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México D.F. Lunes 4 de octubre de 2004

Celebraba que la poesía le permitiera "llegar a la vejez en plenectud de facultades"

La Revolución no supo crear una clase media rural, lamentaba Cabral del Hoyo

Hoy, 5 años de su muerte; no me afligía que mi obra fuera aceptada o rechazada, decía

HERNAN GONZALEZ G.

La primera vez que oí hablar de Cabral del Hoyo fue en mi natal Saltillo a los nueve años de edad. Una dama soltera ya mayor, María Cabral, amiga de mi madre, me respondió acerca de una extraña fotografía en la sala de su casa de un joven vestido estilo vaquero: "Ese es mi primo Roberto, medio loco, y además poeta. No lo veo hace años, vive en México".

La más reciente ocasión fue cuando su amigo Jesús Flores Olague, también zacatecano y poeta, me informó el lunes 4 de octubre de 1999: "Por fin descansa don Roberto", y me recordó la siguiente entrevista inédita que hice a Cabral del Hoyo luego de un homenaje que recibió en el teatro Julio Prieto dos años antes:

Acomodada la magra anatomía en un sillón que parece más amplio de lo que es, de rasgos ajuanramonados y con un generoso güisqui en la diestra, a los 84 años, Roberto Cabral del Hoyo, "más viejo y marginado que Confucio", como a sí mismo se describe en el soneto "šQué bueno..!", y ya con la serena certeza de que "no es por garañón por lo que vale", replica:

-Si a usted le parece que me veo bien, ello debe atribuirse a la poesía, que me ha permitido llegar a esta edad en plenectud de facultades. Y quizá también a una vida un tanto extraña. Tuve una adolescencia muy atormentada. Figúrese que mi padre murió cuando yo tenía dos años, empitonado por un toro de lidia de la ganadería que acababa de heredar, y mi madre cuando apenas cumplí los quince. A esa edad me quedé como jefe de familia de dos hermanas y con negocios ruinosos en la hacienda, que debía más de lo que producía. El albacea también nos robó y el tutor nos consoló. Todas esas pérdidas necesariamente me marcaron.

-ƑQué pasó con la hacienda?

-Apenas en 1907 mi abuelo Francisco del Hoyo, su hermana Carmen y su marido, José, recibieron una hacienda con 20 mil cabezas de ganado. De 1915 a 1918 el general villista Tomás Domínguez se posesionó de todo, hasta que logró sacarlo Agustín del Hoyo. Cuando, forzado por las circunstancias, me hice hacendado en 1928, había tres vacas viejas y un adeudo de impuestos tremendo. Ocho años viví ahí rodeado de buena gente que no sabía leer ni escribir, con su inteligencia natural y su sensibilidad siempre dilapidadas. Platicaba del agua, de las vacas, de la lluvia. Para no explotar me refugié en la poesía y descubrí un cauce. Antes de que yo supiera leer mi madre me leía a poetas de su tiempo: Darío, Machado, Nervo. Aprendí la grafía de muchas palabras viendo por encima de su hombro lo que ella estaba leyéndome. A los nueve años todavía creía en los santos reyes y me trajeron las obras completas de Gutiérrez Nájera. En la hacienda revivió mi amor por la poesía y empecé a escribir barbaridad y media. A medida que escribía, rompía y procuraba adquirir oficio. Después y esporádicamente tuve maestros y presencias que me decían: 'Haces bien en romper eso'.

"De 1928 al 31 estuve en el Instituto de Ciencias de Zacatecas. En siete años preví la tragedia que sería el campo. La Revolución Mexicana no supo crear una clase media rural, pues en el campo de nuestro país no se puede vivir sino como explotador o como explotado. Yo no pude ser, por temperamento, ni uno ni otro. Y empecé a manifestar dos alergias: a los ricos, aunque fueran mis parientes, y a los campesinos, que me rechazaban como patrón. Aun así no supe cobrarles a esos miserables por el agua o por la tierra, e incluso llegué a redactarles oficios en los que solicitaban predios šde mi hacienda! En el 38, a los 25 años, decidí irme a la ciudad de México, y 10 años después le vendí a un bracero oriundo de San Miguel lo que quedaba de la tal hacienda. Respecto a la repartición de tierras como arma política, me decían los campesinos: 'Cuando había hacendados sabíamos a quién mentarle la madre; con la reforma agraria no sabemos ni a quién, nomás padecemos sus consecuencias'."

