La Jornada Semanal,   domingo 31 de julio  de 2005        núm. 543
 

Eliseo Diego

Un lienzo de Vicente Gandía

Un lienzo de Vicente Gandía no es sólo un deleite para los sentidos. También es una puerta o una ventana que se abre a un fragmento del Universo. Un destello de luz y color de algún modo nos revelará su secreto, y desde entonces extrañamente se convertirá para nosotros en un perpetuo manantial de felicidad y consuelo.

La obra de Gandía se sitúa dentro de la mejor tradición de la pintura española. Parte de las cosas sólidas, reales, y las hace resplandecer desde adentro, como si fuese con el escondido esplendor de su verdadera esencia. Humildes mesas y sillas y la solemne presencia de los árboles en toda la riqueza de sus hojas y flores, se convierten en símbolos que sólo el corazón podrá entender a fondo. Y la perspectiva apunta a un algo detrás de las cosas que nos devuelve la confianza en la fundamental unidad de la asombrosa, casi terrible diversidad de las criaturas y objetos que nos rodean.

El mar está siempre cerca, en plenitud de su silencio, cuando la calma y la paz lo unen con aquellos que lo aman en su tremenda, sobrecogedora belleza.