omo ha señalado Noam Chomsky, el sistema constitucional en nuestros días está diseñado para impedir la democracia. Con las particularidades de cada caso, esto se aplica lo mismo a Estados Unidos, Brasil o México. El tramposo modelo de elección mediada que se emplea en Estados Unidos se encamina a una crisis de la que puede salir algo peor todavía. El grave sainete tejido en Brasil por legisladores, partidos y jueces desnuda al sistema a un nivel tan grotesco como la cotidianidad del sistema político mexicano, acaparado por gesticuladores de partidos cada día más indistintos y con el recurso de la represión legal
ilimitada. ¿Cómo no ver en la trapacería de la cúpula brasileña un descarado robo, o secuestro, de los inminentes Juegos Olímpicos, con la imaginable oportunidad que tendrán (ya la tenían) para toda clase de negocios, una veta de corrupción estratosférica? Temer y los 40 ladrones asaltaron al gobierno socialista, tanto por sus éxitos como por sus errores.
Brasil y otros países de la región han tenido en suerte gobiernos menos vergonzosos que México, Colombia, Perú o, con perdón, Nicaragua (¿cuántos sandinistas ya no votarían por la familia Ortega?). Lo rescatado en Argentina y Uruguay, lo construido en Bolivia y Venezuela, lo logrado en El Salvador y Ecuador fue mucho más alentador que las muertes y reformas estructurales en México. El mismo Chomsky veía en las experiencias sudamericanas el único caso de naciones que plantaban cara al neoliberalismo y se proponían obrar distinto. En tal sentido tenía razón.
El apego de estos gobiernos al capital financiero, las industrias privadas (extractivas, transgénicas, constructoras, turísticas), su inclinación represiva y la corrupción les reportaron debilidades y desprestigio. Sin ignorar que Argentina, Brasil y Venezuela suman en común la enemistad anti-periodística de las grandes cadenas de información y entretenimiento en sus países y el eco garantizado en los mass media de Estados Unidos y Europa. En conflicto con el gobierno financiero mundial, los gobiernos de corte popular en Sudamérica no lograron burlar zopilotes y gigantes. Los Estados progresistas caen en la región sitiados por un mismo tipo de gente, una minoría que quiere quedarse todo.
Aquí ni siquiera hemos tenido gobiernos que busquen cambiar la ruta que nos tienen clavada. Hubo procesos regionales de gobiernos de izquierda
. ¿Cuál ha sido la diferencia? ¿Cuánta gente que votaba por ellos está arrepentida? Además, los patrones cuentan con impedir que ninguna izquierda alcance la grande. La partidaria, con su precipitado histórico en el PRD, ha logrado puestos de gobierno y legislativos de alto nivel, y a pesar de la experiencia de la Ciudad de México (hoy claramente de salida) en general los gobiernos perredistas (solos o aliados con otros colores) no han hecho nada diferente del PRI o el PAN: medrar, reprimir, quitar y poner. Cuánta izquierda
no se salva, igual que los demás partidos de la acusación de relaciones con el crimen organizado
. Todos nos ha dado un país sangrante donde asoman dolor, miedo, resignación, rabia, desesperanza, y con cierta frecuencia la movilización.
¿Para eso votamos por ellos? se preguntan los electores perredistas en las localidades que ganan
. Vieron a sus elegidos firmar y cumplir el Pacto por México
, con efectos conocidos. El PRD, en el cauce fundado por Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, pudo constituirse en un partido de movimientos, pero decidió no hacerlo. En los años 90 los había, eran relevantes y hubieran crecido en una organización más abierta; ciertos movimientos y organizaciones no se afiliaron aunque lo votaran, otros se fundieron en las estructuras. Hubo extravíos. En Chiapas, por ejemplo, el PRD acabó cobijando a paramilitares de la región chol; en la zona tojolabal, estructuras como la Cioac se igualaron con los priístas en la robadera y hasta el asesinato de gente independiente y en resistencia, gente de movimientos.