-ƑY al llegar a México?

-Meses atrás una hija de Francisco Murgía, Isaura, y Alonso Sordo Noriega fueron a Zacatecas a buscar unas tierras del general. Los conocí y en algo les ayudé. Al llegar a México busqué a Alonso, pues mis parientes ricos me veían como un muchacho loco que hacía versos y no sabía hacer negocios. Como un pendejo, pues. Vivía en la casa de asistencia de Rosita Montenegro, hermana de Roberto, el pintor. En la azotea tenía el Zócalo enfrente. Cuando el hambre apretaba me ponía a jugar póquer con las señoras que venían a vacacionar a esa casa. Como ellas ignoraban que yo en Fresnillo había jugado con tahúres chinos y europeos, me dejaba ganar tres o cuatro pesos y al día siguiente les ganaba 30, de los de 1938.

"Sordo me dijo: 'Azcárraga va a inaugurar otra estación, la XEQ'. Ahí Enrique Contell me puso a hacer capítulos de radionovelas. Seis meses después era jefe de redacción. Para esto, ya en 1937, había participado en un concurso de poesía. En Revista de Revistas vi una convocatoria, mandé un poema y gané el primer lugar estando en un rancho. Antes, a los 17 años, representando a mi estado en un concurso nacional de oratoria, conocí a Adolfo López Mateos. Después de idear un programa de concurso en el cual el público era el que preguntaba y que me lo plagiaron para la W, decidí irme, a pesar de que me doblaban el sueldo, a una pequeña estación de unos compañeros, la XEBZ. Yo tenía 27 años y estaba lleno de novias y por consiguiente de gastos (ríe). Vendí mi parte en la XEBZ y la rematamos en 40 mil pesos. Al año siguiente valía 3 millones, por la guerra. Otra pendejada.

"Los Iturbe Limantour fundaron Radio Mil. Empecé como jefe de programación y luego fui director artístico. Teníamos un programa llamado Solteras y divorciadas, en el que se dramatizaban las cartas que llegaban, aunque la mayoría las inventaba yo a partir de mis investigaciones personales (vuelve a reír). Se puede decir que varios años viví de las mujeres, quiero decir, patrocinado por El Palacio de Hierro, El Centro Mercantil, Al Puerto de Veracruz y otras firmas.

"En tiempos de Torres Bodet al frente de la SEP, Rafael F. Muñoz me nombró subdirector de Radio Educación. Ahí conocí a varios refugiados españoles valiosos, a los que les di programas. Posteriormente me llamaron de la agencia de publicidad Young & Rubicam, donde trabajé 10 años. Hice, entre otros, un programa llamado Canción de cuna, con el coro infantil de la Basílica, y relatos conmovedores. Contraté a Margarita Michelena para hacer los guiones. Por fin, en 1944, a los 31 años, me casé."

-Mientras tanto, Ƒqué pasaba con la poesía?

-La poesía siempre ha sido para mí un lujo que no me permitió vivir, pero me ha permitido sentir. No me dejé contaminar por el radio ni la publicidad ni la televisión. Me sabía poeta y hacía poesía. No me preocupaba mayormente que ésta fuese conocida, valorada, aceptada o rechazada. En el 58 me llamó Manuel Moreno Sánchez, íntimo de López Mateos, y durante un año me fui de Young & Rubicam comisionado a la campaña presidencial de Adolfo, a cuyos discursos yo daba el visto bueno. Compañero fui de Reyes Heroles, de Justo Sierra, de Andrés Henestrosa. Ese gran equipo hacía los borradores de los discursos y yo les daba unidad de estilo. Pero yo no nací para político. López Mateos creó el Departamento de Turismo y me nombró director de Servicios Turísticos, y después de Supervisión. La realidad es que me faltó sentido práctico para utilizar la política en mi beneficio. Con Díaz Ordaz me llamó Mauricio Magdaleno, que quería que yo fuera su secretario. Mejor le mandé a Manuel Calvillo y yo seguí de free lancer. Viví de mi sueldo exclusivamente, lo que me convertía, una vez más, en un pendejo.

