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Tres experiencias latinoamericanas 1. Petrobras Roberto González Amador Hace no más de dos décadas, el Instituto Mexicano del Petróleo (IMP) era uno de los centros de investigación en que se capacitaban los especialistas de Petróleos Brasileños (Petrobras), la empresa cuyo modelo de privatización ha sido puesto sobre la mesa de la discusión en la reforma energética de México. Pero mientras el IMP ha sido debilitado a golpe de recortes presupuestales, Petrobras invierte, cada año, más de 700 millones de dólares en capacitación, investigación y desarrollo a través de su instituto petrolero y 25 centros de enseñanza superior. Además de formar ingenieros, la empresa brasileña desarrolla modelos de simulación de yacimientos, ingenierías para equipos de perforación y administración de proyectos. Promueve, también, la fabricación de equipo y es líder en el mundo en exploración en aguas profundas: ha logrado extraer crudo a más de ocho mil metros de profundidad.
Petrobras, por un lado, promueve la formación de sus profesionales y actúa como una fuente de estímulo de la industria brasileña: en su plan de negocios para el periodo 2008-2012, establece que 65 por ciento de su gasto total de capital, que ascenderá a 97 mil 400 millones de dólares, será de bienes con contenido totalmente brasileño. Esto es, generará para los proveedores locales ventas directas de más de 12 mil millones de dólares por año. Sin embargo, fuera de Brasil se comporta, según algunos críticos, como cualquier empresa de un país imperialista, como la caracteriza Raúl Zibechi, editor de política internacional del semanario Brecha, de Uruguay. Un ejemplo: en contraste con el tono moderado de Itamaraty, la cancillería del gobierno brasileño, Petrobras rechazó la nacionalización de los hidrocarburos decretada por el presidente de Bolivia, Evo Morales, cuando éste tomó posesión del cargo. El director de la compañía, José Sergio Gabrielli, amagó entonces con dejar de invertir en Bolivia –país donde Petrobras controla 20 por ciento del producto interno bruto– y recurrir a los tribunales de Nueva York. Evo le respondió: “es un chantaje”. Con una sólida estrategia de crecimiento fuera de Brasil, Petrobras, que tiene intereses en 20 países de Asia, Africa, Medio Oriente, Europa, América Latina –incluído México– y Estados Unidos, ha hecho de su operación en el lado estadunidense del Golfo de México su principal proyecto de expansión para los siguientes años. Pero México y el petróleo mexicano forman parte de esa estrategia.
La historia del petróleo en Brasil arrancó en 1858, año en que se hicieron las primeras exploraciones, sin éxito por cierto. En 1930, después que varios pozos fueron perforados en vano, el ingeniero agrónomo Manoel Inácio Bastos supo que los moradores de Lobato, en el estado de Bahía, en el sureste del país, usaban un “fango negro” aceitoso para iluminar sus casas.
La nacionalización de los recursos del subsuelo fue un tema de discusión general durante la década de 1930, y formó una corriente amplia de opinión favorable a adoptar esta política. En 1938, el mismo año que el presidente Lázaro Cárdenas nacionalizó el petróleo en México, Brasil estableció que toda la actividad petrolífera tenía, por ley, que ser obligatoriamente realizada por brasileños. El 29 de abril de ese año fue creado el Consejo Nacional del Petróleo (CNP), con el objetivo de evaluar los pedidos de investigación y explotación de yacimientos de petróleo. El decreto que instituyó el CNP también declaró de utilidad pública el abastecimiento nacional de petróleo y reguló las actividades de importación, exportación, transporte, distribución y comercio de petróleo y derivados, así como el funcionamiento de la industria de refinación. Tras una serie de descubrimientos de petróleo en Bahía hacia finales de la década de 1930 y principios de la de 1940, las perforaciones siguieron a una escala menor. El 3 de octubre de 1953, después de una intensa campaña popular, el presidente Getúlio Vargas firmó la Ley 2004, que instituyó el monopolio estatal de la investigación y explotación, refinación y transporte del petróleo y sus derivados y creó la compañía Petróleo Brasileño SA, Petrobras, “como resultado de una política nacionalista estable”, según un mensaje que dirigió a la nación. En 1963, el monopolio estatal se amplió a las actividades de importación y exportación de petróleo y derivados. Cuando Petrobras fue creada, la empresa sólo era capaz de satisfacer 1.6 por ciento de la demanda nacional de hidrocarburos. Pero el monopolio estatal terminó en 1997, cuando el entonces presidente Fernando Henrique Cardoso sancionó una ley que permitió la presencia de otras empresas en el país para competir con Petrobras en todos los ramos de la actividad petrolífera. La reforma aprobada ese año abrió a firmas privadas y estatales la extracción de petróleo en territorio brasileño, aseguró a las empresas privadas la propiedad del crudo y la posibilidad de exportarlo libremente.
Petrobras no es una empresa brasileña. El Estado controla 32.2 por ciento de su capital. Otro 31 por ciento está colocado en mercados bursátiles internacionales, a través de Certificados Americanos de Depósito (ADRs, por sus siglas en inglés); 8.3 por ciento es directamente propiedad de inversionistas extranjeros; 7.6 por ciento pertenece al banco de desarrollo brasileño, el BNDES, y el resto a “otras entidades”, de acuerdo con información de la propia empresa.
