na pequeña calle a dos cuadras del Paseo de la Reforma lleva el nombre de Humboldt, en homenaje al notable científico alemán que visitó México a principios del siglo XIX y dejó una rica información geográfica.
En esta vía, en la esquina con Artículo 123, el arquitecto canadiense Thomas Sinclair Gore, construyó en 1922 un edificio en la mezcla de estilos muy de esa época que combina algo de funcionalismo, neocolonial y un toque afrancesado. De cinco niveles y una bonita azotea, en su momento debe haber sido de las construcciones importantes de esa Ciudad de México, que tras los avatares revolucionarios retomaba el desarrollo y entraba a la modernidad.
T.S Gore, como aparece en las placas de sus edificios, aparentemente estuvo poco tiempo en México, pero realizó obras relevantes: la YWCA, que está en la cercana avenida Morelos, soberbia construcción en estilo art decó; el hotel Genova; un inmueble en San Juan de Letrán que fue demolido, y los emblemáticos edificios Condesa.
El ahora llamado edificio Humboldt, tuvo una diversidad de usos a lo largo de sus casi 100 años de vida. Padeció alteraciones, entre otras, haber cerrado a la calle las plantas bajas con unas placas de mármol fuera de lugar.
Afortunadamente no se afectó la estructura de amplias plantas, ni la encantadora fachada con ventanales y balcones. Está catalogado como Edificio Histórico por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y Seduvi.
El último uso que tuvo en los años 90 fue de supermercado en planta baja y mezzanine, en los primeros pisos escuela privada de capacitación de personal y algunos locales con accesos por la calle.
En 2014 estaba en el abandono al igual que los alrededores; sobre Artículo 123 se había instalado un campamento de personas de la calle que consumían drogas y alteraban severamente la vida del barrio.
Con muy buena visión, el ingeniero Juan Carlos Laborde lo descubrió y animó a algunos inversionistas audaces a que lo adquirieran. Desde muy joven Laborde ha recuperado viejas construcciones en el Centro Histórico, reto que le apasiona. Además el rescate arquitectónico las vuelve muy exitosas.
Seguramente lo trae en los genes, ya que su tío bisabuelo vivió y restauró la Casa de los Azulejos y el Palacio de los condes de Miravalle en Isabel la Católica, hoy Dowtown. Destacado mecenas, en el primero, le pidió a José Clemente Orozco que pintara el mural que se ubica en el descanso de la escalera y en el segundo, otro a Manuel Rodríguez Lozano en el mismo lugar.
En el edificio Humboldt, Laborde realizó una extraordinaria restauración, ya que le devolvió el esplendor original despejando las amplias plantas y convirtiéndolas en espacios luminosos, con techos altos, las grandes ventanas e iluminación natural.
Volvió a la vida las puertas de madera sólida, la bella herrería de las ventanas y las escaleras y lambrines de granito. Despejó los cubos de luz del edificio para servicios e instalaciones con lo que el edificio cuenta con infraestructura independiente y totalmente nueva para cada local; Internet, luz, televisión, teléfono, agua y drenaje. Los locales comerciales de la planta baja tienen una cisterna exclusiva.
En un tiempo récord, ya que concluyó la remodelación en 2017, el edificio se ocupó en su totalidad con talentos creativos, menciono algunos: las editoriales de arte Terremoto y Disonare, la galería Lodos, la diseñadora Carla Fernández, Bicicletas personalizadas Bombardier, el artista plástico Theo Michael, los arquitectos Pérez Palacios y De la Concha, los creadores de contenido digital Flaminguettes y Malinalco Ediciones.
En los locales que dan a la calle, los restaurantes Ramona, de cocina mexicana; Paname, bistrot francés, y Eisenberg, que ofrece helados rústicos y buen café.
Cuando comenzó la restauración del icónico edificio el campamento de los habitantes callejeros fue despejado. El rumbo recuperó la vida vecinal con la convivencia cercana entre sus habitantes, que caracteriza a los viejos barrios de la ciudad que cada día son mas valorados.