"Insistente, Magdaleno me envió con Salvador Azuela al Fondo de Cultura Económica, donde fungí de director de Publicidad y Relaciones Públicas del 66 al 70. Con Antonio Carrillo Flores fui prácticamente el director del FCE. Con Echeverría ya tuve demasiados asesores, por lo que le pedí mi liquidación a José Luis Martínez, el nuevo director. Los últimos tres años hice el catálogo general del Fondo de Cultura Económica, con 7 mil notas bibliográficas."

"Ya antes, a principios de los 70, recibí una llamada de Selecciones. Era la directora del departamento de libros, Julia Ortiz, y en tres años hicimos el libro La fuerza de las palabras. Nos entendimos tan bien que nos casamos. Pero siempre he sido libre, hasta donde se puede ser libre en este mundo, tal vez por mi temprana orfandad, no sólo por temperamento. Todavía hice tres o cuatro cosas más para Reader's Digest. La verdad es que los últimos 24 años han sido los más felices de mi vida. Gracias a Julia mi vejez ha sido muy feliz.

-ƑY su poesía?

-Bueno, la poesía me llega por rachas e interrumpo todo por escribir. A veces en entresueños, a veces en noches de vigilia. Inspiración y oficio. Luego no se me ocurre una palabra en varios meses. Hasta primero de prepa estudié matemáticas por mi cuenta y recuerdo que íbamos... No le veo caso a hablar de mi poesía si está publicada por el Fondo de Cultura en el volumen Casa sosegada, que resume más de medio siglo de trabajo y unos 15 libros, de 1940 a 1992.

-ƑEl sambenito de poetas confesionales con que se les borró del mapa literario de la época?

-Mire, de 1950 a 1956 Dolores Castro, Rosario Castellanos, Alejandro Avilés, Efrén Hernández, Honorato Ignacio Magaloni, Octavio Novaro, Javier Peñalosa y yo nos reuníamos cada sábado con Alfonso Méndez Plancarte, sacerdote y humanista, pero sobre todo un promotor de la cultura literaria, en una especie de taller de poesía. En el fondo Méndez Plancarte quería que fuéramos "poetas católicos", pero en realidad estimuló enormemente nuestro quehacer y nos editó a todos en un libro bien intencionado que a la postre acabó perjudicándonos, pues críticos de izquierda se apresuraron a calificarnos de sectarios, aunque en realidad Magaloni y Novaro eran bon vivants, Avilés y Peñalosa católicos, Rosario librepensadora y Hernández y yo agnósticos sin fanatismos.

-ƑEntonces?

-Bueno, pues se trató de un sambenito que impidió un seguimiento más objetivo de la obra literaria respectiva. Por lo demás, creo que hay un principio eterno, si no, todo sería una broma de pésimo gusto. Cielo e infierno son formas de representar el bien y el mal. El cielo es el amor y el infierno es el odio, a sí mismo y al mundo. Los que hablan del más allá hablan de lo que no conocen ni saben, aunque traten de imponer verdades. Creo también que la voluntad personal influye en el destino. Si uno quiere morir, muere. El que no acepta morir del todo, vive. Estoy encantado de haber madurado y llegado a los 84 años. Creo que si algo desarrollé fue mi capacidad de amar. El amor es la clave de todo. El que ama está salvado. La sabiduría plena y la fuente de toda virtud es el amor. Pero así como se ha envilecido la palabra democracia, también se ha envilecido la palabra amor. Mire, qué extraño; de adolescente no me sacaban una palabra, ya fuera por timidez, orgullo o poca seguridad en mí mismo. Para mí, envejecer ha sido liberarme. Sin embargo, nunca imaginé llegar a esta edad con tantos gastos.

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