n su discurso con motivo del desfile cívico militar por el 212 aniversario del Grito de Independencia, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó una dura crítica a las grandes potencias globales y la Organización de Naciones Unidas por no haber hecho lo necesario para evitar la guerra entre Rusia y Ucrania.
Respecto al organismo internacional, indicó que la ONU permanece inactiva y como borrada, presa de un formalismo y una ineficacia política que la deja en un papel meramente ornamental
. Pero, remarcó, más reprobable aún es el proceder de las grandes potencias que, de manera explícita o silenciosa, se posicionan ante el conflicto sólo para servir a sus intereses hegemónicos, por eso no puede evitarse la sospecha de que, aunque parezca perverso e increíble, esta guerra, como muchas otras, está siendo azuzada por los intereses de la industria bélica
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Sin dejar de condenar la agresión rusa contra su país vecino, el mandatario cuestionó el papel de Occidente al proveer a Kiev de armamento a la vez que impone sanciones económicas y comerciales a Moscú, medidas que sólo han servido para agravar el conflicto y producir más sufrimiento de las víctimas, sus familiares y refugiados; para agravar el desabasto de alimentos y energía e impulsar la inflación mundial
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Por ello, el Presidente anunció que se presentará a la comunidad internacional la propuesta de conformar un comité para el diálogo y la paz con el propósito de poner fin a esta dolorosa y absurda guerra
, el cual estaría integrado por el papa Francisco; el primer ministro de India, Narendra Modi, y el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres. Anticipando las dificultades, sin cuento, que sin duda encontrará una iniciativa que rema a contracorriente de los afanes bélicos imperantes entre quienes controlan las piezas del tablero global, López Obrador señaló que suceda lo que suceda, nunca será en vano luchar por la justicia y por la paz
, pues el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás
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Horas antes, el líder de la Cuarta Transformación introdujo cambios en el tradicional Grito de Independencia para arengar al pueblo de México a que se acabe con tres de las peores lacras que laceran a nuestra sociedad y desde el balcón central de Palacio Nacional, lanzó: ¡Muera la corrupción, muera el clasismo, muera el racismo!
No puede soslayarse la conexión simbólica entre estos exhortos y el llamado a la paz mundial de la mañana siguiente: si la guerra en Europa del Este genera odios que tardarán décadas en sanar (si acaso lo hacen) y siega vidas de combatientes y civiles de dos pueblos hermanos, con una larga historia compartida e imborrables lazos culturales; el clasismo y el racismo en México son fuentes de una animadversión no menor, así como mecanismos detestables de multiplicación de las desigualdades y negación de oportunidades por motivos como el color de la piel, sexo, identidad de género, preferencia sexual, pertenencia a grupos indígenas o el poder adquisitivo.
Sin caer en la ingenuidad, es necesario tener esperanza en que más pronto que tarde las sociedades darán la espalda a los poderosos que promueven la sinrazón bélica, así como a políticos, comunicadores y toda laya de personajes que enarbolan discursos de indisimulado clasismo y racismo para denostar a sus adversarios y apelar a las emociones más cavernarias de sus simpatizantes.