as buenas historias siempre encuentran su cauce, lo construyen mientras lo buscan. Por lo menos ese parece ser el leitmotiv de las novelas que Rosa Montero nos ha regalado desde hace más de 30 años. Aunque diferentes –siempre evita el recurso fácil de repetirse–, en todas se encuentran sus obsesiones, sus asombros, sus descubrimientos, como el universo de la ciencia que encuentro de manera evidente en Instrucciones para salvar el mundo y en Lágrimas en la lluvia, su más reciente novela.
Dice Rosa Montero que Lágrimas en la lluvia es su obra más realista. También que su protagonista principal es la más parecida a ella como persona. Esa confesión no debería sorprendernos si no supiéramos que la novela transcurre en el lejano 2109 y que Bruna Husky es una espía preparada para el combate que es capaz de lastimar a sus amantes que duermen con ella, pues el menor roce involuntario dispara su reflejo de ponerse en guardia. Más aún si no supiéramos que esa mujer es una replicante
tecnohumana con una vida programada de 10 años.
El título de la novela es un homenaje al cineasta Ridley Scott, quien en uno de los episodios de Blade Runner –ese clásico de la modernidad cinematográfica inspirado en la saga de Phillip Dick– al agonizar un replicante le hace decir: todos esos recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia
. Recuerdos de paisajes cósmicos nunca vistos por ojo humano alguno, recuerdos de una vida breve no menos intensa que la de cualquier no tecnohumano.
Novela negra y ciencia ficción dan vida al mundo de Lágrimas en la lluvia. También esos dos géneros le permiten a Rosa Montero enfrentarnos a uno de los grandes conceptos que fijaron los filósofos y escritores clásicos de todos los tiempos: el sentido de lo humano, de la humanidad que llevamos cada uno de nosotros. Montero no trastoca valores como el amor y el odio, el respeto o la ambición, sino nos enfrenta a la necesidad de actualizarlos, a vislumbrarnos en esa especie que al parecer surgirá de la nuestra: los replicantes, esos tecnohumanos de inteligencia artificial y recuerdos programados pero que, nos dice Rosa Montero como Phillip Dick, podrán sentir, y emocionarse como cualquiera de nosotros.
No sólo eso: sin ser una novela de tesis, Lágrimas en la lluvia nos invita a cambiar nuestro concepto de humanidad obviamente antropocéntrico por otro que incluya no sólo al hombre y los posibles replicantes, sino a todo ser vivo. La lógica de esto último es bien sencilla: gracias los estudios del ADN sabemos que nuestras diferencias genéticas con un mosquito del vinagre son tan pocas que si sólo sobrevivieran ellos a una hecatombe, subsistiríamos como especie.
Aunque la historia protagonizada por Husky transcurre en un mundo de rampas automáticas y casas y oficinas inteligentes capaces de cumplir nuestros deseos como iluminar una habitación u oscurecerla sólo con ordenarlo en voz alta; en un mundo donde alienígenas, robots y tecnohumanos más que una hipótesis científica son una realidad, Rosa Montero nos enfrenta a problemas tan actuales y tan antiguos como el del nacionalismo, la intolerancia, la pobreza rampante, los paraísos artificiales y una compleja red de corrupción de políticos y empresarios, tan escandalosa como las que padecemos. Tan idiotas son las guerras robóticas
del siglo venidero imaginadas por la escritora española como la actualmente emprendida contra el narco.
Rosa Montero también pone en el cogollo de la novela el sentido de la identidad y la memoria. Toda memoria, nos dice uno de sus personajes, es falsa: “Todo es mentira… Los afectos… La memoria de esos afectos”. Pero aunque todas las memorias son mentirosas, todos nos inventamos el pasado y uno es, al final de cuentas, sus recuerdos.
La prosa de Lágrimas en la lluvia es tan intensa como la historia que nos presenta y que inicia con una súbita ola de suicidios de replicantes que sacude a la sociedad madrileña del sigo XXII. En pocas novelas se encuentra tan clara esa realidad en la que en han insistido numerosos poetas cuando nos dicen que uno es el otro, un nosotros colectivo y único que nos da peso y volumen y justifica nuestra existencia sobre el haz de la tierra… o de cualquier lugar habitable.
La actualidad de esta novela es por momentos espeluznante, como cuando nos cuenta cómo el calentamiento global extingue a los osos polares: ya sin su último témpano de hielo, los inmensos osos blancos podrán nadar 500 kilómetros en busca de tierra firme antes de sucumbir, de morir ahogados, por agotamiento.
Rosa Montero cree que vivimos una época de plata en materia de novela. Yo no estoy tan seguro. El mercado ha llenado de basura los anaqueles de las librerías. Estoy seguro en cambio que existen muy buenos novelistas como ella que han dado continuidad a la esencia del género que es el ánimo de contar, de contarnos historias capaces de enriquecer las nuestras, de disparar nuestra imaginación y conjurar la muerte irreversible viviendo otros mundos. Lágrimas en la lluvia es una espléndida ficción que nos acerca como pocos libros a la realidad.
Bruna Husky dice algo sobre una novela que bien podríamos decir de la novela que protagoniza: Había algo en esa maldita novela que parecía escrito sólo para ella. Algo extrañamente cercano, reconocible. Algo que rozaba lo insoportable
.