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La desprivatizacióndel petróleo en el mundo Alfredo Jalife-Rahme
No existe un debate plural y democrático en los multimedia sobre la desnacionalización de PEMEX: predomina el fastidioso monólogo propagandístico del duopolio neoliberal del PRI y el PAN, específicamente del trío priísta Labastida-Gamboa-Beltrones y de la pareja panista Calderón-Mouriño. Más rezagado opera tras bambalinas el trío panista de Rubén Camarillo, Fernando Elizondo y Juan Bueno Torio. Todos los apologistas de la desnacionalización han abundado con argucias muy endebles sobre la dizque “modernización del sector energético”, y los aspectos fiduciarios, técnicos y de recursos humanos, pero pecan de falaces. Si recurrimos a la semiótica, modernizar se refiere a la “característica de los tiempos presentes y recientes” (The Oxford Universal Dictionary Ilustrated). En este sentido, las tendencias de la geoenergía la marcan hoy las empresas estatales y no las añejas y caducas trasnacionales privadas en vías de extinción. Quizá el mayor defecto del monólogo neoliberal –en franca decadencia, cuando el capitalismo anglosajón que lo engendró hace agua en todo el mundo (Ver Crisis del Capitalismo y de la Civilización Monetarista, Bajo la Lupa, 23.1.08)–, radique en la ausencia de la dimensión geoestratégica de los hidrocarburos mexicanos. Hace alrededor de dos décadas, en la sección Ideas de un periódico entonces nacional, adujimos el “valor agregado geoestratégico” del petróleo mexicano que no necesita(ba) del resguardo militar ni de México ni de EU para su extracción en la sonda de Campeche, mientras el ejército estadunidense ha colocado alrededor de medio millón de soldados en el Medio-Oriente, incluyendo sus invasiones militares en Irak y Afganistán, con el fin de capturar y/o controlar los yacimientos más importantes del planeta.
La característica “pacifista” de los hidrocarburos mexicanos le confiere un distintivo singular que no poseen sus similares en las otras regiones del mundo. Este hecho por sí solo, comentábamos hace alrededor de dos décadas, le otorgaba al petróleo mexicano un “valor geoestratégico agregado” que, por lo visto, al siniestro cuan ignaro Comité de Energía del Senado/Cenado, una generación más tarde, no solamente se le ha escapado por completo, sino que ni siquiera aparece en su radar mental. Desde luego que el contexto de la Guerra Fría de hace 20 años no es el mismo que el “presente reciente” cuando el petróleo en general, y los hidrocarburos mexicanos en particular, han cobrado un significado geoestratégico que no tenían hace dos siglos. Y no es porque el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS por sus siglas en inglés), con sede en Washington, lo haya catalogado como una “materia prima estratégica” que el oro negro ha adquirido su característica singular –lo cual ha sido eludido irresponsablemente por los últimos seis presidentes mexicanos. Forma parte del anecdotario nacional que un hijo suceda al padre en la dirección de PEMEX (el nepotismo dinástico de los Reyes Heroles, que navegan con máscara “democrática”) con supuestos proyectos “modernizadores”, lo que devela la ausencia de planeación estratégica cupular del mismo mediocre grupo reinante. En el “presente reciente” ni el hilarante Comité de Energía del Senado/Cenado, ni los Beltrones, ni los Gamboa, ni los Calderón, ni los Mouriño, ni los Elizondo, ni los Camarillo, ni los Bueno Torio hacen vibrar el diapasón del zeitgeist (el “espíritu de los tiempos”) ni son, mucho menos, quienes definen el distintivo geoestratégico de los hidrocarburos a escala global –cuya característica singular ha sido curiosamente respetada por la dupla anglosajona de EU y Gran Bretaña. Ha sido el movimiento geopolítico de pinzas el que ha colocado al oro negro como la suprema materia prima geoestratégica del planeta en los albores del siglo XXI. Este movimiento lo representa, por un lado, la exitosa renacionalización de los hidrocarburos debida al genio geopolítico del zar geoenergético global Vladimir Putin a partir del año 2000 y que lleva casi 8 años triunfales que resucitaron a Rusia (primera reserva de gas mundial) de los cementerios neoliberales y la relanzaron al primer plano como superpotencia nuclear, geoenergética, geoeconómica y geofinanciera con la disponibilidad de pletóricas reservas de divisas por casi 500 mil millones de dólares (prácticamente a la par de la Eurozona) para situarse detrás de Japón y China, respectivamente segundo y primer lugar mundiales, además de contar con un Fondo Contingente de Estabilización (proveniente de los excedentes de los hidrocarburos) por 156 mil 810 millones de dólares, sin contabilizar sus Fondos Soberanos de Riqueza.
