EU y UE desconocen la elección; otra marcha opositora
Seré presidente de Bielorrusia hasta que el pueblo quiera: Lukashenko
Ampliar la imagen El presidente relecto de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, ayer en rueda de prensa para refrendar su triunfo. A la derecha, el contendiente opositor Aleksandr Milinkevich Foto: Ap y Reuters
Ampliar la imagen El presidente relecto de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, ayer en rueda de prensa para refrendar su triunfo. A la derecha, el contendiente opositor Aleksandr Milinkevich Foto: Ap y Reuters
Moscú, 20 de marzo. El día después de los cuestionados comicios presidenciales en Bielorrusia estuvo marcado por el intercambio de acusaciones entre el relegido mandatario, Aleksandr Lukashenko, y la oposición que, al desconocer los resultados, volvió a salir a la calle para exigir que se repita la votación.
El controvertido Lukashenko confirmó hoy que sus aspiraciones de gobernar van mucho más allá de un tercer periodo hasta 2011, a pesar de que para entonces sumaría 17 años consecutivos en el poder.
"Pienso permanecer en el cargo hasta que el pueblo (bielorruso) lo permita", afirmó Lukashenko en una conferencia de prensa convocada para contrarrestar las duras críticas de Estados Unidos y la Unión Europea, que no reconocen los resultados electorales y sopesan aplicar nuevas sanciones contra su gobierno.
"Las presidenciales del 19 de marzo en Bielorrusia no se corresponden con las normas internacionales que se requieren para unas elecciones libres y justas", fue la principal conclusión de la misión de medio millar de observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que lleva documentadas más de 200 irregularidades el día de la votación.
En palabras del presidente de su asamblea parlamentaria, Alcee Hastings, "la OSCE no reconoce como democráticos" estos comicios. Tanto Hastings como el embajador Geert Arens, jefe de la misión de observadores de la OSCE, lamentaron el uso abrumador de las instituciones gubernamentales en beneficio de un solo candidato y el clima de intimidación e inseguridad que creó el servicio de seguridad (KGB, de iguales siglas que su prototipo soviético) al equiparar a la oposición con terroristas que preparaban un golpe de Estado.
También consideraron inadmisible la restricción de derechos básicos como son las libertades de reunión, asociación y expresión, así como el acoso y la detención de activistas políticos y representantes de la sociedad civil, entre muchos otros rasgos del proceso electoral en Bielorrusia, calificado de "farsa" por Terry Davies, secretario general del Consejo de Europa.
Desde Washington, la agencia Afp refirió que el gobierno del presidente George W. Bush rechazó los resultados de las elecciones en la ex república soviética, y apoyó las demandas de la oposición de nuevos comicios. "Estados Unidos no puede aceptar como legítimos los resultados electorales anunciados ayer (domingo) por la comisión electoral central bielorrusa", dijo en un comunicado el vocero del Departamento de Estado, Sean McCormack.
"Estados Unidos está preparándose para aplicar las medidas apropiadas contra los funcionarios responsables de fraude electoral y otros abusos a los derechos humanos, y coordinará estas acciones con la Unión Europea", agregó el vocero a la prensa en el vuelo que conducía al presidente Bush a Ohio (norte).
En previsible contraste, los observadores de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la organización que pretende regular la convivencia en el espacio post-soviético y por método elude cuestionar la limpieza de comicios en cualquiera de sus países miembros, validaron las elecciones en Bielorrusia como "abiertas y transparentes", según declaró el jefe de su misión, el ruso Vladimir Rushailo.
Para Lukashenko, "el pueblo bielorruso hizo su opción de manera consciente, sabia y responsable. Respetemos su decisión", demandó a la comunidad internacional.
Pero, hasta el momento, sólo ha recibido un mensaje de felicitación del presidente de Rusia, Vladimir Putin, en el que destaca que los resultados de estos comicios "son un testimonio de la confianza de los electores hacia la política que usted practica y son garantía de que seguirá creciendo el bienestar del pueblo bielorruso".
Desde la óptica del inamovible presidente de Bielorrusia, Aleksandr Milinkevich, el líder opositor, y sus seguidores, de nuevo congregados aunque en menor número que ayer para protestar en la Plaza de Octubre, en el centro de Minsk, son un simple instrumento de intereses foráneos.
"Fracasó la revolución de la que tanto se había hablado y que tenían preparada algunos dentro y fuera del país", subrayó Lukashenko ante las cámaras de la televisión bielorrusa.
Por ahora las unidades de la policía y el ejército se limitan a vigilar de cerca la protesta de la oposición, acaso porque Bielorrusia sigue estando en el centro de atención de los medios internacionales, interés que puede decaer dentro de unos días por las disputadas elecciones legislativas en la vecina Ucrania.
El riesgo de represión es grande. Lukashenko reiteró hoy sus amenazas de ejercer toda la fuerza de la ley contra los inconformes al lanzar: "todo aquel que infrinja la ley, irá a la cárcel", al tiempo que un vocero del Ministerio del Interior bielorruso adelantó que se fincarán responsabilidades a los "organizadores y participantes en las manifestaciones no autorizadas".