Obispos presentaron un proyecto de construcción transversal para lograr la paz en el país, durante el encuentro con vicarios episcopales de pastoral que se realizó a mediados de mayo en Cuatitlán Izcalli, estado de México.

El documento señala que en efecto, la violencia a escala nacional está alcanzando niveles inimaginables y la sociedad, en general, se encuentra como en un marasmo anímico y una parálisis moral, desconcertada y desorientada, por lo inédito de la situación.

Al respecto proponen que a través de los centros de escucha, las diócesis atiendan a las víctimas como los primeros que tienen que recibir acompañamiento, consuelo, fortaleza y esperanza, y proporcionen una manera práctica para vivir el perdón y la reconciliación.

“Hoy más que nunca necesitamos en nuestras diócesis un plan de evangelización a través de un proyecto de construcción de paz en parroquias, teniendo como referente la exhortación pastoral Que en Cristo nuestra paz, México tenga vida digna.

Al respecto , el documento firmado por el arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, indica que durante los pasados siete años la violencia adquirió un rostro nuevo, cruel y despiadado, rayando en lo demencial, y que las cifras de los muertos son los titulares de los medios de comunicación tradicionales.

Los hechos de violencia, agrega, son tendencia en las contemporáneas redes sociales.

“El tema de los números es sólo un aspecto, tal vez el menos trascendente, dado que una sola muerte violenta, un solo acto de extorsión o secuestro, una sola acción violenta dentro de la familia, ameritan la atención y la intervención de toda la sociedad.

Sin embargo, digámoslo con tristeza, ni siquiera contamos con cifras confiables. Se afirma que la mayor parte de los delitos no se denuncian, por temor o por desilusión ante la práctica de la justicia y, por su parte, de los ilícitos denunciados no hay cifras exactas; hay discrepancia entre las diferentes dependencias gubernamentales, amén de la diferencia con las cifras bien intencionadas, pero lo más seguro incompletas, que manejan organizaciones civiles.

El texto agrega que es necesaria la formación permanente de los presbíteros, ya que el proyecto tiene como finalidad proporcionar una intervención de apoyo y ayuda multidisciplinaria, desde siquiátrica, sicológica, tanatológica, espiritual y médica, para las personas que han sido víctimas y/o sus familiares que han sufrido un secuestro, una ejecución, una desaparición, un levantón o una extorsión, en su proceso de recuperación emocional y que siguen inmersas en un dolor convertido en sufrimiento.

Es necesario ofrecerles a estas personas la oportunidad de encontrar nuevamente el rumbo en su vida; producir un cambio es fundamental, pues están atoradas en los sentimientos de impotencia, enojo, frustración y tristeza. No se puede pensar en construir la paz habiendo tantas personas afectadas por la violencia. Atender a las víctimas es también una cuestión preventiva, ya que ser víctima es la ruta más corta para ser victimario.