El otro movimiento de pinzas lo epitomiza la humillante derrota militar de la dupla anglosajona en Irak y que, un año después de su invasión ilegal, inició la quintuplicación del precio del crudo que se cotiza ya a más de 108 dólares el barril. Por lo visto, tal multidimensionalidad del valor geoestratégico de los hidrocarburos –con implicaciones de poder geofinanciero– no la alcanza a entender el fracasado duopolio neoliberal del PRI y el PAN, al que sólo se le ocurre un diseño entreguista similar a la etapa aciaga de Boris Nikolayevich Yeltsin, quien regaló los recursos estratégicos de su país a la clepto-plutocracia de sus parasitarios oligarcas, que llevaron a Rusia al borde de su extinción. Peor aún: los yeltsinianos neoliberales mexicanos del PRI y el PAN –quienes desde Labastida hasta Reyes Heroles jr. llevan un cuarto de siglo manoseando la política energética de México con sus consabidos cataclismos– ignoran las nuevas corrientes históricas que fluyen y arrecian en materia energética en todo el planeta, donde las otrora poderosas transnacionales anglosajonas, que controlaron el mercado global durante prácticamente dos siglos, han sido reducidas a su mínima expresión y difícilmente resistirán los próximos 10 años –según confesión del propio The Financial Times, portavoz del neoliberalismo global (Ver Bajo la Lupa: “¿Extinción de las Trasnacionales Petroleras en 10 Años?”, 16.1.08 y “Resurrección del Nacionalismo Petrolero Global”, 20.1.08)–, mientras, por el contrario, las empresas estatales petroleras cobran un auge descomunal que les permite controlar ya el 90% de las reservas mundiales de hidrocarburos. Es evidente que los yeltsinianos del duopolio neoliberal del PRI y el PAN reman, a su cuenta y riesgo, contra la corriente histórica que ha asentado sus reales en la geoenergía. By the time being, eludiremos abordar la hipoteca geopolítica que pende sobre la cabeza de PEMEX a partir de cuatro estratagemas ominosos: 1. La afilada espada de Damocles del ASPAN; 2. El régimen torturador bushiano y/o Al-Qaeda (Ver “¿Al Qaeda en Pemex?”, Bajo la Lupa, 18.2.07); 3. Los sabotajes balcanizadores de los oleoductos de la paraestatal mexicana y, 4. La Iniciativa Mérida calderonista (Ver “Narcotráfico Global: Caballo de Troya de la Militarización de EU”, Bajo la Lupa, 9.3.08).
En dos artículos indelebles –Las Grandes Transnacionales Petroleras Son Superadas por las Empresas Nacionales de Energía y “Las Nuevas Siete Hermanas” Estatales (The Financial Times, 30.5.06 y 11.3.07), Carola Hoyos había diagnosticado con precisión el ascenso irresistible de las empresas petroleras estatales que poseen 90% de las reservas mundiales de hidrocarburos, en particular, la rusa Gazprom y la saudita ARAMCO. Es curioso que la prensa anglosajona nunca cite a PEMEX, considerada la quinta productora mundial, como un participante confiable de las estatales mundiales, como si ya se supiese su vocación desnacionalizante. Carola Hoyos había sepultado a las viejas Siete Hermanas anglosajonas –un concepto expresado por Enrico Mattei, el talentoso director de la petrolera italiana Eni, quien pereció en un extraño accidente aéreo–, y que luego fue motivo de un libro clásico por el periodista británico Anthony Sampson, frente al ascenso irresistible de las Nuevas Siete Hermanas Petroleras Estatales: Gazprom (Rusia), Aramco (Arabia Saudita), Nioc (por sus siglas en inglés: Compañía Nacional de Petróleo de Irán), PetroChina, Petronas (Malasia), Pvdsa (Venezuela) y Petrobras (Brasil). Lastimosamente no aparece el México-neoliberal que controla a PEMEX y que naufraga en la contracorriente “moderna”, es decir, en el “presente reciente”. El balance geoenergético del poder se ha desplazado en forma dramática a favor de las empresas estatales. En este contexto, el analista británico Robin Pagnamenta coloca el dedo en la llaga de la verdadera situación global y el punto de inflexión al que ha dado lugar: “la participación de las reservas mundiales de petróleo controladas por las grandes transnacionales petroleras occidentales, como BP, Shell y ExxonMobil, se ha