omienzo hoy pidiendo una disculpa por un dato erróneo de mi anterior nota. En mayo pasado no perdieron su trabajo 946 mil personas en Estados Unidos. El incremento en el número de desempleados sólo fue de 167 mil. Es cierto que ya en abril el desempleo también había crecido en 205 mil personas, luego de que las cifras absolutas habían bajado durante cuatro meses seguidos, de diciembre del 2010 a marzo 2011.
Pero ya en el ánimo de afinar errores o equívocos, conviene recordar que las cifras de desempleo pueden verse incrementadas por dos razones. Una primera –relativamente obvia– por una diferencia mensual negativa entre trabajadores incorporados y trabajadores despedidos. Hay una segunda menos obvia, la incorporación de personas mayores de 16 años a la búsqueda de empleo, sin lograrlo.
Similarmente el número de desempleados puede disminuir por una diferencia mensual positiva entre trabajadores incorporados y trabajadores despedidos. Pero también por el abandono de personas mayores de 16 años a la búsqueda de empleo.
La combinación de la contratación o despido del empleo actual e incorporación y del retiro del mercado laboral, define los números y las tasas de empleo y desempleo. En términos absolutos, por ejemplo, puede no haber ni contrataciones ni despidos y, sin embargo, la tasa de desempleo puede subir o bajar, dependiendo de que baje o suba –respectivamente– el número de personas mayores de 16 años que están en condiciones de trabajar y que buscan empleo durante cuatro semanas seguidas.
Por eso –en descargo de mi error– debo señalar algo más: a pesar de que en mayo pasado hubo un incremento de 105 mil personas al empleo, por tercer mes consecutivo se incrementó el número de desempleados. Sí, este ejército de desocupados se elevó en 205 mil personas en abril, 167 mil en mayo y –lamentable sorpresa dada a conocer el viernes pasado– en 173 mil personas en junio. Así y luego de que durante cuatro meses bajó en términos absolutos el desempleo, nuevamente y durante tres meses continuos, se incrementó el número de civiles mayores de 16 años que buscan trabajo y no lo encuentran. En total 545 mil.
Esto debiera silenciar a quien intente pregonar la recuperación económica estadunidense. A cualquiera, empezando por el presidente Obama, que debe ver en estas cifras y en esta situación del desempleo estadunidense, el principal obstáculo para su relección. Y es que –una vez más– la tasa de desempleo se elevó, en junio llegó a 9.2 por ciento, luego de que en marzo pasado había llegado a 8.8. Además –y lamentablemente– nuevamente se elevó el tiempo promedio que tarda un estadunidense en encontrar empleo: 39.9 semanas, casi 280 días. Nuevo máximo histórico de nuestros vecinos. Así, en junio trabajaron 139 millones 334 mil personas, 445 mil menos que en mayo.
Por ello, y de nuevo comparando con el máximo histórico de ocupados absolutos (146 millones 584 mil estadunidenses en noviembre de 2007), faltan crear 7 millones 250 mil empleos para igualar aquel número. Y al nuevo ritmo de tasa media de creación de empleos que se registra en los últimos 18 meses en los que –efectivamente y en términos absolutos– ha crecido el empleo en el vecino país, a ese nuevo ritmo harían falta siete años y medio para llegar a ese máximo nivel de empleo civil de noviembre de 2007. Con un severo problema. Por el crecimiento normal de la fuerza civil laboral, la tasa de desempleo sería mayor que la registrada en noviembre del 2007, lamentablemente.
¿Qué elementos o circunstancias subsisten en le economía vecina –y en general en una economía mundial que cayó y apenas se recuperó un poco en 2010– que impiden una recuperación más rápida del empleo y la ocupación? Una fundamental: no se han restablecido ni renovado las condiciones para que la rentabilidad general de las inversiones se eleve nuevamente.
Dos razones principales lo impiden: el enorme volumen de recursos que se destinó no sólo a la producción sino al crecimiento desmedido del consumo suntuario en la anterior fase de auge económico en el mundo, es uno; el otro es la valerosa resistencia de los trabajadores y, en general, de la población civil de muchos países (España y Grecia en estos momentos, pero no sólo), que ha impedido la profundización de las condiciones de explotación que permitirían –de la manera más vil, violenta y traicionera– el restablecimiento de esa rentabilidad general del capital. Esto explica –entre otras cosas y en casos como el de México– la insistencia y la vehemencia con la que se atacan las condiciones generales de trabajo y las prestaciones laborales. El deterioro en el funcionamiento de IMSS e ISSTE –lo señala brillantemente Gustavo Leal aquí mismo en La Jornada– y el violento ataque a las condiciones de trabajo, retiro, cesantía y vejez –como lo explican una y otra vez Arturo Alcalde y Néstor de Buen, también aquí en La Jornada– no hacen sino confirmar ese ánimo generalizado de personeros empresariales y personeros gubernamentales contra los trabajadores. No hay duda.
PD: ¡Qué triste que se nos vaya uno más de nuestros queridos mentores, el Maestro Sánchez Vázquez! ¡Un fuerte abrazo a Adolfo Sánchez Rebolledo, a sus hermanos y a toda su familia!