José María Espinasa confía en que el escritor se hará visible en el panorama literario nacional
anómalade Jesús Gardea en el 77 aniversario de su natalicio
Participaron en el homenaje al premio Xavier Villaurrutia 1980, en el Museo de la Ciudad de México, Karina Avilés, Daniela Tarazona, Daniel Samperio y Roberto Bernal
Domingo 3 de julio de 2016, p. 5
Escritor de obra extraña y anómala, con una luminosidad abrasadora en su narrativa, y que volvió sus historias casi inaprehensibles para sus lectores, así fue definido el escritor Jesús Gardea (1939-2000), quien este 2 de julio fue recordado con motivo del 77 aniversario de su natalicio, en el Museo de la Ciudad de México.
El director del Museo de la Ciudad de México, José María Espinasa, y los investigadores y académicos de El Colegio de México y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Karina Avilés, Daniela Tarazona, Daniel Samperio y Roberto Bernal participaron en una lectura en torno al escritor mexicano, premio Xavier Villaurrutia 1980.
Karina Avilés consideró a Jesús Gardea un hombre que entregó a las letras nacionales y, me atrevería a decir, a la literatura universal, una nueva forma de pronunciar las cosas del mundo y, en consecuencia, de percibir y estar en él
.
Comentó que el interés en la obra del narrador nacido en Delicias, Chihuahua, resulta insuficiente, si se toma en cuenta la calidad literaria y la magnitud de sus textos.
Leer a Jesús Gardea significa abrir la puerta de uno de los mundos más bellos e irrepetibles de la literatura contemporánea, donde las cosas simplemente ocurren de otro modo. Se trata de un mundo misterioso y profundo, capaz de descubrir al lector relaciones inéditas e insólitas que, por lo mismo, generan la constante sensación de extrañamiento y, lo más importante, revelan otra posibilidad de la realidad
, expresó Avilés, quien realiza un doctorado en letras mexicanas en la UNAM, al mencionar algunas razones para leer al escritor.
Para Karina Avilés, recurrir a Gardea es como vivir un embrujo poético, no sólo por el encantamiento de su lenguaje, sino porque su obra está vinculada a la búsqueda de aprehender otra dimensión de la realidad. Jesús Gardea estaba convencido de que el lenguaje ordinario no sólo ya no conducía a ningún lado, sino que era un vehículo de transmisión de la falsedad, de la hipocresía y, desde luego, de lo caduco, en los términos de su concepción artística
.
José María Espinasa señaló que la obra de Gardea es rara y difícil, sin embargo ha encontrado lectores a lo largo del tiempo. También confía en que a partir de nuevas críticas de jóvenes investigadores sea visible el lugar que merece Gardea en la narrativa y en el panorama literario mexicano.
En su intervención, Daniel Samperio expresó que Gardea creó un mundo muy original con cada uno de sus libros, “un mundo poblado de seres esperanzados, solitarios, marginados, sensibles y violentos, vengativos, timadores y codiciosos.
Historias donde se tejen tramas alrededor de la lucha cotidiana por sobrevivir material y emocionalmente en un mundo con muy pocas expectativas. Pero también donde en medio de esa penuria se abren espacios de compasión, ensoñación y placer. Igualmente, un mundo plagado de motivaciones incomprensibles, equívocos y sinsentidos alrededor de los cuales las historias se van enrareciendo, pero que están sabiamente sostenidas por un manejo estupendo de la tensión narrativa.
Samperio consideró que tal vez Gardea nos está diciendo en sus historias que el ser humano se encuentra cada vez más apartado de su sensibilidad y de sus emociones
y que tras esa complejidad textual del autor en sus historias “siempre estuvo una exigencia de la propia vida.
Daniela Tarazona y Roberto Bernal se refirieron a la luminosidad de la escritura de Gardea, a la mirada lumínica del narrador y que finalmente propició en el autor “la liberación del lenguaje.
Tengo la sensación de que la palabra es eso para Gardea, una vela que alumbra lo que no se ve. Cuando escribe, pide ver, ése es su rezo. No escribe, alumbra
, expresó Roberto Bernal.