na boda en el estado de Puebla se vuelve centro de las conversaciones en México e incluso fuera de nuestras fronteras.
La revista Hola la internacionaliza y a la mente del que escribe viene Don Miguel de Cervantes Saavedra, quien alerta en el episodio de la ruidosa ‘‘Bodas de Camacho” al desbancar a Basilio ‘‘el pobre”. Don Quijote de la Mancha observa a Sancho regocijarse mirando que la novia obsequia a los invitados hasta saciarse. ‘‘Bien se parece, Sancho, que eres villano y de aquellos que dicen ¡Viva quien vence! Sensibilidad que vibra en la voz quijotesca al despertar el eco de una ternura que se escapa… Ricos o pobres, monarquía o república”.
Don Quijote con su figura y vestimenta compone verdaderos jeroglíficos con vida y movimiento propio. Jeroglíficos de tres dimensiones se transmutan a su vez en un cierto número de gestos, de signos misteriosos que corresponden a no se sabe qué realidad fabulosa y oscura que nosotros, gente de Occidente, hemos reprimido y repetido sin ser capaces de descifrar los significados ocultos en dichos jeroglíficos.
Miguel de Cervantes en el Quijote = Monarca sin corona = abre con verdades; una diferente lectura a la formal basada en la razón, la conciencia y el funcionamiento puramente yoico. Nos envía a otro texto, quizás a otra parte del siquismo humano, a la más humana, la más originaria; la que resulta fundante en la estructura del ser.
Fueron Cervantes y Don Quijote quienes denunciaron el abuso del poder del Estado fraguado en un manejo maniqueo del hombre vía la represión; descolocarlo de su propio deseo y volverlo títere manipulable y manejable; un ser marginal. Sin embargo, los marginados a los que Cervantes alude conservan algo de erotismo y sensualidad (gitanos) y muestran atisbos de pulsión de vida: lo que intriga y aterra. La parte poderosa de la población robotizada, desafectivizada es devorada por una cultura narcisista que la empuja al abismo: competitividad deshumanizada, trastornos emocionales cada vez más severos, una sensación de depresión y vacío.
En medio de dos culturas; la monárquica española y la tercera república agazapada en el ‘‘Quijote” siempre novedosa habla de música, danza y bodas que aparecen como la unión de los opuestos que se bailaron en las ‘‘Bodas de Camacho”. Alegres y melancólicas danzas aristocráticas: ‘‘la gallarda” y ‘‘la pavana” se bailan en palacio. En cambio ‘‘las seguidillas” movidas y sensuales, incluso con matices lascivos, pertenecían en el inicio al dominio popular. En el transcurso de los años se enlazaron.
Esta aparición de la danza en la novela cervantina no es casual. El texto tiene ‘‘miga y jiribilla”, remite a un asunto de hondura: la unión de los opuestos que se encuentran profundamente enraizadas en el pueblo.
Aflora la esencia del ser en el baile y logra diluir las fronteras creadas por las clases sociales. Sin embargo, existe seguramente otra multiplicidad de factores que condicionan dicho fenómeno.
Destacaría que las danzas populares, aligeradas de las formas sociales, permiten surgir lo más primario, genuino del sujeto, al par de opuestos indisociables que constituyen al ser: erotismo y muerte. No hay nada nuevo bajo el Sol. Recuerdo, repetición yelaboración.
(Cueli, José. Cervantes y Freud, obra publicada por Ediciones La Jornada.)