Miércoles 17 de octubre de 2018, p. 20
El 5 de febrero de 1970, Carlos Castañeda de la Fuente decidió vengar a las víctimas del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas. Planeó durante más de seis meses asesinar al presidente Gustavo Díaz Ordaz. Abriría fuego en contra del mandatario. Sin embargo, el único tiro que salió de su pistola Luger se incrustó en la carrocería del vehículo en el que viajaba el general Marcelino García Barragán, entonces secretario de la Defensa Nacional.
Castañeda de la Fuente tenía 27 años cuando terminó la secundaria abierta. Justo el día en que iba a recoger su certificado, el 28 de agosto de 1968, el Ejército desalojó a los estudiantes de la Plaza de la Constitución. El 2 de octubre deambulaba por la capital cuando se enteró de lo que sucedía en Tlatelolco.
El caso de Castañeda sirvió a la extinta Fiscalía para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) y a su titular, Ignacio Carrillo Prieto, para considerar que algunos miembros de los movimientos armados de los años 70 y 80, así como opositores al gobierno podrían haber permanecido detenidos en cárceles clandestinas o bien en hospitales siquiátricos.
Tras el fallido atentado que pretendió cometer en inmediaciones del Monumento a la Revolución, fue detenido por elementos del Servicio Secreto y Guardias Presidenciales. Horas después fue entregado al titular de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), capitán Luis de la Barreda Moreno, y éste, a su vez, lo puso en manos de Miguel Nazar Haro, quien le amarró los testículos con hilo de cáñamo, de un jalón lo arrodilló y lo obligó a rezar.
Castañeda de la Fuente, quien era un joven tranquilo, católico
, pensaba que detrás de cada movimiento hay un hombre dispuesto a dar la vida para influir en el movimiento
y que gastados todos los medios, se usan las armas
.
Pasó cuatro meses detenido e incomunicado en la sede de la extinta DFS, en el Campo Militar Número Uno y en la estación migratoria de Iztapalapa. Eso no fue nada: permaneció 23 años recluido en el hospital siquiátrico Samuel Ramírez Moreno, en el kilómetro 5.5 de la autopista México-Puebla.
En un informe de ocho páginas que se encuentra en el Archivo General de la Nación, que fue localizado durante la existencia de la Femospp por la historiadora María de los Ángeles Magdaleno Cárdenas y se integró a las investigaciones de casos de la llamada guerra sucia, se cita a Castañeda: “En el carro de la Policía Judicial me preguntó el agente: ‘¿Por qué lo hiciste, por qué, por qué, por qué?’, y yo le contesté que por la matanza de Tlatelolco.
“Me preguntaron: ‘¿Mataron a un familiar tuyo?’ Respondí que no. En la DFS el mismo agente que me aprehendió me volvió a golpear y me dieron de patadas en el costado. El director de la DFS me dio tres o cuatro derechazos en la cara.
“Me preguntó: ‘¿Quién te pagó, quién te ordenó, quién te mandó?’ Yo le respondí que nadie.
“También me preguntó: ‘¿Qué quieres, que te saque un ojo, un diente o una uña?’ Yo le dije: ‘Usted hace la justicia’.
“¿Quiénes son tus amigos? Yo contesté: ‘Alberto Bedolla, trabaja en Sanborns’. Luego supe que lo habían buscado para interrogarlo. Luego me preguntaron: ‘¿Cómo quieres morir, fusilado o quemado?’, y yo preferí fusilado.”
Las autoridades judiciales lo declararon enfermo mental. Durante el tiempo que pasó internado en el hospital siquiátrico, además de haber sido enviado a un pabellón construido ex profeso para él donde no podía salir ni a tomar el sol, permaneció siempre bajo vigilancia de la Secretaría de Gobernación.
Cuando recuperó la libertad, gracias a la intervención de la abogada de servicio social Norma Ibáñez, se convirtió en indigente.
El caso inspiró al cineasta Alejandro Solar, quien dirigió el filme El paciente interno, documental que tardó ocho años en su realización.
El reportaje sobre Carlos Castañeda de la Fuente se publicó en cuatro partes en La Jornada, del 17 al 20 de abril de 2004. Estos son los enlaces para consultarlo: