Memorias de un ciego visionario son valiosos testimonios de humanidad y taurinismo vividas a tope, señala su autora, Bernarda Muñoz
uando en una sociedad el estado de derecho se convierte en antojo de intransigentes o, peor aún, en preferencias de jueces seudohumanistas, el principio de legalidad se resquebraja y la democracia se debilita. Si a lo anterior se añade el sospechoso silencio de los directamente perjudicados, la situación se vuelve vergonzosa para unos y otros.
Con la pandemia, cada sector recarga baterías o deja que se le agoten, dependiendo de la creatividad y el desafío que sea capaz de desplegar. La fiesta de toros no podía ser excepción, y mientras unos exhiben el ejercicio torpe de su poder y la falta de determinación, otros intentan tomar en cuenta al aficionado y ofrecerle algo de esa fiesta a través de la preservación de su memoria con testimonios de personajes destacados en épocas hoy casi olvidadas.
“Memorias de un ciego visionario –señala la autora Bernarda Muñoz, comunicadora taurina y directora del portal Entretendido.com– nace de un compromiso moral con mi padre, Jesús El Ciego Muñoz, y con mi tío, José El Negro, toreros de acusada personalidad y a cual más de polifacéticos, y también del convencimiento de que la huella que dejaron debe ser recordada y conocida por las nuevas generaciones de aficionados. ¿Por qué? Porque el testimonio de humanidad y taurinismo que dejaron en el ánimo popular es legado histórico-cultural, humano y literario de una fiesta hoy a merced de todo pero no del toro.
“Aquella personalidad de El Ciego –prosigue, orgullosa, su hija– que se dejaba ver al caminar por las calles del viejo centro histórico, espíritu romántico y bohemio de corazón que formó parte de la galería de personajes mexicanos del pasado siglo, siempre estuvo dispuesto a ayudar al que lo necesitara porque sabía lo que es carecer de todo excepto de un espíritu emprendedor que además de torero, supo ser empresario, apoderado, poeta, declamador y periodista, con su aportación al periodismo taurino de México como precursor de las agencias que hoy existen.
“En estos momentos difíciles para la fiesta brava –abunda Bernarda– necesitamos resaltar las muchas cualidades que posee y que jóvenes y no aficionados desconocen, pero no sólo en los ruedos, sino a través de la cultura y de las artes que aquella ha generado. Además de la portada con espléndida foto de El Saltillense, conmovedores relatos, algunos poemas de El Ciego, nutrido desfile de personajes, valiosos testimonios, fotografías inéditas, bellas obras del maestro Antonio Rodríguez, un soberbio texto de Renata Solleiro Muñoz, la caricatura de Luis Carreño y el sabroso prólogo del pintor y escultor Rafael Sánchez de Icaza, el libro recoge las tintas que el pintor Manuel Rodríguez Lozano realizó, con mi tío José como modelo, para la primera edición de Verte y no verte, de Rafael Alberti, editada en México en 1935 por Miguel N. Lira.
“Cuenta El Ciego su desbordada afición e increíbles hazañas y la decepción que sintió cuando su hermano El Negro le envió de España libros en lugar de capotes y muletas, para posteriormente entender y valorar el significado de aquel gesto, y cómo su labor fue motivo de inspiración para Luis Spota en Más cornadas da el hambre y Jorge López Antúnez en El zopilote mojado.” Memorias… está a la venta en la Asociación Nacional de Matadores, en Atlanta 133, al lado de la Plaza México; en Guadalajara, con Miguel Ángel Martínez, en el 33 2137 3568; en Aguascalientes con Vicente Esparza, en el 449 109 4985; en Zacatecas, con Marco Antonio Aguirre, en el 492 102 7183, y en la Ciudad de México, en chuypress@hotmail.com y en el 5559 40 5990.