Urge cambio de modelo
El actual es insostenible
Latente, riesgo de crisis
ara nadie es un secreto que el modelo neoliberal ha sido un sonado fracaso económico y social para (válgase el término) la inmensa mayoría, cada día más depauperada, y un éxito rotundo para un grupo minúsculo, cada vez más rico y con los gobiernos gerenciales a su servicio, al igual que los bienes nacionales. A lo largo de las últimas tres décadas y pico la distancia entre ambas ha crecido a pasos agigantados, y a estas alturas la riqueza del uno por ciento de la población mundial supera a la del 99 por ciento restante. Y va por más.
En este contexto, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) se pronuncia favorable y urgentemente por un cambio radical, porque, dice, el estilo
mundial de desarrollo se ha vuelto insostenible
. De hecho, la pérdida de dinamismo y la inestabilidad del sistema económico, las desigualdades y tensiones causadas por la concentración de la riqueza y de los ingresos entre los países y dentro de ellos, y el riesgo de una crisis ambiental de grandes proporciones son factores cada vez más visibles
.
La Cepal advierte lo anterior en el documento Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible, que será base para el desarrollo de los trabajos del trigésimo sexto periodo de sesiones del organismo especializado de la ONU, que se llevará a cabo, a partir de hoy, en la ciudad de México.
De dicho documento se toman los siguientes pasajes, en espera del desarrollo de los trabajos del citado periodo de sesiones. Va, pues.
El actual estilo de desarrollo es el que aquí se designa como estilo dominante
(business as usual
, BAU). Aunque tal término se acuñó en el marco del análisis de los impactos del crecimiento sobre el medio ambiente, hoy tiene un significado más amplio. El concepto de estilo dominante trasciende lo ambiental e incluye la evolución de variables económicas y sociales clave en un contexto en que no hay cambios significativos en la intensidad y dirección de las políticas, y en que faltan bienes públicos globales para coordinar las acciones en los campos económico y ambiental. Pese a que existen diferencias importantes entre países y que algunos han adoptado políticas en una dirección favorable, el estilo dominante muestra señales de agotamiento y amenaza el desarrollo de las generaciones futuras.
Al mismo tiempo, emerge en el sistema internacional un nuevo consenso en torno a un estilo de desarrollo que enfatiza el combate a la desigualdad y a la destrucción del medio ambiente. El nuevo estilo de desarrollo se visualiza como un cambio estructural progresivo con la igualdad y la sostenibilidad ambiental en el centro, basado en coaliciones sociales y pactos para la gobernanza a nivel mundial, regional y nacional.
La viabilidad de este cambio de modelo exige una visión de largo plazo y una nueva correlación de fuerzas sociales y políticas: el desarrollo es esencialmente un problema político. También se precisa de medios de implementación como el financiamiento, la tecnología, el comercio justo y una arquitectura institucional del siglo XXI. Como toda gran transformación, su éxito o fracaso se definirá en el campo de la política y en el contexto de una revisión de la ecuación entre Estado, mercado y ciudadanía.
La construcción de la nueva gobernanza para el desarrollo con igualdad no sólo permitirá avanzar en el cuidado global del medio ambiente, sino que reducirá las presiones migratorias hacia los países desarrollados e incentivará a los trabajadores calificados de los países en desarrollo a permanecer en ellos.
Las respuestas a la desigualdad deben ser contundentes: la búsqueda de justicia social requiere la voluntad explícita de las sociedades. A nivel interno es necesario universalizar la protección social y la provisión de servicios de educación y salud para generar respuestas proactivas –no sólo defensivas o reactivas– ante la incertidumbre propia de la globalización y la revolución tecnológica.
La universalización de derechos es un incentivo poderoso para la ampliación de la alianza a favor de un nuevo estilo, pero sería una promesa vacía sin aumentos sostenidos de la productividad y la competitividad. Los objetivos del pleno empleo y la elevación de la productividad se complementan con los de la universalización de la salud, la educación y la protección social. La inclusión universal se basa en el aprendizaje y la creación de habilidades que reducen el temor al cambio y facilitan la inserción de los trabajadores en un tejido productivo en transformación. El trabajo tiene un valor ético no sólo económico; no es sólo un medio de producción, es un fin en sí mismo.
Es urgente crear una nueva arquitectura financiera internacional. La capacidad de los agentes financieros internacionales para mover recursos entre países y monedas condiciona a los gobiernos y otorga a esos capitales poder de veto sobre un conjunto amplio de políticas. El hecho de que los movimientos de capital continúen desregulados y que la evasión fiscal siga erosionando a los Estados, pese a la posibilidad de que se esté gestando una nueva crisis financiera, es testimonio de su poder político. Es imperativo construir desde el espacio de lo público los contrapesos globales que impidan seguir privatizando beneficios mientras se socializan las pérdidas.
En la región, el Estado del siglo XXI debe ser democrático, capaz de recuperar, en unos casos, y profundizar, en otros, su autonomía relativa frente a los grandes intereses y los poderes fácticos nacionales y trasnacionales; con capacidad para escapar y blindarse frente a la persistente política de captura por parte de las élites, los intereses corporativos y las estructuras clientelares; con capacidad efectiva de imponer una cultura de la legalidad, de prevenir y combatir la corrupción y de garantizar el acceso a la justicia; transparente, eficiente y con rendición de cuentas, que recupere la confianza de la sociedad en sus instituciones.
Pero no sólo el Estado; también los mercados y las empresas (trasnacionales, particularmente) tienen que moverse hacia el crecimiento incluyente, la innovación y la productividad, y redefinir su responsabilidad social como el debido cumplimiento de sus responsabilidades laborales, fiscales y ambientales.
Las rebanadas del pastel
Bien por el organismo especializado de la ONU. El problema es que su periodo de sesiones lo inaugura Enrique Peña Nieto, quien representa todo lo que la Cepal quiere cambiar.
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