intelectual metido al pop, consenso entre críticos y fans
Domingo 7 de marzo de 2021, p. 9
Si tuviéramos que elegir a la contraparte latina de David Byrne, la elección sería, sin duda, Santiago Auserón. Ambos, desde sus trincheras, han trabajado a favor de la difusión de la música tradicional y fueron famosos con sus respectivos grupos. El primero, como líder indiscutible de Talking Heads, uno de los más representativos del New Wave y el Post Punk de Estados Unidos; el segundo, como compositor y vocalista de Radio Futura.
Aunque distantes entre sí, ambas carreras en solitario han sido exitosas. Santiago, tras la separación de Radio Futura en 1992, emprendió una travesía en la que incorporó géneros como el son cubano, la música africana, el jazz o el blues. Byrne, en tanto, apostó por la experimentación y colaboración con artistas diversos como Brian Eno, Celia Cruz, Fat Boy Slim o Arcade Fire.
El aniversario 40 de Música moderna, en 2020, debió servir para revisar el trabajo del cantante, compositor, escritor y filósofo español. Su preocupación por encontrar las raíces culturales para la creación de un rock autóctono, el trabajo riguroso primero en Radio Futura y más tarde en solitario es ejemplar. A esto hay que sumar su afición por estudiar las formas de apropiación de los distintos tipos de expresiones que se desprenden del rock y por el impacto que la música afroamericana causó en la juventud española en la última parte del siglo XX.
Santiago Auserón o Juan Perro, como se autodenominó el compositor y letrista después de su etapa con Radio Futura, nació en Zaragoza, España, en 1954. Por influencia de su padre, estuvo en constante contacto con ritmos que llegaron de Estados Unidos: Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Nat King Cole, Louis Armstrong y otros sonidos, que nutrieron sus gustos.
Se licenció en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y luego se matriculó en la Université París VIII bajo la dirección de Gillez Deleuze. Su tesis Música en los fundamentos del logos le otorgó su doctorado en filosofía.
El poeta Jenaro Talens ha hecho pública su admiración por el zaragozano y ha comentado que la complejidad subyacente en sus letras más sencillas logran que su nombre se asocie entre la crítica especializada y entre sus compañeros de profesión con la imagen de un intelectual metido a cantante pop.
La razón es que Juan Perro parece estar en un constante diálogo cuya originalidad se basa en reflexionar sobre las relaciones del rock derivado de la cultura anglosajona y la tradición hispana, originando con esta propuesta lo que más tarde se conocería como rock latino.
Juan Perro es un fenómeno poliédrico. Esa multitud de caras ha derivado en interminables búsquedas y renuncias sucesivas que, como resultado, lo han convertido en emblema de la música española y visto, desde luego, como uno de los máximos exponentes del soul, el rock, y el jazz en el país ibérico.
Después de 18 años de carrera, decidió comenzar a escribir artículos sobre arte y música en periódicos y revistas especializadas. Pronto publicó su primer libro, Semilla del son cubano (Episteme, 1991), para el que investigó a fondo las raíces de este ritmo. Después vinieron Antología de Francisco Repilado, Compay Segundo (Nueva Sociedad Lírica, 1996), Canciones de Radio Futura (Pretextos, 1999), El ritmo perdido (Península, 2012), y entre todo esto, para honrar su trabajo, la editorial Salto de Página decidió reunir las letras del compositor escritas entre 1991 y 2011 para incluirlas en su catálogo de poesía como Canciones de Juan Perro.
Cartografías sonoras
En su vindicación por la publicación de una antología con las letras completas de Bob Dylan, Rodrigo Fresán señaló que se pueden mirar como guía turística para orientarse entre la obra de uno de los artistas más importantes de nuestra era.
Ya con el ánimo de crear cartografías musicales y poéticas de los artistas más relevantes de las últimas décadas, los editores han publicado las más diversas recopilaciones de canciones y poemas de algunos músicos. Ahí están Llama, de Leonard Cohen (Salamandra, 2018); Eternas palabras, de Johnny Cash (Sexto Piso, 2017), o Mis mejores canciones, de Patti Smith (Lumen, 2015), por mencionar algunos.
Es verdad que la cesión del premio Nobel de Literatura a Bob Dylan dejó de manifiesto algo que millones de lectores ya sabíamos desde hace tiempo: muchos de los grandes compositores contemporáneos son también grandes poetas, y aunque en general las antologías no siempre permiten extraer ideas, sí pueden ser un buen camino para aclarar el interés de las editoriales por su publicación.
En primer lugar, cualquiera que conozca a Radio Futura y siga la pista de Juan Perro sabrá que en su obra mandan los textos. La palabra escrita es el lugar al que uno pude dirigirse si se quiere averiguar quién es el artista. Acercarse a su figura desde la perspectiva de sus últimos trabajos puede esconder más de una sorpresa, como revelar la trayectoria del músico, la de su libertad artística, la concepción de su espacio y el seguimiento a las nuevas formas que integró a su trabajo.
Recurrir a la lectura atenta de sus letras permitirá también apreciar mejor sus recursos retóricos: las asonancias, los clichés, las repeticiones, las aliteraciones, sus jergas, citas y parodias. Entonces, la pregunta que surge es: ¿tienen valor sus letras, separadas de todo apoyo musical?
La respuesta es sí. Una atmósfera persistente de lo misterioso impregna el mundo que el cantante convoca. El valor de las canciones de Juan Perro estriba en su variedad, esa arrojada resolución en su búsqueda artística (identitaria, si se quiere) y se muestra recurrente en la obra de este personaje porque es el camino consciente hacia la configuración de una personalidad musical e intelectual únicas. Para llegar ahí, Juan Perro se arma con el bagaje y los referentes de su época pero, ante todo, con la visión de su propio estar en el mundo y la mirada que él arrojó sobre éste.
Han pasado 40 años desde aquellos tiempos frenéticos de la movida madrileña, y Santiago sigue cantando, cambiando de formas, reinventándose. Con el tiempo se ha convertido, junto a muchos otros como Dylan, Lennon, Cohen, Cave, o el mismo Byrne, en uno de los artistas más relevantes de los últimos 50 años. Juntos, han dejado una huella indeleble en el espíritu de varias generaciones.
Hay mucho que descubrir en las canciones que aquí se recogen de los álbumes Raíces al viento, La huella sonora, Mr. Hambre, Cantares de vela y Río Negro, además de otras, inéditas hasta 2011. Servirán para entender que lo complicado en las letras de Santiango es escribirlas; escucharlas no es tan difícil, la clave está en poner un poco de atención.
Como el mismo Auserón declaró en una entrevista al presentar la Canción de Juan Perro: Si se piensa, por ejemplo, en el tiempo que dura vigente un refrán popular preservando su misterio íntegramente o las canciones de los niños cuando juegan en la calle, uno descubre que son un misterio de sentido y sin sentido, un poco indescifrables y que, sin embargo, son enormemente efectivas
.
Curiosamente, esta declaración primitiva se acerca mucho al mundo de Juan Perro y a la realidad de su música en la que ha sido un experimentador altamente reflexivo.
“No es que podamos mover la música, las artes visuales, la danza o el Spoken Word como piezas de una partida de Tetris, para que cada pieza encaje en su lugar perfecto, pero sin duda cierto malabarismo de contexto puede funcionar”, escribió David Byrne hace algunos años.
Hoy podemos decir que, igual que el juego de lógica originalmente diseñado y programado por Alekséi Pázhitnov, las letras de Juan Perro funcionan como un dispositivo mental que siempre pretende llegar a la construcción de un sentido.