l diccionario dice que es la acción de enmendar una culpa. Es el efecto del verbo expiar, el cual se refiere a la purificación de un error o pecado por medio de un sacrificio. En 1848 llegó a México el sacerdote inglés Kenelus Vangham a recabar fondos para construir un templo expiatorio en Londres. El fin era contar con uno donde se pudiera rezar ininterrumpidamente las 24 horas para pedir perdón a Dios por los pecados del mundo.
Esta idea inspiró al padre José Antonio Plancarte y Labastida a erigir algo similar en nuestro país para pedir perdón por las infidelidades cometidas durante la Reforma. La pérdida de poder y de sus bienes materiales fue un embate brutal que puso a la Iglesia católica en una situación de extrema debilidad.
Monseñor Plancarte consideró que era necesario tener un templo dedicado expresamente a pedir perdón por todas las atrocidades cometidas contra la Iglesia por la aplicación de las Leyes de Reforma, adorando sin pausa al Santísimo Sacramento.
De paso decidió honrar a Felipe de Jesús, el primer santo nacido en tierras mexicanas que fue crucificado en 1597 en Nagasaki, Japón, de quien era devoto. El mártir mexicano era muy venerado y fue objeto de múltiples procesiones y ceremonias durante el virreinato, que se incrementaron en número y boato cuando fue beatificado en 1627 por bula del papa Urbano VIII.
Aún se recuerda la leyenda que dice que la nana del futuro mártir, quien era un chiquillo muy travieso, al referirse a una higuera seca que había en la casa: Es más fácil que reverdezca la higuera que Felipillo sea santo...
Se dice que la higuera reverdeció el año de su martirio en Japón.
En 1885 el padre Plancarte compró el lote 3 de la calle Madero, que era el lugar donde había estado una de las lujosas capillas del convento de San Francisco, que el gobierno demolió, fraccionó y vendió.
Esto guardaba gran significado, ya que esa institución religiosa había sido la primera en iniciar formalmente la evangelización y era el sitio donde el bondadoso fray Pedro de Gante estableció el Colegio Real de los Naturales y fue de los primeras en ser destruidos.
El sacerdote colaboró muy de cerca con el arquitecto Emilio Dondé, y se diseñó un templo estilo neorrománico, muy de moda en Europa, aunque bastante ecléctico. Por la tierra arcillosa que hay en el subsuelo se hizo una compleja obra de ingeniería en la cimentación, con arcos invertidos que reposan sobre pilotes clavados a fuerza de golpes en mazos de acero.
La fachada de cantera, en la parte central, es de mayor altura; la puerta principal está flanqueada por columnas labradas con rombos y pilastras que sostienen un arco de medio punto. El esquema se repite en las portadas laterales que dan acceso al recinto. Se distingue de los otros templos del Centro Histórico en los que prevalece el estilo barroco.
El interior está profusamente decorado con coloridos estucos, cerámicas y celosías. Hay pinturas de los fundadores de congregaciones y órdenes religiosas de todo el país cuyas iglesias y conventos fueron destruidos para mostrar plenamente su sentido de templo expiatorio nacional.
En lo alto del altar principal cuelga un enorme cuadro con la imagen de San Felipe de Jesús, que pintó el afamado artista italiano Bartolomé Galloti, quien también realizó obras en los Palacios de Minería y de Comunicaciones. La monumental custodia en estilo bizantino, de plata dorada al fuego que resguarda el Santísimo Sacramento, mide dos metros y es adorada día y noche durante todo el año.
Para que siempre haya fieles que lleven a cabo esa vela perpetua, en 1900 se estableció la Cofradía de la Adoración Nocturna, que se extendió por todo el país. Su fin es hacer oración y ofrecer sus sufrimientos en expiación de sus propios pecados, de los pecados nacionales y del mundo entero
. Actualmente cuenta con más de 3 millones de integrantes en toda la República.
En los sótanos del recinto hay habitaciones con literas para los que pasan ahí la noche, tomando turnos para que el Santísimo nunca esté solo. El templo es atendido por los misioneros del Espíritu Santo desde 1931.