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Los de Abajo

Ayotzinapa, 9 meses

F

ue un 26. Era junio y Argentina hervía dentro de una crisis política y económica que no sólo sacó a la gente a las calles, sino que parió un movimiento autónomo sin precedentes en este país sudamericano.

El puente Pueyrredón permanece plagado de símbolos. Aquí fueron asesinados por la policía de Buenos Aires Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, dos de los miles de militantes que tomaron con fuerza las calles luego de la crisis de 2001. Y hoy, como cada año desde hace 14, los movimientos vuelven a recordarlos. Son el símbolo de la lucha piquetera y del Movimiento de Trabajadores Desocupados.

Kosteki tenía sólo 21 años, y Darío Santillán, 25. Hoy las organizaciones sociales siguen exigiendo justicia. Y a su demanda se une la de otro 26, el 26 mexicano que hoy cumple nueve meses: Ayotzinapa.

Hace menos de un mes una delegación de Ayotzinapa, conformada por un sobreviviente, dos madres y un padre, estuvo en estas tierras, y justo con la gente que este 26 se mueve en Avellaneda compartió dolores y esperanzas. Ayotzinapa se encontró justo con el movimiento de abajo que cada 26 de junio marcha por sus muertos, ahora exigiendo también la presentación con vida de los 43 normalistas mexicanos.

Y por los 43 de Ayotzinapa, como cada mes durante los últimos nueve, la gente sigue en las calles. En México y en muchas ciudades del mundo la demanda es la misma. No es el clímax de las manifestaciones, pero la gente no se cansa. Nueve meses de movilizaciones, y también de organización. Nada fácil, como lo explica Omar García, sobreviviente de los hechos de Iguala.

“A nosotros nos indignó bastante la desaparición forzada de nuestros 43 compañeros, nos indigna aún más la forma en que el Estado niega su responsabilidad, y se ha burlado durante nueve meses de nuestra dignidad… Pero hay algo que de verdad nos indigna más que las dos cosas anteriores, y es la gente y las organizaciones que se han colgado del nombre de nuestros 43 para lograr sus particulares demandas”, dice Omar, quien asegura que, por encima de esto, nueve meses después somos muchos más que al principio.

Un movimiento que en los primeros meses, dice Omar, hizo temblar la tierra, hasta que comprendió que no se trataba de hacerla temblar, sino de transformarla, por lo que en caravana se dieron a la tarea de recorrer México y muchos países del mundo, donde se encontraron con sus espejos. De ellos y ellas aprendieron, con ellos y ellas recorren hoy Avellaneda y las veredas de los pueblos, naciones y tribus organizados en el Congreso Nacional Indígena.

losylasdeabajo@yahoo.com.mx

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