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Berlín Alexanderplatz
E

l cierre de salas de cine en todo el país, por la pandemia del coronavirus, y su cautelosa reapertura con restricciones sanitarias y aforos muy reducidos, ha obligado a muchos espectadores a buscar en las plataformas digitales (Netflix, MUBI, Prime Video, HBO, FilminLatino) las escasas oportunidades para seguir viendo buen cine. Ésas han permitido también redescubrir algunos clásicos que habiendo sido antes apreciados en pantalla grande, pronto desaparecieron como opciones de entretenimiento debido al acaparamiento de las salas por las grandes producciones hollywoodenses y sus rutinarias ofertas de temporada. El gusto del público por las series permitió también que a pocos sorprendiera o impacientara la larga extensión de algunos títulos y que fuera muy natural disfrutarlos en casa. En este contexto, tal vez convenga ahora recobrar el interés por uno de los proyectos más fascinantes y mejor logrados en la historia reciente del cine: Berlín Alexanderplatz (1980), de Rainer Werner Fassbinder, una reunión de 13 episodios y un epílogo que adapta la novela homónima de Alfred Döblin escrita en 1929, disponible en la plataforma YouTube en su versión original y con subtítulos en español.

Franz Biberkopf, el personaje central de la novela de Döblin, fue una de las obsesiones literarias más tempranas del director de Las amargas lágrimas de Petra von Kant. Ese hombre singular –ex presidiario, proxeneta, ladrón y asesino– le resultó siempre atractivo, al punto de incorporarlo en varias de sus cintas (desde El amor es más frío que la muerte hasta La ley del más fuerte), identificándose plenamente con él, llegando incluso a interpretarlo como su alter ego más sugerente. El tema central de la novela, mismo que reproduce con fidelidad la película, es la imposibilidad de la redención moral de Biberkof, quien a su liberación de la cárcel de Tegel en Berlín, luego de una pena de cuatro años por haber matado a golpes a su esposa, se propone enderezar la ruta y volverse honesto. Las diversas contrariedades a que se enfrenta ese buen propósito, se agudizan cuando Franz (Gunter Lamprecht) conoce a Reinhold (Gottfried John), el turbio bandido por quien experimenta una fascinación irresistible que lo precipitará de nuevo en una vida delictiva. Este esquema narrativo es común en el cine negro estadunidense, lo mismo en Pacto de sangre (Billy Wilder, 1944) que en La mujer del cuadro (Fritz Lang, 1945), con la diferencia de que en lugar de una intensa relación con una mujer fatal, aquí asistimos a las acciones de un hombre mezquino de quien otro hombre, un Biberkopf tolerante y sumiso, no puede ni desea liberarse.

Lo que interesa a Fassbinder en la novela de Döblin no es sólo esa complejidad moral de sus personajes masculinos o la conflictiva relación que mantienen con mujeres a las que caprichosamente seducen o violentan, sino también el fresco social de una Alemania humillada por las reparaciones económicas de una guerra que ha perdido, sumida en el caos político, y lista para aceptar, sin mayores reticencias, el advenimiento de un orden autoritario. El también director de El año de las 13 lunas (1978) desea asimismo establecer un vínculo entre aquella época deslumbrante y nefasta y la Alemania de finales de los años 70 en la que surgen intolerancias nuevas (terrorismo criminal de extrema izquierda y terrorismo oficial represor), y el persistente temor de que un nuevo colapso social propicie el regreso de la vieja tentación fascista. A lo largo de todos sus capítulos y su duración de más de 15 horas, Fassbinder logra ser fiel a la novela original, dar una vida excepcional a todos sus personajes (interpretados por Gunter Lamprecht, Gottfried John, Hanna Schygulla y Barbara Sukowa) y ofrecer de modo temerario un epílogo propio, de onirismo surrealista, donde a partir del final abierto de la novela, elige interpretar las visiones o pesadillas de un Biberkopf finalmente redimido y transformado en el oscuro velador de un almacén.

Dos años después de la publicación de la novela, el propio Döblin fue coguionista de su primera versión fílmica, el Berlín Alexanderplatz (1931) del director Phil Jutzi, con una adaptación poco pesimista y un Biberkopf sin las flaquezas emocionales ni la intensidad homoerótica que vive en su relación con Reinhold, mismas que Fassbinder enfatizará en su versión televisiva. El año pasado el realizador alemán Burhan Qurbani ofreció una nueva versión de Berlín Alexanderplatz, situada en la época actual, con tres horas de duración, con un Biberkopf de origen africano y un enfoque muy original de la propuesta ya atemporal del mayor clásico de la literatura alemana del siglo pasado.