La publicación y subsecuentes presentaciones del libro Miradas a Francisco Toledo (Instituto Nacional de Bellas Artes-INBA, 2010), de Carmen Gómez del Campo, cierran de alguna manera los festejos por los 70 años del artista juchiteco, cumplidos el 17 de julio de 2010 (mañana el artista cumplirá 71). La más reciente presentación fue en el Centro Nacional de las Artes y la próxima será el 9 de septiembre en el Colegio de Saberes (Berlín 39, colonia Juárez).

Para Gómez del Campo, del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), el volumen arroja otra manera de acercarse a la obra de Toledo, una que juega con la escritura, con la plasticidad, que también tiene la palabra. Quizá un intermedio entre metáfora y plasticidad, arrancarle a la palabra la posibilidad de darle muchos sentidos, no uno solo. No decir, esto quiso hacer; no, quién sabe qué quiso hacer. Que jugó y jugó, sí, y uno lo menos que puede hacer es intentar acoplarse con la palabra siguiendo la imagen y no imponerle a ésta una etiqueta. Es un libro que intenta buscar nuevas formas de mirar la obra de Toledo, pero también la contemporánea, sobre todo aquella que toca el cuerpo particularmente.

Miradas a Francisco Toledo partió de un seminario que la especialista coordinó en el Cenidiap sobre sicoanálisis y estética, a fin de reflexionar sobre la obra contemporánea a partir de herramientas novedosas que nos permitieran pensar el tema del cuerpo y cómo se pone a jugar en una obra. El primer tema que elaboró fue el ensayo Transfiguraciones en el cuerpo, publicado dentro de la colección Abrevian de la institución.

Para su estudio, Gómez del Campo seleccionó obra que me iba cautivando, con la idea de que Toledo trabaja mucho en umbrales, entonces, se intentó saber de qué umbral se trata y qué pasa con el cuerpo allí. Fue cuando la autora decidió completar el trabajo.

En vista de que trabaja en otro proyecto sobre cerámica contemporánea, salió el capítulo Entre la piel y la tierra, los gestos de una memoria, en que la cerámica le permite trabajar precisamente la liga con la tierra.

El artista juchiteco, quien mañana cumplirá 71 años, en una imagen de 2008Foto Roberto García Ortiz

De acuerdo con la entrevistada, se trata de una mirada que resulta novedosa para México al hacer jugar el sicoanálisis y la filosofía, pero también la historia del arte con un autor muy particular: Georges Didi-Huberman. Luego, Gómez del Campo trabajó los autorretratos de Toledo, en un intento de jugar a partir de una frase que Carlos Monsiváis recupera de una obra en que Toledo escribe: Una máscara es un rostro que huyó a la superficie. Este ensayo se titula Orografía de un rostro. Las máscaras toledanas.

Por último, la investigadora aborda el tema del erotismo en la obra del artista y le da un giro; es decir, me meto con Bataille para trabajar el tema de la violencia, el erotismo y lo que de animalidad nos habita.

En esta parte “pongo a jugar una idea que siempre me ha gustado e inquietado, que es el asunto del arte en la caverna. Es decir, cómo es posible que éste arte tenga expresiones tan similares en latitudes tan diversas, sin una conexión cultural, suponemos.

Allí, sostengo la hipótesis de que tiene que haber un algo que, más allá del proceso civilizatorio, tiene que ver con un primitivo original, un orden que se constituye en todo momento y que eso se acerca mucho a lo que sería erotismo y que eso está presente.

La obra de Toledo no era desconocida para Gómez del Campo. Incluso, estudió la maestría junto con Elisa Ramírez, quien elaboró el catálogo de la obra de Toledo, mismo que, por medio de Gómez del Campo, fue entregado al Cenidiap para su consulta. A partir de allí, la autora empezó a involucrarse con el tema. Hace hincapié en la destreza, la fineza y la pulcritud del trabajo del artista. Además, me parece tan universal, que por eso me adentré tanto en el tema de lo primitivo, porque me parece que entre lo primitivo y lo contemporáneo no hay nada.