Así, en el capital social de ésta, sólo 39.8 por ciento pertenece al Estado brasileño, mientras que, a través de diversos mecanismos, inversionistas estadunidenses detentan 49 por ciento de la propiedad. La forma en que se fue dando la privatización de Petrobras es uno de los modelos que se han puesto sobre la mesa de discusión en la eventual reforma del sector energético mexicano. Se trató de un cambio de régimen de propiedad que significó transferir a particulares, en especial a inversionistas extranjeros, dos terceras partes de la renta que generan los hidrocarburos en Brasil y que implicó el despido de Petrobras de 30 mil trabajadores, 47 por ciento de los 67 mil empleados que tenía en 1997, antes de la privatización. En declaraciones a La Jornada en agosto pasado, Walter Brito, gerente general de la Universidad de Petrobras, dijo que después de su privatización la empresa tuvo como mandato maximizar la renta de los accionistas, lo que explicó el ajuste de plazas. Cuando era una empresas totalmente propiedad del Estado, su misión era, según la ley 9478, “garantizar el suministro de crudo, gas natural y sus derivados al mercado brasileño, operando conforme a lo definido por la constitución federal, de forma rentable, a los menores costos para la sociedad, contribuyendo para el desarrollo de la nación”. Pero la prioridad cambió. La legislación promulgada por el presidente Henrique Cardoso establece que la empresa tiene como función “operar de forma rentable en los sectores de petróleo, gas y energía, en el mercado nacional e internacional, suministrando productos de calidad y servicios, respetando el medio ambiente, teniendo en cuenta los intereses de los accionistas y contribuyendo para el desarrollo de Brasil”.
En diciembre de 2007, Brasil anunció el hallazgo de dos grandes yacimientos de petróleo y gas en el oceáno Atlántico, en los campos de Tupí y Júpiter, a más de cinco mil metros de profundidad. “El petróleo demuestra que el mismo Dios puede ser brasileño”, tituló O Globo. Los descubrimientos elevaron las reservas de petróleo de Brasil de 21 mil millones a por lo menos 80 mil millones de barriles, un acervo que convierte a la nación sudamericana en propietaria de una riqueza similar a la de grandes exportadores como Arabia Saudita, Irán, Irak, Rusia y Venezuela, según Leo de Almeida Neves, ex director del Banco de Brasil y ex diputado federal, citado por el analista Alfredo Jalife. Esto puede marcar un antes y un después en la estrategia de crecimiento de Petrobras. El Plan estratégico 2020 de la empresa establece el objetivo de realizar inversiones por 15 mil millones de dólares fuera de Brasil, concentradas especialmente en el sector estadunidense del Golfo de México, en segundo lugar Argentina, después Nigeria y luego en otras naciones. “La parte más importante de nuestras inversiones será en actividades de exploración y producción en el sector estadunidense del Golfo de México”, según Néstor Cuñat Cervero, responsable del área internacional de Petrobras.
Sin embargo, la estrategia deberá ser modificada para realizar un mayor esfuerzo interno a la luz de los nuevos descubrimientos, como planteó De Almeida Neves en enero pasado, en el marco de la convocatoria a un movimiento nacionalista bajo el lema “el petróleo es nuestro”, el mismo utilizado por el presidente Getúlio Vargas durante la nacionalización. El argumento de De Almeida es que debe ser modificada la legislación sobre las concesiones que transfiere a las empresas privadas la propiedad del petróleo extraído. En esa línea, en febrero pasado, la Agencia Nacional del Petróleo sacó de la subasta 41 lotes que, prospectivamente, pueden tener una riqueza abundante de crudo.
En agosto pasado, cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva visitó México, los gobiernos de ambas naciones establecieron acuerdos de cooperación entre Petrobras y Pemex. Las dos empresas ya tienen un convenio en el terreno científico y tecnológico. La oferta concreta de Petrobras fue la de formar con Pemex una asociación para explotar yacimientos en otros países, dado que la ley impide a la compañía brasileña hacerlo en México. Petrobras es líder mundial en explorar y extraer petróleo de aguas profundas, como los yacimientos que, se presume, existen en la parte mexicana del Golfo de México. En este campo existe ya un acuerdo de cooperación técnica con Pemex. Para conocer de cerca el modelo de negocio de Petrobras y su tránsito de empresa estatal a una de capital mixto, un grupo de legisladores mexicanos fue a Brasil, en viaje de trabajo, en marzo de 2007. Entre ellos iban Francisco Labastida Ochoa, Graco Ramírez, Juan Bueno Torio, Rubén Camarillo y Arturo Escobar. Además de enterarse en detalle de los hallazgos, de los despidos, del cúmulo de riquezas que las empresas extranjeras obtienen de aquel país, y del debate aún incipiente que un sector de la sociedad brasileña impulsa para revertir las consecuencias de la reprivatización de Petrobras, los legisladores debieron escuchar un lema que también ahora se oye en México: O petróleo é nosso (el petróleo es nuestro). |