no. El 6 de junio el gobierno de la Cuarta Transformación y su partido, Morena, enfrentaron exitosamente un enorme desafío. Quedó claro que en la política institucional sólo hay dos bandos: el progresista y el conservador; sí, conservador, porque pretende conservar el modelo de desigualdad y privilegios que los organismos financieros internacionales impusieron a México en los años 80.
Con los conservadores se alinearon los partidos políticos tradicionales (menos el Verde); los grandes empresarios acostumbrados a hacer negocios a la sombra del poder político; los telectuales y opinólogos rabiosos porque les quitaron su chayote; el duopolio televisivo y los periódicos y cadenas nacionales
, casi todos directamente vinculados a grupos oligopólicos. Contaron también con los voceros del capital financiero internacional en Estados Unidos y Europa. Se sumaron el secretario General de la OEA, un miserable que ha respaldado golpes militares en nuestra América, y muchos otros intereses afectados o que se creen afectados por el gobierno.
La campaña de odio y calumnias, los dineros invertidos arreciaron durante el proceso electoral hasta llegar a niveles absurdos y desquiciados. A pesar de todo, Morena rebasó los objetivos mínimos fijados: el mapa político de la República cambió drásticamente con la victoria de Morena en 11 de las 15 entidades en que estaba en disputa el cargo de gobernador, y se mantuvo la mayoría simple de la Cámara de Diputados (aunque dependa del veleidoso y corrupto Partido Verde
), lo cual, como explicó el 7 de junio el presidente Andrés Manuel, es clave para mantener el rumbo reformista de nuestro gobierno.
Dos. Pero no se puede cantar victoria. Consideremos que en 2018 Andrés Manuel obtuvo cerca de 54 por ciento de la votación total y que sus niveles de aprobación rondan 65 por ciento, y veamos un primer dato fundamental: según los resultados finales del PREP, el 6 de junio Morena y aliados (incluido el Verde, de cuyos votos dependerá la mayoría en la Cámara) obtuvieron 47.2 por ciento de los votos, mientras los adversarios de la Cuarta Transformación alcanzaron 52.8 por ciento. De las 15 gubernaturas en disputa, sólo en Sinaloa y Sonora se rebasó 50 por ciento de los votos y en Campeche (32 por ciento) y Colima (30 por ciento), Morena ganó porque la oposición se presentó fragmentada.
Morena llegó a estas elecciones con un presidente del partido impuesto por intereses ajenos, que colocó en todos los lugares en que pudo hacerlo candidatos ajenos a la militancia, muchas veces, recién llegados de los partidos que integraron la alianza opositora. No hubo lugar donde ese presidente
no generara conflictos. Sus argumentos bordaban sobre el pragmatismo: la eficacia
, popularidad
, competitividad
. Se impusieron las encuestas de reconocimiento
como elemento definitorio de las candidaturas… y hoy sabemos que casi todas las encuestas fueron falsas.
Tres. El más evidente resultado del pragmatismo
fueron dos entidades donde el presidente
impuso dos candidatas recién llegadas del PRI. En Nuevo León el resultado fue catastrófico no sólo para Morena, que cayó al cuarto lugar, sino para la vida política nacional y para los neoleoneses. En San Luis Potosí resultó obvio lo que denunciaron las bases: que al no poder imponer a un amigo personal como candidato, el presidente
del partido puso a una gris funcionaria priísta para que su amigo llegara al gobierno bajo las siglas del Verde
. El presidente
del partido llegó al extremo de violar los estatutos al apoyar abiertamente al candidato del Verde
el último día de la campaña.
No olvidemos que dos candidatos a gobernador fueron bajados por el INE, porque la dirección del partido no cumplió con minucias legales. Minucias, pero de elemental cumplimiento. Eso afectó la votación en Michoacán, donde el candidato de Morena ganó por muy estrecho margen.
Cuatro. Muy preocupante es lo ocurrido en la Ciudad de México. Desde enero, Paco Ignacio Taibo II y otros compañeros explicaron que la imposición en Guerrero de un candidato con acusaciones judiciales de abuso, la alianza con el Verde
y acciones similares, sería cobrada, fundamentalmente, por los electores de la Ciudad de México. No podemos evitar señalar que en muchas ocasiones, los operadores del líder de los senadores de Morena (que apoyó abiertamente a otro partido en su estado natal, entre ellos su hija, candidata a diputada) hicieron campaña por los candidatos de la alianza opositora.
El 8 de junio Luis Hernández Navarro escribió en La Jornada que el presidente
de Morena: pactó innumerables candidaturas indeseables, tanto con poderes fácticos mafiosos como con viejos priístas o verdes, hasta hacer de Morena un organismo político igual a todo lo que los mejores militantes de ese partido combatieron durante décadas. Simultáneamente, incumplió una y otra vez acuerdos con sus militantes y dejó fuera de las listas de aspirantes a puestos de representación popular a luchadores consecuentes e íntegros.
Lo más grave es que el partido no existe: su institucionalidad ha sido dinamitada; sus bases, ninguneadas por la dirigencia; su entusiasmo, eliminado… ¿Hay solución posible? Sí.
Twitter: @HistoriaPedro