scribe Daniel G. Milán: Siempre he dicho que en la vida se muere varias veces y que con esas muertes vienen resurrecciones, renacimientos en los cuales un nuevo tú se engendra a sí mismo con características y objetivos totalmente nuevos yrenovados. Objetivos acompañados de otros valores con los que antes no se contaba pero que de pronto aparecen ahí, junto al nuevo tú: el orgullo, el hambre, el deseo de conquista, la benevolencia o, por el contrario, la sed de venganza, pero todo ello al final es parte de una vida nueva. Es energía renovada, aire fresco o como se entienda mejor la metáfora de volver a empezar.

“Se nace para morir y se muere para renacer, y así consecutivamente hasta la muerte final. Es algo parecido a lo que les pasa a los superhéroes de Hollywood, a los sayayines de los cómics japoneses o, en casos más terrenales, a los cancerosos, a las personas con el corazón roto o a los que cometieron un error grave y murieron, digamos por intento de suicidio. Estas muertes temporales –para no confundirlas con la muerte definitiva–, y estas resurrecciones, llevan su tiempo, tienen su proceso como todo nacimiento y tienen, también, sus propios purgatorios.

“El suicida fallido encuentra su propio dolor para después encontrar la aceptación, arrepentirse y renacer; el canceroso encuentra el perdón a la vida por ser tan hija de puta, y entonces la abraza y renace. El despechado encuentra la paz y renace. El perdedor encuentra el coraje que le hacía falta y renace. Todos hemos visto o escuchado historias de estos resucitados, desde gente cercana hasta celebridades. Desde el tío que regresó de la muerte causada por alcoholismo para un día revivir y convertirse en ejemplo de vida, hasta el visionario que renació después de una muerte laboral y al poco tiempo volvió para montar una compañía que cambió y sigue cambiando al mundo.

Los hemos visto escribiendo libros después de años de cárcel, años de muerte lenta.Personalmente, he visto gente renacer en los ojos de alguien, en los ojos de otro, después de años de soledad. Hay que resucitar. Hay que darnos la oportunidad de respirar nuevamente después de tanto tiempo de asfixia. De tener otra vida en esta vida. Y otra, y otra. Las que sean necesarias. Pero primero hay que perderle el miedo a la muerte. Hacerse amigo de la muerte. Morir a diario y aprender a hacerlo, concluye.

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