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Ver día anteriorLunes 4 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El encuentro en el Castillo
E

l encuentro en el Castillo es, en efecto, un acto fuera de lo común. Por fin, con un poco de retraso, ha tenido lugar el diálogo público de un importante sector de la ciudadanía precisamente con el centro del poder: el Presidente de la República. Naturalmente no vale hacer simplonamente la comparación con el 68: allí los agravios, sobre todo a los universitarios en sentido amplio, se experimentaban como demasiado hirientes, y por la personalidad de los participantes (el presidente Días Ordaz y el Consejo General de Huelga) probablemente hubiera sido imposible un encuentro tan terso.

Pero lo importante es que ahora tuvo lugar y que se dio, se ha insistido, en beneficio de las dos partes. Más en beneficio de Felipe Calderón, probablemente, y menos en el del Movimiento por la Paz, la Justicia y la Dignidad. Lo que resulta histórico es que un movimiento social como el que ha levantado Javier Sicilia ha tenido la fuerza, o la personalidad, o el estilo preciso para convencer a su contraparte de que valía la pena correr el riesgo de la reunión. Naturalmente, con el tiempo sabremos si los resultados concretos se parecen a los méritos históricos que se le atribuyen, o si tal posibilidad se desbarranca ya en manos de una burocracia que parece desbaratar todo lo que toca, o convertirlo en estatua de sal, o hacerlo imposible por motivos puntualmente kafkianos, que son los normales de la burocracia.

Quisiera resaltar todavía un par de notas que caracterizaron el encuentro: en México, desde luego, se le otorga valor excepcional a un movimiento ciudadano que ha logrado un diálogo público con la autoridad más alta. Subrayando que vivimos un tiempo en que los movimientos sociales parecen ser ya más importantes políticamente que los partidos políticos. Se me dirá, con razón, que su función es distinta. Es verdad, pero diré entonces que los movimientos sociales cumplen funciones políticas que ya no cubren los partidos, como la de representar el eslabón de contacto más fuerte entre el poder y la ciudadanía. Sí, los partidos se han olvidado de la sociedad para dedicarse concentradamente a su tarea legislativa, pero también a las prebendas de sus integrantes, una concentración legislativa que deja mucho que desear (las negociaciones que no terminan nunca o que dejan en el tintero lo principal, además de que, en efecto, parecen dedicar más tiempo a cultivar sus canonjías que a resolver los problemas de la sociedad. Tal es, en todo caso, su imagen más generalizada).

Hoy, después de casi 200 años de partidos políticos, los movimientos sociales parecen tomar la delantera por su mayor flexibilidad y ausencia de protocolos, y éste en México de Javier Sicilia así lo muestra. Aunque debe reconocerse que en general les falta un remate político que culmine exitosamente sus exigencias, como ocurrió en América del Sur, en que barrieron con las dictaduras que tantas muertes y sufrimientos habían causado.

Pero volvamos al encuentro de Chapultepec. Felipe Calderón, con su tozudez bien conocida, defendió nuevamente su decisión de enfocar la batalla contra las mafias del narcotráfico desde el exclusivo punto de vista militar. Y esto lo elevó casi a mandato moral como Presidente de la República. Aquí, opino, se presentó la parte débil del alegato de Javier Sicilia, quien se dejó embaucar por el alto contenido moral con que Felipe Calderón presentó su argumento, fallando los dos en el punto central de la discusión.

Porque, si entiendo bien, en la esencia de sus rechazos el movimiento de Sicilia sobre todo se ha dirigido a la parcialidad y exclusividad militarista y policíaca con que Felipe Calderón ha tratado el problema, sin considerar otros ángulos absolutamente decisivos del mismo. Tal exclusividad estaría en el origen de los 40 mil asesinatos de mexicanos y la principal falla estratégica de la Presidencia. No sólo porque no contaba con policías, Ejército o funcionarios aptos e impolutos, sino porque una batalla debe librarse desde muchos ángulos, y no desde uno solo.

Todos han reconocido la complejidad del problema. Se ha dicho, yo mismo lo he repetido: no son suficientes las armas del Ejército y de la policía, sino que son necesarias además la desarticulación financiera y de los recursos de las mafias, que no se ha efectuado tal vez por el freno que le imponen a Calderón los intereses del aparato financiero nacional e internacional. Pero seamos claros: sin ese flanco no hay verdadero debilitamiento de las pandillas del narcotráfico.

Pero, además, resulta fundamental atacar masivamente el aspecto preventivo de las drogas para frenar a los consumidores, que todo indica que han crecido exponencialmente en México, y por supuesto los aspectos preventivos y curativos de la misma. Y lo que resulta fundamental: atacar de lleno el problema económico para crear masivamente centros de trabajo y educativos.

El principal reproche que se hace a Felipe Calderón es su simplificación de la batalla, su reducción a uno solo de sus aspectos, y el hecho de que, en su necedad, no vea el problema como algo verdaderamente complejo que debe ser atacado, simultáneamente, desde diferentes lados; análoga fue la falla de Javier Sicilia en la reunión, a quien faltó igualmente ampliar el tema en varios de sus aspectos estratégicos, más allá de conformarse con su solo aspecto moral o subjetivo, tras lo que se parapetó Felipe Calderón.