México D.F. Sábado 9 de octubre de 2004
Gustavo Gordillo
Alejar las aguas heladas del cálculo egoísta
Después de varios intentos anteriores fallidos y en virtud ahora de un acuerdo político con el bloque opositor, la Concertación chilena logró este miércoles que los senadores aprobaran por unanimidad la eliminación de los senadores designados y vitalicios, una de las marcas que aún quedaban de la constitución impuesta por la dictadura militar a fines de los años ochenta.
La reforma constitucional que permitirá un Senado íntegramente electo a partir de marzo del año 2006 -que incluye una disposición transitoria que permite terminar su periodo a actuales designados y vitalicios- contó con la anuencia de los propios ex jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros que ocupan asientos vitalicios en la Cámara alta.
Otro acontecimiento que fue definido como "histórico" es que también fue refrendada la recuperación de la facultad presidencial de remover a los máximos jefes de las Fuerzas Armadas y Carabineros, eso sí con el voto en contra de la llamada "bancada militar".
Ambas votaciones se produjeron tras un intenso debate que fue precedido de un acuerdo político para aprobar las llamadas reformas "duras", suscrito por el presidente del Senado, el ministro del Interior y los senadores de la Concertación y la Alianza. En un acto que los senadores definieron como un hito que pone fin a la transición, el gobierno y los senadores de la Concertación y de la Alianza firmaron ayer a mediodía un acuerdo político que permitirá despachar las reformas constitucionales llamadas "duras" en el Senado.
Interrogado el presidente del Senado, el mismo miembro prominente de la coalición opositora de derecha denominada la Alianza por Chile, sobre cómo se construyó el acuerdo, respondió: "Elaboré un documento con lo que me parecían los temas de acuerdo y lo conversé con los senadores de la Concertación y la Alianza". Se obtuvo el acuerdo entre los senadores de ambas coaliciones y se mantuvo en todo momento un canal de consulta y comunicación con el gobierno a través del ministro del Interior. Al evaluar este resultado desde un punto de vista político no dejó de ser sintomático que al tiempo que reconoció el papel crucial que desempeñó el presidente Ricardo Lagos para su conclusión, lo evalúo positivamente también para el futuro político del casi seguro candidato de la derecha a las próximas elecciones presidenciales. Es decir, se trata de un clásico acuerdo en donde todos ganan políticamente y gana el país, porque fortalece sus instituciones desde las instituciones mismas.
Desde la conmemoración de los 30 años del golpe militar el año pasado estaba claro que el país, la sociedad y las fuerzas políticas se encaminaban a la plena normalización democrática al tiempo que los signos eran y son evidentes de una mucho más encarnizada competencia política. Eso es lo relevante para América Latina: fuerte competencia política que implica alternativas reales de poder, pero en un marco institucional estable.
El acuerdo al que llegaron las principales fuerzas políticas, el miércoles pasado en el Senado, forma parte de la rica cauda de enseñanzas de la transición chilena. Es claro que las experiencias nacionales son irrepetibles y consecuentemente no pueden ser aplicadas mecánicamente. Pero hay tanto un estado de ánimo como un ritmo político y, sobre todo, una actitud política de la fuerza dirigente y más todavía del actual presidente de Chile que sí puede y debe ser emulada. Es importante añadir que esto se da en el contexto de un país que ha tenido el mejor desempeño económico de la región en los 15 años pasados, y que ha logrado abatir sistemáticamente la pobreza en el país.
Conviene recapitular que la Concertación -coalición de cuatro partidos en el gobierno desde el regreso de la democracia en 1990- ejerce el poder Ejecutivo sin mayoría parlamentaria y con coaliciones políticas inestables. Se ven interpelados por medios de opinión pública más incisivos, debido a su mayor autonomía. La sociedad, en ocasiones desencantada con ciertas formas de acción política, ejerce fiscalización y, en el límite, se moviliza. Su momento es de decisiones duras de cara al pueblo.
Por ello su presidente es un gran administrador del tiempo político. En este manejo cuenta el sentido del rumbo, la construcción de consensos y el correcto ritmo de implantación. El manejo del tiempo político es precondición para una auténtica reforma del Estado, para un consistente desmantelamiento del autoritarismo sin desgarramientos sociales o desarticulación institucional.
Machuca, la excelente película de Andres Wood, que ha causado gran impacto en la sociedad chilena, relata la vida de dos jovenes prodecentes uno de las clases altas y otro de los barrios marginados que convergen y establecen puentes de entendimiento en el momento de mayor ruptura de Chile durante las semanas que preceden el golpe militar de 1973. Es quizás una brillante alegoría en la disputa entre el sentido de la convivencia y la solidaridad, pero también el acuerdo por interés mutuo y el cálculo frío del beneficio personal.
En medio de tantas malas noticias y muchos pronósticos sombríos en la región, vale la pena relatar esta historia inmensa de éxito republicano.
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