l escribir este artículo Joe Biden va ganando en los cuatro estados clave que le pueden dar el triunfo: Pensilvania, Georgia, Arizona y Nevada. Así que apostamos por que será el próximo presidente de Estados Unidos. Aunque es posible que cuando lean este artículo todavía estén recontando los votos o en disputas legales.
La posibilidad de que Mr. Trump aceptara su derrota era muy pequeña, ya lo había anticipado en los dos debates que se realizaron hace unas semanas. Anticipar el fraude en el voto por correo era su forma de defenderse ante un posible fracaso. Y de este modo creó un escenario perfecto: los primeros sufragios contados serían suyos y de manera mayoritaria, porque él alentó el voto directo presencial. El sufragio por correo se contaría después, algo que los demócratas habían también propugnado y anticipado por medidas se seguridad, dado el contexto de la pandemia.
Y así fue como sucedió, cada grupo votó de acuerdo con lo que sugerían sus líderes, los republicanos de manera presencial y los demócratas por correo. Por eso Trump iba ganando en el día de la elección y Biden fue remontando el camino días después a medida que se contaban los votos, incluidos los que llegaban desde el extranjero.
El segundo escenario planeado era intervenir judicialmente la elección y detener el conteo. Al final, la Corte Suprema con amplia mayoría de jueces conservadores y tres de ellos propuestos por Donald Trump, tendría que decidir en última instancia. El mismo Trump lo insinuó al decir que podían aparecer en un basurero boletas electorales con su nombre. Pequeños fraudes e irregularidades siempre han existido, de hecho, el sistema electoral de Estados Unidos es bastante primitivo en cuanto a seguridad, pero se pueden magnificar los casos hasta llegar a los juzgados y a la Corte Suprema. Y ahí de los votos ya están cantados seis conservadores contra tres liberales.
Finalmente, si pierde la presidencia, Trump seguirá ganando, porque tiene la excusa perfecta para justificar la derrota: el fraude. El señor Trump ha demostrado en muchísimas ocasiones que nunca pierde y si pierde busca la manera de darle la vuelta y decir que ganó. Tiene una verdadera obsesión con los perdedores, con los losers y su mayor satisfacción es despedirlos: you are fired, que es otra de sus frases favoritas.
Como quiera, un animal herido es muy peligroso, sobre todo porque Trump no es un animal político, los cuales están acostumbrados a comer mierda, esperar su turno pacientemente y retirarse por un tiempo. Trump es un empresario agresivo y petulante, con un ego del tamaño de sus edificios y que no está dispuesto a ser derrotado en buena lid, cualquier pérdida significaría una humillación.
Para Trump estos comicios son un referéndum a su gestión y a su administración porque, en su caso, se trata de una relección. Y llama la atención que hayan votado por relegirlo más de 70 millones de estadunidenses, cerca de la mitad del país. No obstante, el mundo entero, salvo algunos cuantos, piensa que sería una catástrofe la relección, que su gestión ha dañado severamente a su país y el buen concierto de la naciones. Se han deslegitimado las alianzas, la ONU ha sido vapuleada, la OTAN ha sido cuestionada; la OEA manipulada, lo cual no es novedad; la OMS descalificada, al igual que la Unesco; se ha roto la tradición de un presidente latinoamericano en el BID; se abandonó el acuerdo de París para el cambio climático; se rompió el acuerdo de control nuclear con Irán y la lista puede seguir.
Hay que reconocer que Trump tiene un instinto depredador. Sabe escoger a sus enemigos y denigrarlos. No le importan las reglas del juego, se trata de ganar a toda costa. En 2016 supo enfocar su campaña en contra de los políticos tradicionales de Washington y presentarse como una alternativa novedosa y diferente y también escogió bien a su enemigo, México y los migrantes. Le dio buen resultado. En 2020 volvió a la carga con el tema de los políticos tradicionales de los cuales Joe Biden era un buen ejemplo y retomó al viejo enemigo que despierta tantas pasiones: el socialismo y el comunismo.
También hay que reconocer que Bernie Sanders le hizo un gran favor al definirse como socialista. A un siglo del macartismo aún funcionan estos viejos resortes ideológicos. Y funcionó de maravilla en Florida, especialmente en Miami, donde logró un increíble triunfo, entre los cubanos, venezolanos y nicaragüenses que se han refugiado en esos lares.
Sin embargo, el voto latino aparece teñido de azul en las estadísticas. Los de origen sudamericano votaron mayoritariamente por los demócratas (58 por ciento), también los centroamericanos (59), los puertorriqueños (70) y los mexicanos (74 por ciento). Sólo los cubanos votaron mayoritariamente por el partido republicano (52 por ciento), pero el margen es cada vez más pequeño.
Habrá que esperar a tener más datos, por lo pronto, en Arizona, donde la comunidad mexicana y latina fue agredida brutalmente por el sheriff Joe Arpaio y por la ley SB1070 promovida por los republicanos, el voto latino ha sido decisivo y han dado frutos los esfuerzos de organización y la promoción del enlistado de votantes entre la comunidad.