas hacia el pasado –en el cine, la música y principalmente la literatura– se pueden interpretar como una incomodidad con nuestro presente. Se queda callada y luego ensaya una respuesta: el territorio del pasado es un campo privilegiado para la escritura
. Nos detenemos en una balaustrada de cantera rosa. Estamos en el Jardín Guerrero, un lugar de encuentro para artistas, músicos, escritores y familias. Todo es fiesta, todo es alegría. Todos ríen, juegan y hablan al mismo tiempo, así suena el fin de semana. Rivera Garza llegó a Querétaro para participar en dos conversatorios. Al caminar las calles, no son pocas las personas que al reconocerla le piden una foto, la última pareja de lectores que lo hizo se acercó tímidamente y agradeció el gesto después de inmortalizar el encuentro, luego siguen adelante y la escritora mexicana continúa: “desde hace mucho tiempo existe la novela histórica, la memoria, la biografía. Todos estos formatos trabajan directamente con el pasado histórico y creo que la gran diferencia es que hay distintas formas de intentar dialogar con él, una de ellas –que es la que particularmente a mí me interesa– tiene que ver con la beta documental, con la posibilidad de introducir e importunar documentos, textos, artefactos, las voces mismas de las experiencias que se quieren visitar o informar”.
Apenas unos minutos antes esperaba la llegada de la escritora mexicana junto al escenario improvisado donde platicará con Francisco Carrillo sobre su más reciente libro, El invencible verano de Liliana (Literatura Random House, 2021). Cuando llegó, me sorprendió su aspecto: tiene el pelo color de plata que hace juego con sus zapatos, unos lentes morados y, como toda buena rockstar, viste totalmente de negro. Nos acomodamos mejor bajo la sombra de un árbol y me explica cómo funciona su obra: vamos a llamar a esto el aspecto materialista de la no ficción, el cual creo que se corresponde mucho a una época que está bajo la amenaza de muchos fines del mundo, de extinciones y de la inminencia de cambio climático y creo que todo eso nos obliga o, mejor dicho, nos invita a considerar con especial énfasis otros aspectos materiales de nuestro pensar y también de las herramientas que tenemos
.
Al contrario de lo que se podría pensar, Querétaro es una ciudad soleada en septiembre. Desde muy temprano el cielo se encuentra despejado y el sol picante encoge las sombras de los hombres. Debido a su posición geográfica y al externo diálogo entre su metrópoli creativa y el vibrante pasado de su centro histórico, cada año recibe al Hay Festival, un encuentro de artes y literatura representado por literatos, músicos, cineastas y otras personalidades. Desde donde estamos se puede mirar a las personas mezclándose con los invitados y a los niños corriendo alrededor de la fuente monumental. Nos acomodamos y Rivera dice que está muy contenta con el clima, pues en unos minutos comenzará a platicar sobre un libro que escribió con la intensión de compartir sus sentimientos con sus lectores. Se trata de un proyecto que lidia con el dolor, con la ausencia y con la incansable búsqueda de justicia.
–¿No te sorprende que muchas personas, varias de ellas muy jóvenes, encuentren cobijo en tu obra?
–“Creo que el gran reto de los escritores es ser contemporáneo de sus contemporáneos y poder establecer una serie de decisiones estéticas y éticas con nuestras herramientas que permitan crear esa conexión significativa con lectores jóvenes y otros no tanto. No estoy segura de que haya una transición generacional clara, pero ciertamente la posibilidad de conectar todo de una manera significativa con nuevas generaciones, supongo, se da cuando las preguntas que nos motivan a escribir surgen desde el presente mismo que está en juego en nuestros trabajos, ahí creo que existe la posibilidad de una conexión qué a mí personalmente me importa mucho.
Nadie se explica cómo puede leerse el cambio social. En la antropología social éste suele leerse en término de oposiciones entre generaciones consecutivas –padres e hijos– y de alianza entre generaciones alternas –abuelos y nietos–. La escritora mexicana no lo tiene claro, lo que sí hace es profundizar en su cruzada por construir un lenguaje distinto que permita identificar sucesos, tragedias, problemas y articularlo de un modo que nos permita vivir críticamente. Hay muchas maneras de volver la vista atrás y traer ese pasado a colación ahora. Ese movimiento es el que me interesa: La mirada nostálgica hacia el pasado cómo un punto al que hay que regresar. Nada aparte de eso me importa más. Creo que escribimos sobre eso con las herramientas del presente
.
Después de varias horas de viaje Cristina está fatigada y me pide que nos acerquemos al escenario e ir cerrando la entrevista. Caminamos hacia el lugar donde minutos más tarde comenzará su presentación. Nos detenemos a medio camino y nos encontramos a varias personas que ya la esperan. El lugar comienza a verse lleno, antes de entrar me dice: el lenguaje del presente muchas veces es el que nos permite enunciar cosas que han sido invisibilizadas o silenciadas en el pasado. En el caso de este libro el trauma generado por un crimen que muchas veces se silenció por cuestiones del sistema patriarcal en el que vivimos