Cannes.
ontra la costumbre de empezar flojita, la competencia propiamente dicha se inició con un par de títulos sólidos. Son películas hechas para recorrer festivales y circuitos de arte, porque no son exactamente para el disfrute de un público medio. La primera del país anfitrión, Rester vertical (algo así como Mantener la vertical) es el quinto largometraje del realizador Alain Guiraudie, cuyo anterior L’inconnu du lac (2013) fue su revelación en México.
En este caso, Guiraudie aborda una historia intrigante sobre Leo (Damien Bonnard), solitario guionista que maneja a la campiña en busca de compañía, ya sea masculina o femenina. Se liga de inmediato a la pastora Marie (India Hair), madre soltera que vive con su bruto e inexpresivo padre (Raphaël Thiéry) en su granja. En un salto elíptico, Marie da a luz al hijo de ambos y abandona a Leo con el bebé. A partir de este punto, la trama da giros inesperados y excéntricos que sugieren un perverso cuento de hadas moderno, en el que los lobos del bosque tienen la última palabra.
La sexualidad juega un papel importante en las diferentes relaciones que se van dando. De hecho, en ese entorno, todo mundo parece traerle ganas a todo el mundo. Y como ya había demostrado en L’inconnu du lac, a Guiraudie le gusta ser explícito en mostrar los apareamientos, que se dan con singular facilidad.
Con esa narrativa caprichosa, Rester vertical siempre mantiene el interés, a pesar de que los personajes no son los usuales personajes cinematográficos. Hay algo repelente –y a la vez fascinante– en ellos. La película puede causar perplejidad, pero no indiferencia.
Mucho más elaborada es la primera concursante rumana, Sieranevada, del director Cristi Puiu, autor de la memorable La muerte del Sr. Lazarescu (2005). El relato se centra en Lary (Branescu Mimi), neurólogo que acude a una reunión familiar en el departamento de su madre para conmemorar los 40 días de la muerte del padre. Antes de que el sacerdote ortodoxo haga el ritual correspondiente, las tensiones entre los diversos parientes se expresan con discusiones políticas, siendo la más insistente la que un sobrino desata defendiendo las teorías de conspiración sobre el 11 de septiembre. Antes de poder culminar con una gran cena, se detonarán las pequeñas crisis.
Salvo el arranque de la película y una breve interrupción para que Lary ayude a su esposa en la calle, toda la acción transcurre en el departamento materno. Sorprende la naturalidad de la puesta en escena, la interacción de los actores, la coreografía por la cual entran y salen de un recinto a otro, sin que jamás asome el artificio. A veces la cámara se queda en el pasillo que comunica a los diversos cuartos, atisbando como un intruso los conflictos de esa familia perfectamente disfuncional.
De casi tres horas de duración, la incesante verborrea de Sieranevada es susceptible de fatigar al espectador desprevenido. Pero quien enganche con los numerosos personajes y sus pleitos, llenos de detalles humorísticos, podrá apreciar nuevamente ese estilo tan peculiar del naturalismo rumano.
Hoy se dedicó una función especial a Money Monster, nueva intentona de la actriz Jodie Foster por hacer cine. Como ninguna de sus películas anteriores me ha convencido, preferí asomarme a la película inaugural de Una Cierta Mirada, la egipcia Eshtebak (Enfrentamiento), de Mohamed Diab. Situada en 2013, en medio de los disturbios que siguieron a la deposición del presidente musulmán Moris, la acción no sale de un camión de detención utilizado por la policía para arrestar a los manifestantes de ambos bandos, islamistas y militaristas.
En la conflictiva mezcla de personajes de diferentes ideologías y clases sociales, se da desde luego el microcosmos de un país en plena conmoción política. Diab filma ágilmente con cámara de mano para dar una idea del caos que existe dentro y fuera del camión. El final no deja lugar a dudas de que su visión sobre el futuro de Egipto es pesimista.
Twitter: @walyder