Opinión
Ver día anteriorMiércoles 6 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Degradación política
L

a biografía de la profesora Elba Esther Gordillo en el ámbito público resume la triste historia de un proceso político y cultural degradante que padece el país. Ella encarna todo eso que la sociedad tiene el deber de cambiar para ver de frente y con orgullo su futuro. Con ella, y junto a ella, el deterioro se extiende, como plaga contagiosa, a casi todo el entorno decisorio, incluida la élite que conduce a los grupos de presión de naturaleza privada, sindical, religiosa o empresarial. Toda una troupe de actores de poca monta, conjugada en trabazones de intereses malsanos, visiones de muy corto plazo, improvisaciones continuas sin rastros de diseño o grandeza. Un fenómeno malsano que condiciona y aherroja el desarrollo y la sanidad de la vida en común.

Desde que empezó a escalar la burocracia sindical, Gordillo, lo hizo de enroscadas maneras. Reptó a la sombra de un personaje (C. Jonguitud) al que, rodando el tiempo y las intrigas, sustituyó de cuestionada manera: fue ungida por el dedo autoritario de C. Salinas. En su ascendente ruta escalafonaria fue acusada por otros grupos magisteriales de ser promotora de la trama asesina urdida contra un correligionario de buena fama (Misael Núñez). Asesinato que, como otros asuntos delicados entre gremios influyentes, ha quedado como asignatura pendiente de las autoridades respectivas. Uno más de los miles de casos inconclusos que aportan sazón a las impunes complicidades entre poderosos. Una vez encaramada en la dirigencia del SNTE perfeccionó el pegajoso cemento corruptor que le ha permitido maniatar a toda la dirigencia magisterial actual. Su enquistamiento ha sido aceptado por amplios segmentos del poder y la sociedad, llegándose a ver como cosa normal. Y ahí, en ese sitial de privilegios conquistados a golpes de mano dura, cinismo y groseras audacias, se ha eternizado mangoneando, sin contemplaciones ni respetos humanos, a los que son, en efecto, sus abyectos, obedientes y disciplinados subordinados.

El cuadro de las andanzas de Gordillo no estaría completo sin adentrarse en sus correrías electorales. Es aquí, precisamente, de donde ha sacado la mejor de las ventajas y que la han transformado en personaje público de alto voltaje. Por ella, la vida democrática del país corre el riesgo de ser electrocutada por sus peripecias alambreando casillas con sus miles de comisionados disponibles. Los votos, condicionados de su partido (Panal) le aportaron al señor Calderón algo así como un millón de sufragios. Nada, sin embargo, como las trampas y el manipuleo organizado desde el interior mismo del IFE por uno de sus sometidos testaferros. Trasiego en el que modificó y sustituyó, a sus anchas y en números récord, a funcionarios de casilla con el propósito de dejar, en el completo desamparo, cientos, tal vez miles de urnas para ser, después, asaltadas con fiereza. Las negociaciones (eufemismo del mapachismo de gran calado) llevadas a cabo con gobernadores priístas que vendieron sus favores quedaron al descubierto en sendas conversaciones telefónicas. Ésta ruta fue una fuente ilegal de otras tantas miles de actas alteradas (no hubo tiempo para meterle mano a los votos) que nunca han sido debidamente espulgadas pero que abultaron la contabilidad para el panista del célebre 0.56 por ciento.

Las confesiones recientes de la artificiosamente acicalada maestra son un malabar de cinismos compartidos con aquel (FCH) que la usó para treparse (haiga sido…) a la silla presidencial. El intercambio entre ellos ya era por demás conocido pero, a confesión de, al menos, una parte, ayuda para aquilatar la dimensión que adquirieron sus deshonestos e ilegales tratos. Las aportaciones del señor Calderón al acuerdo ya han sido harto exploradas por lo que todavía queda de posturas críticas en el país. Ciertamente implican la graciosa sesión de enormes recursos públicos (Issste, Lotería) puestos a disposición de la maestra y sus corifeos sin remilgo ni vigilancia que valga. Pero lo en verdad trascendente es el mando, la influencia, la conducción que obtuvo sobre el proceso educativo nacional. Las consecuencias de tan maligno arreglo son, al tiempo, tanto notorias como dañinas para la salud y el destino de la nación. Han formado un denso, duro, impagable núcleo de perversiones que atoran al sistema imperante. El predominio de actitudes rayanas en la perversión de valores trastocados para favorecer a unos cuantos y presentarlos como ejemplos (chingones) a imitar. Ambiciones sin medida de los de arriba que son moneda corriente, usos y costumbres que se creían desterrados hasta que llegaron las elecciones en el estado de México.

Sus confesiones provocaron de inmediato un cúmulo de interpretaciones convenencieras, la mayoría. Pocas, muy pocas, condenatorias y, menos aún, presentadas como muestra material de lo que se compone el sistema imperante. Dirigentes partidarios del PRI se han apresurado a darle cordial bienvenida. Le auguran placentera convivencia a pesar de los costos que ella acarrea consigo. Los ha hecho explícitos. Aun así, no le faltarán socios en su nueva aventura. El señor Peña Nieto, obsequioso y de estudiadas maneras, le ha declarado su amistad y posible facturación. Todo lo que sea con tal de llegar a la cima.