desplomado a menos del 10%, comparado al 70% (que tenía) en 1978” (The Times, 4.2.08). La confesión es dramática, para no decir trágica. Sucede que “las reservas mundiales del petróleo están dominadas cada vez mas por las compañías petroleras estatales controladas por los gobiernos en grandes países productores como Arabia Saudita, Rusia, Irán y Venezuela. Estos grupos controlan alrededor (sic) de 90% de las reservas mundiales”. Pagnamenta aduce que las “reservas en países como EU y Gran Bretaña se han agotado abruptamente mientras que el nacionalismo de los recursos ha llevado a los gobiernos en las otras regiones productoras a nacionalizar sus activos petroleros, a adoptar nuevos acuerdos compartidos o a expulsar a todas las transnacionales occidentales”. Basa sus asertos en un libro de próxima publicación La Supercarretera de los Hidrocarburos de Wajid Rasheed quien proclama que “Hoy existen Cinco Hermanas: ExxonMobil, Shell, BP, ChevronTexaco y Total, y sus reservas equivalen aproximadamente al 10% de las reservas mundiales”. La depredadora transnacional ExxonMobil, la mayor empresa de EU en la clasificación de Fortune Global 500 y la principal de las Cinco Hermanas, posee reservas estimadas en 11 mil 800 millones de barriles de petróleo. La británica BP ostenta 9 mil 800 millones, pero tales cifras “palidecen en comparación con algunas de las grandes empresas estatales: Aramco, la productora estatal de Arabia Saudita, clama poseer 264 mil millones de barriles, casi la cuarta parte de las reservas globales”. Aramco posee 27 y 23 veces más reservas que BP y ExxonMobil respectivamente. Bueno, hasta la parte que le pertenece a nuestro país en las profundidades del Golfo de México, si es que aceptamos las cifras siempre engañosas de la Secretaría de Energía y PEMEX, tendría 10 y 8.5 veces más reservas que BP y ExxonMobil respectivamente –para percatarnos de la dimensión del entreguismo del “tesoro” de los piratas yeltsinianos neoliberales del duopolio neototalitario del PRI y el PAN. Más aún: según Pagnamenta, “la mayor parte del petróleo mundial controlado por éstas compañías estatales es la más barata y sencilla para producir”. Así las cosas, el petróleo saudita en promedio cuesta solamente 2 dólares el barril para su producción, comparado con el “petróleo bituminoso” (tar sand) de Canadá, que tiene un costo de 26 dólares el barril. El costo del petróleo mexicano en promedio oscila de 4 y los 5 dólares el barril, con todo y los infames Pidiregas, dependiendo de quién realice las cómodas cuentas. Pero como en la decadente etapa neoliberal “mexicana” del duopolio PRI-PAN todo anda al revés, pues ahora resulta que los patos anglosajones, con menos reservas, le disparan a quienes poseen mayores reservas, como PEMEX. No perderemos el tiempo con los quebrados españoles de Repsol, unos pobres piratas de quinta, ni mucho menos con sus coyotes gallego-campechanos. Lo real es que, en la geoenergía, la “supercarretera de los hidrocarburos” pasa por la (re)nacionalización y no por su desnacionalización, maquillada de “privatización”, como pretende engañar el duopolio neoliberal yeltsiniano del PRI y el PAN, ya que el 90% de las reservas mundiales de los hidrocarburos se encuentra en manos de las empresas estatales, lo cual concreta en forma inexorable las tendencias modernas” del siglo XXI. El petróleo es poder: hoy los países se definen y se dividen entre quienes poseen oro negro y quienes carecen de él. Los países lúcidamente previsores han entendido perfectamente tal dimensión geoestratégica. En medio de las vertiginosas turbulencias geopolíticas “modernas”, es decir, “presentes y recientes”, para México, en particular, la posesión estatal de sus hidrocarburos le confiere un resguardo excepcional para su inalienable “seguridad nacional”. La desnacionalización de PEMEX desemboca ineluctablemente en la transmutación del “México neoliberal” en una vulgar franquicia texana y, peor aún, gallega. Los epítetos “libre, soberano e independiente” serían eviscerados de todo significado real. México sencillamente cesaría de ser un país. |