l rastro del combate a la pandemia y el que habría de corresponder a la recuperación económica no han seguido rutas paralelas, aunque así debía serlo. El secretario Herrera ha dicho en más de una ocasión: o ponemos bajo resguardo al bicho y su cauda enfermiza o la economía no podrá reponerse sostenidamente. Y para esto no parece haber camino corto ni cuchareo de estadísticas o conceptos; sin disciplina social efectiva no hay manera y, para eso, se necesita con urgencia ejemplo y liderazgo en la cumbre.
Lo anterior califica e impone criterios a los brotes de actividad económica y del empleo que han llevado al gobierno a empezar su festejo. Sin caer en triunfalismos insensatos, ciertamente, pero celebración ha habido y hasta intentos de revivir el fantasma de una recuperación pronta y aguda, la famosa V
de la victoria de la que presumiera Trump y que el presidente López Obrador presentara en algún momento como su apuesta más segura.
Con la globalización el mundo dejó de ser ancho y ajeno, pero las convulsiones posteriores al festín de fin de siglo han cubierto el panorama de bruma y nubes negras. Tiempo nublado veía el poeta Paz, ahora habría que admitir que es más bien oscuro. Reconocer la prevalencia de estas nefastas tendencias debería ser inicio de todo ejercicio que busque ir más allá de la prospectiva lineal para hacer espacio a la reflexión política con fines de proyección estratégica. Lo que hoy no se hace en México.
Pensar y tratar de mirar hacia adelante, con ambiciones de superación de la realidad, solía ser ejercicio socorrido por la política y los políticos. Tecnocráticos o no, esos juegos daban a nuestros escenarios una perspectiva mayor y compleja a la vez que inspiraban el trazado de planes y programas para una acción política más allá de lo inmediato.
Por razones que no pretendo exponer ni explicar, el Presidente renunció a todo esto al rechazar el borrador del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 que le presentara su entonces secretario de Hacienda Carlos Urzúa. Con pena y sin gloria, en lugar de las formulaciones hacendarias se nos recetó una proclama que podría inflamarse con el discurso de los coros presidenciales. Pero la verdad es que tal cosa no llegó a ninguna base y en el Congreso se quedaron entre segunda y tercera. Nada para glosa o intentar su exégesis.
Ni la nación ni el gobierno cuentan con un plan de navegación que, en tiempos trastocados por las virtualidades, los ubique en el espacio geopolítico y les permita corregir el rumbo, de así reclamarlo la situación. A la luz de los datos de empleo y ocupación, pobreza laboral y en general las condiciones críticas de empleo
que presenta el Inegi, bien documentados por Dora Villanueva en sucesivas entregas a La Jornada, la nave se mueve al pairo a la espera de mejores tiempos. Sin que vaya a mediar acción significativa alguna de parte del gobierno.
Lo que se sabe de las deliberaciones en diputados es que ese será el rumbo adoptado para 2021 y tal vez los siguientes años. A lo que digan el viento y los animal spirits locales o los entusiasmos de la señora Botín o los mandamases de Black Rock. Los negocios privados no son de la incumbencia del Estado, subrayó el Presidente y sin más clausuró el terreno vital de la política económica, esencial para toda economía que se precie de moderna… De las demás se encargan los trapicheros.
De arreciar velocidad y turbulencia, los vientos que se quieren ver como bienhechores pueden engarzarse a tormentas veleidosas y agresivas que nos alejen cada vez más del puerto y quedemos al garete.