Los cambios posibilitaron su adaptación y las diferenciaron de sus parientes los okapis
Tienen un potente corazón que permite enviar sangre a lo largo de dos metros hasta el cerebro y su presión sanguínea es el doble de elevada que la de otros mamíferos
Las soluciones a los problemas fisiológicos y estructurales podrían ser prometedoras para tratamientos en los humanos
Miércoles 18 de mayo de 2016, p. 2
Arusha.
¿Cómo evolucionaron las jirafas hasta conseguir el largo cuello que las caracteriza? Científicos de Tanzania, Kenia, Reino Unido y Estados Unidos han investigado los cambios en la herencia genética que causaron la aparición de esa característica y este martes publicaron los resultados en Nature Communications.
Los expertos descifraron el genoma de la jirafa y de su pariente más cercano, el okapi, y descubrieron que en el esqueleto y el sistema cardiovascular de las jirafas se produjeron cambios fundamentales supuestamente de forma simultánea durante su evolución.
Las largas patas y sobre todo el largo cuello permiten a las jirafas llegar hasta los seis metros de altura y las convierten en uno de los mayores animales del mundo, aunque esa elevada estatura implica numerosos retos para su sistema cardiovascular y nervioso.
Por ejemplo, tienen un potente corazón que permite enviar sangre a lo largo de dos metros hasta el cerebro y su presión sanguínea es el doble de elevada que la de otros mamíferos. Además, los vasos sanguíneos están dispuestos de tal forma que pueden soportar las diferencias de presión cuando baja la cabeza para beber, entre otros movimientos.
El equipo de Morris Agaba, del Instituto Africano de Ciencia y Tecnología, de Arusha, en Tanzania, ha investigado los cambios genéticos que posibilitaron esta y otras adaptaciones comparando el genoma de las jirafas con el de los okapis, que no tienen un cuello tan largo como sus parientes. Se trata de las dos únicas especies de la familia Giraffidae.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores secuenciaron el genoma de dos jirafas masai (Giraffa camelopardalis tippelskirchi), subespecie que vive en el sur de Kenia y de Tanzania.
Mutaciones
El análisis del genoma mostró que los caminos evolutivos de jirafas y okapis se separaron más tarde de lo que se pensaba hasta el momento: hace unos 11.5 millones de años, en lugar de hace unos 16 millones. Se identificaron en total 70 genes que en el caso de las jirafas se modificaron para posibilitar la adaptación a la biología especial de esos animales.
Por ejemplo, esos genes cambiaron de tal forma que, entre otros, condujeron al desarrollo particular de las vértebras cervicales. Y es que a pesar de su largo cuello, las jirafas no tienen más vértebras que otros mamíferos, pero dichos huesos son extremadamente alargados.
Ese tipo de mutaciones genéticas que cambiaron el esqueleto de las jirafas se produjeron de forma simultánea a las que afectaron al sistema cardiovascular.
Debido a su gran tamaño, las jirafas tuvieron que enfrentarse a algunos problemas fisiológicos y estructurales, afirmaron los expertos. La solución a estos problemas, sobre todo los relacionados con el sistema cardiovascular, podrían ser reveladores para el tratamiento de enfermedades cardiovasculares y de la hipertensión arterial en los humanos.