DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE

SUPLEMENTO ESPECIAL
MIERCOLES 30 DE ABRIL DE 2008

Las pancartas, matracas y confeti de antaño, sustituidos por encerronas de trámite, kermeses y rifas

Marcha obrera del primero de mayo: de lo que fue a lo que quedó

Patricia Muñoz Ríos

S


i se tuviera que escribir la historia de la celebración del primero de mayo en México, ésta tendría que iniciar relatando las grandes luchas y movilizaciones obreras de los años 20 y 30 del siglo pasado; las multitudinarias concentraciones de trabajadores que se realizaron hasta entrados los años 80, cuando con matracas, confeti y pancartas de “agradecimiento” los trabajadores desfilaban encabezados por sus líderes quienes luego, junto con el Presidente en turno, saludaban a la masa obrera desde el balcón central de Palacio Nacional. A la postre, todo esto devino en nuestros días en conmemoraciones del Día del Trabajo deslavadas, de “trámite”.

Para este año, las expectativas de las centrales obreras corporativas son que su celebración sea “austera y se achique aún más”; tan es así, que la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC) se manifestó por una fiesta tipo “kermés”, mientras que en los sindicatos independientes prevalece la rebatiña por quiénes serán los oradores, quién tendrá los reflectores o el mayor contingente.

Del lado de los sindicatos oficialistas, la CROC no sólo no va a marchar ni va a hacer un mitin como otros años, sino que anunció oficialmente que llevará a cabo un “festival obrero en el Estadio Azteca”, con cantantes populares, rifas y todo un concepto de entretenimiento que dirigentes de otras organizaciones han calificado de “circo”, mientras otros señalan que el cambio en el estilo de la celebración croquista se debe a que entre los afiliados a esa confederación “hay buenos músicos”.

Por su parte, Joaquín Gamboa Pascoe, líder de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), quien vivió las glorias de esta celebración con los gobiernos priístas, cuando la ceremonia aglutinaba a todo el poder político en torno al sector sindical corporativo, ahora señala con su dedo índice levantado que el primero de mayo “no se ha diluido como protesta, sino como concentración”, y que esto se debe a que los últimos presidentes dieron al traste con el Día del Trabajo.

Acusa directamente que, sin razón, el presidente Vicente Fox cambió radicalmente esta ceremonia, cuando determinó que la fiesta obrera se celebrara en Los Pinos, en una reunión a puerta cerrada con los líderes sindicales como únicos invitados, lo que hizo perder “el sentido y el fondo” de lo que se conmemora.

Pero antes de Fox, la idea la tuvo el presidente Ernesto Zedillo, cuando el primero de mayo de 1995 “dejó el balcón vacío”, decidió no encabezar la marcha obrera y hacer un acto cerrado en la sede del Congreso del Trabajo, por lo que las organizaciones de trabajadores tomaron la movilización por su cuenta.

El último gran desfile

En la edición de La Jornada correspondiente al 2 de mayo de 1994, destacan las fotografías de Carlos de Salinas de Gortari, acompañado por el líder histórico de la CTM, Fidel Velázquez, quien en ese acto en el Zócalo daba el tradicional respaldo de las centrales obreras oficialistas tanto al gobierno como a la candidatura priísta de Ernesto Zedillo a la Presidencia de la República.

En la información de ese día, La Jornada daba cuenta del “otro desfile”, el que se efectuaba tras los muros de Palacio Nacional, donde líderes como Napoleón Gómez Sada o Leonardo Rodríguez Alcaine repetían el ritual de demostrar ante el Presidente “la fuerza de sus lealtades”.

Han pasado 14 años y Joaquín Gamboa Pascoe resume: “Ahora el Día del Trabajo es una fecha simbólica, lo demás es lo que cada organización trabaja y tiene con sus agremiados”.