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El canto meditativo de la viola
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Pablo Casals
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Periódico La Jornada
Sábado 23 de julio de 2011, p. a16

La tradicional figura retórica que consiste en preguntar qué libro o qué disco se llevaría a una isla desierta se vuelve sencilla: Pablo Casals, Seis suites para violonchelo solo de Bach.

En la lista de finalistas: Variaciones Goldberg, Clave Bien Temperado, Pasión según San Mateo, Concierto Italiano (con Glenn Gould, por supuesto).

No hay casualidades: todas estas obras fueron escritas por Johann Sebastian Bach.

Y ya puestos por autor: toda la obra de Mozart.

Para la isla de ahora, por lo pronto, acaba de llegar a México una nueva joya bachiana: J.S. Bach: six suites pour violoncelle à l’alto, es decir: para viola, con el prestigiado sello discográfico francés Analekta.

Fascinante.

Debemos a Pablo Casals el florecimiento de la serenidad, el esplendor de la armonía, el agasajo de paz interior que brinda la escucha de estas obras maestras.

Un buen día don Pablo encontró en Las Ramblas de Barcelona una copia del manuscrito que hizo Anna Magdalena Bach, la esposa del maestro, y tuvo la valentía (porque en esa época era algo insólito, además de empresa técnicamente dificilérrima) de ejecutar en público el ciclo completo, práctica hoy en manos de los grandes maestros del violonchelo moderno.

Y hablando de violonchelo moderno, un vaporoso halo de misterio envuelve la historia de estas obras. Hay consensos entre historiadores en cuanto al lugar, la ciudad alemana de Cöthen; la fecha, entre 1720 y 1721. Pero en cuanto al instrumento, deliciosas dudas han propiciado frutos tan exquisitos como la versión para viola que hoy nos ocupa.

En vida de Bach, la palabra violonchelo aludía a una serie de instrumentos de distinto tamaño y técnica de ejecución diversa. El violonchelo, como lo conocemos hoy, emergió en Italia en los años 1660; el tamaño actual lo estandarizó el laudero Stradivarius.

Los investigadores recorren varias hipótesis: Bach escribió estas suites o bien para un violoncello da spalla (o: viola da spalla; viola de hombro), o bien para una viola pomposa (lindo nombre); o un violonchelo piccolo, basado en el modelo que patentó Stradivarius; o bien para una viola da gamba; incluso algunos aventuran: para una viola d’amore.

Un hecho: Bach escribió estas obras para su amigo Christian Bernhard, notable violonchelista de la época. Otro hecho: Bach era violinista y violista, y ejecutó sus Seis suites hoy conocidas para violonchelo, en una viola.

Hace algunos buenos años, el Disquero recomendó con alegría la aparición de las versiones para viola que hizo la maestra japonesa Nobuko Imai, con el sello Philips. Hoy, la maestra francesa Hellen Callus puentea de manera espléndida el tema, el sonido y la ejecución con excelsitud.

En primer lugar, quien conozca las Seis suites para violonchelo solo de Bach escuchará aquí obras que parecen nuevas, no solamente porque, obvio, el sonido de la viola es más delgado que la tersura del violonchelo, ni tampoco, obvio, porque las velocidades son superiores, dada la agilidad de leopardo de la viola comparada con los movimientos sensuales de pantera del violonchelo.

La diferencia mayúscula estriba en la maestría de la dama Callus, cuyo callo artístico se nota, su músculo se muestra y su entraña sale a vuelo en una serie de aventuras insólitas que significa escucharla una a una estas seis suites de magia y ensalmo.

La profundidad meditativa de las allemandes, la ligereza de ropa de las courantes, su sentido de expresividad extremo; el perfume ensoñador de las sabarandas. ¡Oh, qué música más bella, música de vuelo y levitación en calma!

El sonido tan lleno de encanto impronunciable, las atmósferas anímicas que entabla, ese sonar tan no sé qué, tan qué sé yo pero tan cierto y firme como las delgadas patas de una grulla en el momento de su apareamiento. Y canta.

Las versiones para viola de Helen Callus ameritan, inclusive, una revisión de lo asequible en las versiones para violonchelo: por supuesto son insuperables las grabaciones que hizo Pablo Casals.

Entre las opciones contemporáneas para violonchelo vale destacar las de Jacqueline Du Pré, Rostropovich, Yo Yo Ma, Mischa Maisky, Pierre Fournier y en especial las del maestro Pieter Wispelwey, quien hizo impronta hace algunos años en la Sala Nezahualcóyotl, llena a tope, con el ciclo completo en una sola sesión, ejecutando en un violonchelo piccolo, el que los investigadores consensan como el instrumento original para el cual Bach escribió estas obras maestras.

Nos vemos en la isla desierta, que es mejor multitud que la del lado oscuro de la Luna.

disquero@jornada.com.mx