Nestor Makhno

NÉSTOR MAKHNO,
EL ZAPATA RUSO

Armando Bartra

Hace cien años los campesinos, obreros y pueblos de las nacionalidades sometidas al imperio ruso hicieron una revolución que con la mexicana inauguró el siglo. Y porque es la primera que se proclama socialista, la de 1917 ha sido vista como modelo a seguir. Sin embargo, fue en verdad un acontecimiento paradójico y excepcional.

La primera revolución anticapitalista ocurrió en un país muy poco capitalista como lo era Rusia a principios del siglo XX. Una revolución que debía dejar atrás el orden político liberal burgués tuvo lugar en un régimen de monarquía absoluta como el de los zares. La primera revolución proletaria exitosa fue protagonizada mayoritariamente por campesinos. La revolución que inauguró el socialismo tuvo como lema “Tierra y Libertad”. La insurrección nacional que debía ser el primer acto de la revolución mundial fue por mucho tiempo socialismo de un solo país. La primera revolución inspirada en Marx la impulsaron en gran medida activistas de ideología populista. La revolución que presuntamente confirma las predicciones marxistas, en realidad las enmienda.

Se ha dicho también que la alianza obrero-campesina fue el dispositivo que hizo posible la revolución, pero lo cierto es que a la convergencia de clase que derroca al zar sigue un desencuentro creciente y al final una sangrienta confrontación entre el gobierno presuntamente proletario y los trabajadores rurales.

En los primeros años veinte el saldo de la guerra, los intentos de restauración y las malas cosechas es una hambruna que enfrenta objetivamente a los productores con los consumidores en torno al destino de los granos. Pero la desconfianza de los bolcheviques en los campesinos que eran la enorme mayoría del pueblo ruso deriva en políticas torpes y finalmente en represión. Su expresión más dolorosa es la makhnovchina.

Ucrania, una de las naciones sometidas al imperio colonial de los zares, era el granero de Rusia y por ello territorio en disputa y escenario de prolongadas confrontaciones bélicas. Para 1917 el pueblo ucraniano está en pie de lucha: resiste a la reacción interna y extranjera organizándose en soviets, pero también armándose mediante un Consejo Revolucionario Militar que coordinando a veces con el Ejército Rojo combate tanto a las fuerzas restauradoras como a los diferentes ejércitos de invasión. Su líder político-militar es Néstor Makhno, campesino anarquista y como tal impulsor de la organización autogestionaria de la sociedad ucraniana sobre la base de soviets y comunidades autónomas.

Los ucranianos tienen dos demandas que desde el principio la revolución ha hecho suyas: libertad a los pueblos oprimidos por el colonialismo zarista y entrega de la tierra a las comunidades campesinas. El gobierno de los bolcheviques no las niega, sin embargo, privilegia lo que entiende son los intereses generales del proletariado ruso, que presuntamente el autonomismo campesino ucraniano pone en riesgo. Y por reclamar autonomía, los seguidores de Makhno son acusados de secesionistas y ferozmente combatidos.

El Consejo Revolucionario se deslinda expresamente de cualquier clase de separatismo: “Entendemos esta independencia, no como nacional sino como la independencia social y laboriosa de obreros y campesinos. Declaramos que el pueblo trabajador ucraniano, como cualquier otro pueblo, tiene derecho a forjar su propio destino, no como nación, sino como unión de trabajadores”. Pero no es escuchado.

Finalmente, controladas la ofensiva restauradora interna y la guerra de ocupación, el Ejército Rojo se siente libre de lanzarse contra el Ejército Insurreccional Revolucionario que hasta entonces había sido su aliado, al tiempo que el gobierno bolchevique persigue y apresa a los anarquistas que lo apoyan.

Tras negociaciones fallidas, la última tregua se rompe en el verano de 1921, el Ejército Rojo ataca con todo a las fuerzas de Makhno y al “terror blanco” de los reaccionarios sigue en Ucrania el “terror rojo” de los revolucionarios en el poder. Pronto los rebeldes son diezmados y, herido, su líder tiene que exiliarse. La makhnovschina termina en un baño de sangre con la bandera roja de los comunistas flameando sobre la desgarrada bandera negra de los ácratas.

Responsable del Ejército Rojo y por tanto de la campaña de aniquilamiento, Trotski sostiene que “en la lucha contra Mahkno, defendimos la revolución proletaria de la contrarrevolución campesina”. En realidad el choque entre un ejército presuntamente proletario y un ejército ciertamente campesino dramatiza la tragedia de la revolución rusa; un magno acontecimiento libertario que acabó devorando a sus hijos.

Repensar la revolución de 1917 nos ayuda a comprender la universalidad de nuestra propia revolución y de la bandera magonista-zapatista de “Tierra y Libertad”. Y es que en el espejo de la revolución rusa nos damos cuenta de que el utopismo comunalista de Ricardo Flores Magón, para quien las ancestrales prácticas colectivas de los pueblos originarios nos preparaban para el comunismo libertario, no es una ocurrencia local sino una convicción política generalizada a la que dieron forma intelectuales populistas del siglo XIX como Herzen, que adoptaron anarquistas como Bakunin y Makhno, que discutió Marx y que en nuestro continente retomó Mariátegui.

En el espejo de 1917 vemos que el surgimiento de liderazgos y ejércitos populares como los de Villa y Zapata, son patrones universales que se repiten en el Ejército Insurreccional Revolucionario de Ucrania, la fuerza armada campesina que puso en pie Makhno, no en balde llamado el Zapata ruso. Fuerzas rebeldes que tanto allá como aquí tuvieron que confrontar a los terratenientes, a la intervención extranjera y a la contrarrevolución restauradora.

En el espejo de 1917 descubrimos que el choque entre el regionalismo comunitarista y horizontal de los insurrectos campesinos y la lógica nacional y centralista de los revolucionarios urbanos es recurrente tanto en Rusia como en México y concluye en violentas confrontaciones.

En el espejo de 1917 vemos que el Plan de Ayala y la llamada Comuna de Morelos no son excepcionales sino que se repiten en las propuestas de transformación desde abajo y la conformación de un autogobierno regional, impulsados por el Consejo Revolucionario de los insurrectos ucranianos.

Y es que en el fondo –es decir, en su raíz y protagonismo agrario– la revolución rusa y la mexicana se parecen más de lo que algunos pensaron.