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México D.F. Lunes 4 de octubre de 2004

Hermann Bellinghausen

El pez del Altiplano

Los ha observado desde niño, en la laguna de Tlalitlán. Desde cuando nadaba, y cuando lo empezaron a llevar de pesca. Se los aprendió de memoria. Los bagres, las corvinas. De entonces a la fecha es pescador las veces que sea necesario. Como todos en el poblado, es campesino. Y recolector y cazador cada que sea necesario.

La tierra es la que provee, pero sacándole. Los hombres se pasan las estaciones domesticando el maíz. El, por más que trata, es mal campesino, se distrae, no toma nunca la iniciativa. Los demás lo puyan diciéndole que mejor se hubiera quedado con las mujeres, que para moldear barro estaba bueno, para los cacharros.

En ocasiones piensa que debía darle vergüenza. Pero no le sale, aunque finja. Nada más regresan a sus casas, y él agarra las piedras. Siempre anda encontrando piedras. Obsidiana, ónix, vil roca volcánica. Las lima y les da la forma de una forma. A los demás les parece un hábito raro, pues él lo hace sin necesidad práctica, que es para lo que se trabaja la piedra. Ni siquiera los dioses; aquí los hacen de madera.

Saben que no es igual que la alfarería de las mujeres. Picar roca, aunque requiera delicadeza, es trabajo duro. De varón. Y ya que lo hace tan a gusto, los viejos no se meten con él. Los jóvenes sí, son más bromistas. Hasta demasiado.

Esta tarde en el sembradío de la ladera se distrae más que nunca. Pensando secretamente en los peces. Apenas vuelve al jacal toma un gran trozo de obsidiana que extrajo de una cueva. Lo parte de un marrazo. Lima las esquinas de la mitad más chica y comienza a dibujarla a cincel y lija de arenisca y resina. Con el pez en mente pasa una hoja punzante y luego remoja la superficie para verle el nacimiento del brillo.

Para antes del amanecer la obsidiana ya tiene la forma de un pez regordete y boqueador, no idéntico a uno real, sino uno más simple para el ojo. Así le salen estas cosas.

El disco entero de la luna va entrando en un ocaso suyo que será el amanecer del día. Se desprende de las nubes que la velaron la mayor parte de su trayecto e irradia un aura de blancura roja que tienen en él un efecto enervante. Bajo esa luz da los últimos toques a su pescadito, liso como una mejilla. Le traza algunas escamas, más bien grecas, en la panza y la cola.

Siempre le han parecido sonrientes, los peces de la laguna, y cuando se zambulle y los estudia bajo el agua, les sonríe de vuelta.

Su pez de piedra le parece simpático. Menos mal, hacerlo tomó la noche entera, y ya salen al campo los primeros labradores. Pronto llegan por él los de su cuadrilla, y lo encuentran con las manos en la piedra. Uno de ellos, su cuñado, le arrebata la pieza y la arroja lejos, a la maleza. Carcajada general.

El se resigna. Los sigue al sembradío y, tratando de no dormirse, ayuda en lo que puede. Lo que le mantiene el ánimo es imaginar ahora qué va a hacer con el trozo grande de obsidiana, aún en bruto. Qué tal si labra un mono. Una vasija para regalarle a su mujer. Algo doméstico. Y elegante. Estaría bueno. Ríe para sus adentros. Los de su cuadrilla lo ven como al loquito que se está riendo quién sabe de qué, lo cual será hilarante pero infunde una clase de respeto.

Es el año 500 a. C. Algún día todo esto desaparece: el lago, el maíz oscuro, los jacales, jagüeyes y graneros. Quedan algunos utensilios rotos. Huesos. Luego, en un futuro inimaginable, llegará un equipo de arqueólogos y asistentes a estas tierras ya gastadas, agrestes, milenarias (Ƒqué tierra no es milenaria?), y se pondrán a excavar con la ayuda de unos planos y unos indios lugareños.

En un estrato profundo del sitio, las manos de un asistente toparán con la pieza al desmoronar un pedruzco. Intacto el pez delicadísimo. En pocos minutos se convence el equipo científico que se trata de una pieza notable. Toman fotos y notas.

Apenas diez años después del hallazgo, los turistas y estudiantes admiran la pieza tras una vitrina magnetizada en la sala del preclásico del Museo del Altiplano. Un letrero exageradamente grande proclama "prohibido usar flash" en varios idiomas internacionales.

Tal vez debía estar en un museo de arte moderno, pero a nadie se le ocurre. No serán en vano tanto carbono catorce ni tantas tesis doctorales.

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