on una clamorosa recepción del público fue estrenada ayer Noche de fuego, la primera obra de ficción de la otrora documentalista salvadoreña/mexicana Tatiana Huezo, dentro de la sección Una Cierta Mirada. La transición no ha sido fácil. Situada en un pueblo de la sierra de Jalisco, la película enfoca la amistad entre tres niñas que devienen adolescentes en un entorno dominado por el narco, claro, pero también el ejército y la policía. La narrativa se centra sobre todo en Ana, que vive sólo con su madre (Mayra Batalla), pues su padre emigró a Estados Unidos.
Noche de fuego es más convincente cuando domina el ojo de documentalista de Huezo; escenas del trabajo en una cantera, donde niños son empleados como mineros, o la cosecha de la amapola a cargo sobre todo de las mujeres lugareñas, tienen el peso de lo real. En cambio, el retrato de las adolescentes en edad de la punzada se siente desbalanceado entre el lirismo y el sentido de amenaza representado por la guerra entre narcos y fuerzas del orden. Los primeros secuestran, ejecutan y extorsionan a los pobladores, pero parecen hacerlo por temporadas. Cuando ocurre la noche titular, parece una idea de último momento.
De vuelta en la competencia, le tocó el turno al singular cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul con Memoria, su primera película fuera de su país e idioma natales. Filmada en Colombia y hablada en español e inglés, gira en torno a la extranjera Jessica (la británica Tilda Swinton, también productora ejecutiva), quien sufre de insomnio porque un ruido fuerte, como una percusión, resuena en su cabeza y ella trata de investigarlo. No hay más anécdota que esa.
Impacientes, absténgase. Weerasethakul es un gusto adquirido y no cualquiera puede entrar en su peculiar sintonía y parsimonioso ritmo narrativo. Además, mantiene su distancia frente a sus actores mediante long shots y full shots, sin un solo acercamiento a su rostro. (Daniel Giménez Cacho aparece en dos escenas y pude reconocerlo en la primera sólo por su voz).
Sin embargo, el cineasta parece cada vez más enigmático. En comparación, El tío Boonmee, título ganador de la Palma de Oro en 2010, parece tan accesible como un producto Disney. La última media hora es un extraño diálogo entre Jessica y un hombre llamado Hernán (Elkín Díaz) susceptible de dejar perplejos a los espectadores que permanezcan en la sala. Sobre todo, por un detalle que no revelaré.
La organización de Cannes suele practicar la estrategia de dejar en la recta final a las películas difíciles o malas. Al segundo rubro pertenece France, lo más reciente del iconoclasta francés Bruno Dumont, que intenta una sátira política por medio del desempeño de una periodista llamada France (Léa Seydoux, en su tercera y más lamentable actuación en el certamen). Es un proyecto mal concebido y peor ejecutado. Muy lejos están sus realizaciones – La vie de Jésus (1996), L’humanité (1999)– que eran pioneras en eso de la desdramatización y la mirada distanciada. Esta es su peor película a la fecha y la peor francesa del concurso.
Como si no fueran suficientemente difíciles los accesos a las salas con eso de mostrar la cartilla de salud, el boleto electrónico y el gafete, ahora hubo una amenaza de bomba en el Palais del festival. Soldados armados con metralletas rodearon el lugar durante media hora, en lo que se desmintió la falsa alarma.
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