Lunes 8 de febrero de 2021, p. a12
Venecia. En la famosa plaza de San Marcos, entre una espesa niebla, parejas pasean disfrazadas de nobles y los niños, también con elegantes atuendos, lanzan confeti. Empieza el carnaval, pero este año en versión Covid, sin turistas y, en gran parte, telemático.
Es totalmente surrealista. Lo que más me sorprende es el silencio. Durante el carnaval siempre se oye música, la gente que se divierte. Sin embargo, Venecia entre brumas sigue siendo un lugar mágico
, dice una oficinista que vino desde Jesolo, a unos 50 kilómetros.
Aunque la ciudad está en semáforo amarillo, los habitantes no pueden salir de su región, según las restricciones para frenar el Covid-19.
A unos pasos de la plaza, un hombre mayor se esmera en terminar una máscara de carnaval. En el taller de su tienda las máscaras de cartón piedra, de encaje o de hierro o decoradas con cristales de Swarovski no encuentran comprador; desde el inicio de la pandemia, los ingresos cayeron 70 por ciento debido a la falta de turistas, su principal clientela. Las hago desde hace 35 años, pero ahora es trágico, sólo he vendido dos para el carnaval
, se lamenta el artesano.
El carnaval solía generar unos 70 millones de euros, que gastaban unos 567 mil turistas, según la comuna de Venecia. Delante de la Basílica de San Marcos, un grupo de artesanos, con máscaras y largas capas negras, se mueve en silencio, para recordar al mundo que todavía existen y resisten
. Para incitar a los vecinos de la Serenísima a perpetuar la tradición, la asociación de artesanos lanzó la campaña El carnaval de los venecianos, enmascarados... y con la máscara anti-Covid.
Con mi mujer, ya no veníamos al carnaval, había demasiada gente. Ahora es histórico, una ciudad vacía
, explica un austriaco de 65 años, uno de los pocos turistas extranjeros.
La comuna, que tuvo que reducir las celebraciones cuando irrumpió la pandemia, apuesta este año por los videos publicados en línea con los venecianos disfrazados.
No buscamos hacer dinero, sólo queremos sobrevivir
, asegura el dueño de un negocio de trajes inspirados en la Comedia del Arte, cuyos ingresos dependen en 40 por ciento del carnaval.