Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de mayo de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Por un nuevo curso de desarrollo
E

l mundo parece empeñado en sumirse en un estancamiento de larga duración, de cuya permanencia sólo puede esperarse que surja un síndrome fatídico de crecimiento lento que se reproduce y lleva a la corrosión de los resortes fundamentales de la expansión del sistema.

Por lo pronto, debe consignarse que la inversión productiva no ha recuperado sus niveles anteriores al estallido de la gran recesión, lo que implica un crecimiento de la productividad lento. A su vez, al agudizarse la desigualdad en la distribución del ingreso y la riqueza se impone la insana costumbre de los más ricos de consumir menos y ahorrar más en activos financieros, o en lujos de todo tipo, mientras la mayoría apenas mantiene su consumo esencial.

Para el notable analista Nouriel Roubini, esta circunstancia deriva en tendencias de crecimiento por debajo de las históricas o socialmente necesarias. Irrumpe la hysteresis: un desempleo de largo plazo erosiona las capacidades de los trabajadores y del capital humano en general; y, dado que la innovación está inscrita en los nuevos bienes de capital, una inversión baja lleva a un crecimiento lento de la productividad. Este maléfico círculo de hierro se cierra al agudizarse el conflicto político y la movilización social volverse confrontación, con lo cual el tiempo y el espacio para innovar en materia de políticas y estrategias, así como de hacer reformas, también se angostan.

El Fondo Monetario la llama Una nueva mediocridad; Larry Summers le dice estancamiento secular; y los chinos la califican de nueva normalidad. Atrapados y, al parecer, sin salida.

De círculos viciosos hay que hablar entonces, aunque para nosotros eso no sea novedad. Por más de 30 años la economía ha registrado un crecimiento bien por debajo del que marcó su trayectoria histórica desde fines de los años 30 del siglo pasado, y los niveles de subocupación junto con las magnitudes de trabajadores inactivos, pero dispuestos a trabajar, apuntan en la dirección señalada por Roubini: deterioro de nuestras capacidades laborales; insuficiente renovación del capital reproducible; caducidad y obsolescencia de la infraestructura física y humana indispensable para sostener un crecimiento económico que, a su vez, pueda ser el sustento de un verdadero, efectivo y creíble proceso de desarrollo.

Este último vocablo se nos olvidó o se quedó en la cuneta de los cambios estructurales o de modelo. Los mandones en el Estado, los negocios y hasta en la academia de excelencia optaron por ignorarlo y soslayarlo o, de plano, negar sus potencialidades movilizadoras de voluntades e imaginaciones. Y la política, democrática y plural, con que inauguramos el nuevo milenio se volvió tierra baldía, espacio colonizado al vapor por los poderes de hecho y caldo de cultivo de la peor de las perspectivas: la corrupción de la política y de los políticos.

Un nuevo curso de desarrollo es lo que urge diseñar y concebir, hasta convertirlo en idea, fuerza capaz de confrontar y echar para atrás las proclividades antipolíticas y derrotistas, negadoras del Estado y del propio horizonte mexicano, que han emergido en estos tristes años de desconocimiento del país como historia viva y de obsesivo reconocimiento de la nación como territorio dominado por la anomia, el escepticismo y, desde ahí, el sálvese quién pueda, el ahí se ven; para ya ni siquiera decir qué le vamos a hacer, si aquí nos tocó.

La convocatoria e invitación a pensar juntos en la posibilidad de nuevas rutas que nos lleven a estadios superiores de convivencia, basados en el bienestar compartido, puede y debe ser fruto de múltiples esfuerzos. De análisis duros y de trazos de futuro que se hagan cargo de la dificultad de la empresa, de la urgencia de desatar un gradualismo acelerado (M.L. Fuentes) y, al mismo tiempo, de hacerse cargo del peligro, en nuestro caso ya inminente, de desbocarnos y convertir la marcha en estampida y el reclamo en disonante montonera. Pero hay que imaginar y poner en marcha un nuevo curso, antes de que esos remolinos de que se habla en los centros del sistema nos hundan más y la desesperación se junte con la desesperanza.

De esto y más lleva a hablar Más allá de la crisis: el reclamo del desarrollo, que varios autores hemos puesto en circulación bajo el generoso sello del Fondo de Cultura Económica.

nuevocursodedesarrollo.unam.mx