espués de su refrescante debut, Somos Mari Pepa (2013), sobre una incipiente banda de punk rock de Guadalajara, el director tapatío Samuel Kishi Leopo ha acometido un proyecto bastante más arriesgado. Los Lobos no es la típica historia tantas veces contada de migrantes cruzando la frontera para buscar una mejor vida en Estados Unidos, sino se centra en la experiencia de un par de niños, según viven el abandono y el tedio.
Su madre, Lucía (Martha Reyes Arias), ha cruzado con ellos la frontera de manera legal en autobús y así viajan hasta Albuquerque, donde pretenden reiniciar su existencia. El poco dinero que ella tiene sólo le alcanza para rentar una pocilga, que necesitará de una limpieza a fondo para poder habitarla. Como la mujer necesita desempeñar dos trabajos para poder subsistir, no le queda de otra que dejar a sus hijos solos. Por suerte, Max (Maximiliano Nájar Márquez) y Leo (Leonardo Nájar Márquez) son niños imaginativos que, con sus juegos, logran distraerse en las largas horas de abandono.
Esa es toda la anécdota de esta sorprendente película. Con la cámara de Octavio Arauz puesta en el nivel del suelo, Kishi Leopo observa a sus pequeños personajes mientras tratan de asimilarse a su nuevo entorno. Su única obsesión es viajar a Disneylandia, la tierra prometida. Así, las únicas frases que han aprendido en inglés son We want to go Disney. One ticket please, que repiten como mantra hasta el hartazgo de su madre. Disneylandia está muy lejos, geográfica y económicamente, y a Lucía sólo le queda poner condiciones mentirosas para poder prometerles el sueño.
Los Lobos ha invitado a comparaciones con la película estadunidense El proyecto Florida (2017), de Sean Baker. En efecto, el argumento es similar, pues trata de una niña precoz cuya madre prostituta la deja a solas en un motel para que ella haga de las suyas con sus amigos. Sin embargo, hay una diferencia fundamental. La niña, interpretada por Brooklyn Prince, resulta insoportable, pues es precisamente el tipo de fabricación hollywoodense diseñada para encantar al respetable. En realidad, lo único deseable es que alguien responsable la castigue.
En cambio, Max y Leo no son enanos con actitud. Se comportan como auténticos niños dejados a su suerte. Juegan futbol con una improvisada pelota, un papel arrugado, dibujan a sus alter egos lupinos en la pared (cobran vida gracias a la buena animación de Platypus Animation, la compañía cofundada por Kishi Leopo) y se arriesgan a desobedecer las reglas de convivencia impuestas por su madre, entre ellas, no salir nunca del departamento. El peligro ronda. Pero el par la libra gracias a la suerte y la caridad de personas bondadosas, como la señora Chang (Cici Lau), la casera.
De corte semiautobiográfico, Los Lobos es una mirada humanista y original a la situación difícil de los migrantes mexicanos desde la perspectiva de la inocencia. Lucía es, a fin de cuentas, un personaje heroico, pues consigue sonreír a pesar de todos los sacrificios. Al final, ella llevará a sus hijos a una feria de juegos mecánicos. No es Disneylandia, desde luego. Pero servirá, mientras.
Los Lobos
D: Samuel Kishi Leopo/ G: Samuel Kishi Leopo, Luis Briones, Sofía Gómez-Córdova/ F. en C: Octavio Arauz/ M: Kenji Kishi/ Ed: Yordi Capó, Carlos Espinoza, Samuel Kishi Leopo/ Con: Martha Reyes Arias, Maximiliano Nájar Márquez, Leonardo Nájar Márquez, Cici Lau/ P: Animal de Luz, Alebrije Cine y Video, Cebolla Films, Eficine. México, 2019.